Mario Szichman
El filme noir se ha ido decantando en las
últimas décadas. Al principio, era una técnica barata de Hollywood para
conseguir espectadores. Entre las décadas del treinta y del cincuenta del
pasado siglo, los cines debían presentar carteleras de tres filmes para atraer
al público. El filme más importante era el más costoso. Cuando se generalizó el
tecnicolor, era el único en que hombres y mujeres lucían tonalidades naturales,
y donde abundaban los paisajes.
El resto de
la cartelera consistía de dos filmes en blanco y negro, hechos con medios
baratos, y con actores y actrices que comenzaban siendo de segunda fila, y
terminaban desplazando a los galanes más recios, y a las femmes fatales más famosas. Es difícil creer que actores como
Humphrey Bogart, Robert Mitchum o Dana Andrews tuvieron que pujar décadas antes
de llegar al estrellato. O que actrices como Barbara Stanwyck o Joan Crawford,
eran rutinariamente miscasts,
colocadas en roles donde no podían lucir su real talento. Pero, en base a
perseverancia, y en ocasiones a simple suerte, lograron emerger y convertirse
en deidades del cine.
LA INDUSTRIA
DE LA NOSTALGIA
Hollywood
todo lo recupera, lo peor y lo mejor de su herencia histórica. En la categoría
de “es un filme tan malo que hasta parece bueno”, figura Plan 9 from Outer Space.
En su libro The Golden Turkey Awards, los autores
Harry Medved y Michael Medved, le otorgaron el galardón a “la peor película
jamás filmada”. Inclusive uno de los protagonistas, Bela Lugosi, el célebre
interprete de Drácula, había
fallecido tres años antes de la filmación. Pero el director, Ed Wood, contaba
con secuencias de Lugosi apareciendo en otro filme que nunca fue finalizado, y
las aprovechó para insertarlas en la película. Nadie puede dudar que Lugosi es
un visitante del más allá.
Por supuesto,
ahora, Plan 9 from Outer Space, se ha
convertido en una película de culto, y cada una de sus exhibiciones cuentan con
un lleno completo.
Otra secuela
de ese culto a los filmes de épocas anteriores, es la resurgencia de los policiales
de la década de los cuarenta. No solo tienen el atractivo de que son realmente
obras maestras, sino que sus comentaristas disfrutan informando al público de
sus hallazgos. exclusivamente para
escuchar los comentarios que formulan expertos en filme noir. Algunos, como Eddie Muller, se han convertido en
celebridades. Y aunque muchos espectadores se sienten frustrados con las
sugerencias de Muller, siguen alquilando las películas exclusivamente para
deleitarse con su información.
RIVALIDADES
Inclusive se
han formado dos bandos, los adictos a Eddie y quienes prefieren a sus rivales,
como James Ursini y Alan Silver. Pero tanto Ursini como Silver tienen un serio hándicap: son académicos y
condescendientes. Eddie, en cambio, es un fanático más. Se encarga de transportarnos
al momento de la filmación, y nos muestra que en muchas ocasiones, los defectos
de actores y actrices se han convertido en sus mejores cualidades.
Humphrey Bogart
Humphrey Bogart
hablaba con un ceceo, y sus mandíbulas parecían selladas. Eso instilaba amenaza
hasta en sus gestos más amables. Esa
forma de hablar no fue producto del entrenamiento de un coach, sino resultado de una lesión en la boca. Bogart contó al
actor David Niven que en su niñez estaba jugando en el jardín de su casa, y se
cayó. Una astilla de madera se le clavó en el labio inferior. “El maldito
médico cosió mal la herida”, dijo Bogart a Niven.
Cuando
finalmente Bogart comenzó a actuar en el cine, decidió usar el defecto de sus
labios como un atributo. Para eso contrató a un experto en locución a fin de
acentuar algunas particularidades de esa extraña manera de hablar. Eso incluía tonos
nasales, gruñidos, arrastrar de palabras y malignas sonrisas.
Algo similar
ocurrió con Jane Greer, una actriz que puede barrer el piso con todas las femmes fatales de Hollywood. Y estamos hablando de Hollywood,
donde las femmes fatales eran una
mejor que otra y podían conseguirse, como suelen decir en estas tierras, A dime a dozen.
¿Quién puede
olvidar a Barbara Stanwyck descendiendo de una escalera y exhibiendo una ajorca
en su tobillo izquierdo en Double
Indemnity, en su primer encuentro con un agente de seguros interpretado por
Fred McMurray? ¿O a Rita Hayworth cantando en Gilda Put the Blame on Mame
mientras inicia el más famoso striptease de la historia simplemente quitándose
un largo guante? ¿O a la británica Jean Gillie en Decoy? (Ella era la única que podría haber competido con Jane
Greer, pero lamentablemente, falleció a los 33 años, de neumonía).
Buena parte del encanto de Greer, informa
Mueller, era producto de una parálisis facial que sufrió a los 15 años de edad
y que le afectó la parte izquierda del rostro. La actriz logró recuperarse
parcialmente de esa parálisis. Pero quedaron trazos en su rostro, entre ellos,
una mirada burlona y una enigmática expresión. La publicidad de la productora
RKO decía que Greer era “una mujer con la sonrisa de la Mona Lisa”.
ENCUENTROS
QUE MATAN
Cuando la
mujer con la sonrisa de la Mona Lisa chocó con un galán conocido como Robert
Mitchum, se creó la más perfecta pareja del filme noir en Out of the Past.
Mitchum,
cuyos adormilados ojos y su total desprecio por el género humano han hecho
olvidar la gama de sus actuaciones y su talento interpretativo, ya había
demostrado previamente el abismo en que podía hundir su maldad. En otra obra
maestra, The Night of the Hunter,
dirigida por el actor Charles Laughton, Mitchum se hacía pasar por un
predicador, con el propósito de robar la fortuna de una viuda. Su trademark está en los nudillos de sus manos,
donde ha escrito respectivamente Good
y Evil.
Pero Out of the Past es algo muy diferente a The Night of the Hunter. Lo curioso del caso, señala el crítico Mueller, es que la segunda
parte de Out of the Past es
totalmente incomprensible, aunque sigue siendo una obra maestra. Mitchum
interpreta a un detective contratado por un mafioso (Kirk Douglas) para que
encuentre a su novia (Jane Greer), quien le ha robado 40.000 dólares.
El
protagonista sigue la pista a la fugitiva hasta México, y a los diez minutos de
conocerla ya está perdidamente enamorado de ella. En la escena más famosa del filme, Jane Greer
le confiesa al detective con mucha paciencia todo lo mala que ha sido. Pero a
Mitchum le importa un comino su prontuario policial. Su única intención es
poseerla. Y es entonces cuando enuncia su famosa frase: Really, babe, I don´t care, y se abalanza sobre ella.
El doctor
Pangloss decía en el Cándido
de Voltaire que todas las tribulaciones del ser humano provienen del amor, “el confort de la especie humana, el protector
del universo, el alma
de todas las cosas sensibles.
El amor, el
tierno amor”.
En los
casos del doctor Pangloss y de
su discípulo Cándido, el corolario del
amor es devastador. Pangloss termina con
una enfermedad venérea, y
Cándido es expulsado del paraíso. Tras
recibir un inocente beso de la virginal Cunegunda, el padre de su amada lo echa
a Cándido de su castillo a patadas en el trasero.
LA MEDICINA
PROHIBIDA
Mitchum recibe
de su amante
una dosis similar
de escarmientos. Para el crítico
Mueller, y otros especialistas en filme
noir, toda la trama de esas
películas es muy simple: A good
fuck (digamos, con cierta timidez, una buena noche de amor) tiene como
secuela una inmersión en el
infierno. En realidad, el film
noir parece tan antiguo
como esas morality plays
de la Edad
Media donde coexisten la carne,
el diablo y la muerte.
Si uno observa
Out of the Past, verá que todas esas premisas se cumplen. Pero si vuelve a contemplar la película acompañado por
el crítico Mueller, es
como si tragedia
fuese secundada por la ironía.
Mueller
permite cierto distanciamiento. Especialmente cuando intenta desmenuzar
ese galimatías de la
segunda parte.
Hay algo más
en Mueller: es un creador. Nunca pensé que un simple comentarista de cine podía
brindar tantos luminosos consejos. Y para ello, siguiendo las acotaciones de
Mueller, es preferible ver un mal filme
noir que otro bueno.
Robert Mitchum y Jane Greer
Una de
las películas más solicitadas
en Netflix es The Racket, también con Robert Mitchum y
otro fenomenal actor, Robert Ryan, además de esa olvidada femme fatale que era Liz Scott. La película no es buena, pero vale
la pena simplemente por los comentarios de Mueller.
Como dice uno
de sus admiradores: “The Racket me
aburrió terriblemente durante la primera mitad. La trama es complicada y carece de foco. Luego, decidí ver el resto de
la película escuchando los
comentarios de Mueller. La película se transformó totalmente”.
Tal vez ha
surgido un nuevo género en
Hollywood: la película
escoltada por el voice over de un
excelente crítico.
Esos críticos
empiezan a tener influencia en los espectadores. Hasta que tropecé con algunos
de ellos, compartía el criterio de Woody Allen. Creía que Humphrey Bogart era
el mejor actor de filme noir, y que Casablanca era su mejor expresión. Ahora, he cambiado de criterio.
Así como
Raymond Chandler o Dashiell Hammett me dejan decepcionado tras comparar sus
textos con inclusive, la peor novela de
Jim Thompson, Robert Mitchum es la máxima expresión de un galán recio. Sólo White Heat, interpretado
por James Cagney, puede equipararse a Out
of the Past.
Ingrid Bergman y Cary Grant
No vamos a
disminuir los méritos de Bogart, o la luminosa presencia de
Ingrid Bergman en Casablanca, pero si
el lector tiene ocasión de ver los dos filmes, descubrirá la distancia
emocional entre ambos.
No podemos
imaginar a otra figura que no sea Robert Mitchum gritándole a Jane Greer “Really,
babe, I don´t care!” mientras arroja por la borda su decencia y su honradez,
con tal de abrazar a la mujer.
Tampoco
podemos imaginar otra femme fatale
como Jane Greer, capaz de recibir en su cuerpo tanta desbordada lujuria.
Sí, cuando se
tropieza con esa clase de mujer, sólo una frase puede emerger de los labios: “¡Really,
Babe, I don´t care!”
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