Mario Szichman
Joseph Heller
La mayor hazaña de Nina Bourne,
vicepresidenta de publicidad de la editorial neoyorquina Alfred A. Knopf, fue catapultar a los espacios siderales la venta
de la novela Catch-22 (Trampa 22).
Por supuesto, aún sin la promoción
ideada por Bourne, Catch-22, escrita
por Joseph Heller, seguiría siendo una obra maestra. Inclusive su título se incorporó
al lenguaje anglosajón. A Catch-22
situation es una manera de aludir a un callejón sin salida o a un círculo
vicioso. La novela narra las tribulaciones de un grupo de pilotos de
bombarderos estadounidenses durante la segunda guerra mundial.
Aterrados por su tarea, algunos de
ellos fingen demencia. Y de esa manera, caen en la trampa tendida por los médicos.
Pues, según los médicos militares, hay que estar loco para servir en las
fuerzas armadas como piloto de bombardero.
Si alguien se declara demente es
porque se trata simplemente de una persona sensata que teme incursionar en
territorio enemigo. Por cierto, Yossarian, el protagonista de la novela,
informa a uno de sus médicos que los enemigos intentan matarlo. El médico, para
tranquilizarlo, le dice que no se preocupe. Los enemigos no tienen como
propósito matarlo a él, de manera exclusiva, sino a todos los norteamericanos
que luchan en la misma causa. Yossarian le responde: “¿Y cuál es la
diferencia?”)
LAS IMPERFECCIONES CUASI PERFECTAS
Por suerte, no hay una sola obra
perfecta en toda la historia de la literatura. Eso es muy saludable. Como decía
William Faulkner, “Todos hemos fracasado en el intento de cotejarnos con
nuestro sueño de perfección. Por lo tanto, nos evaluamos sobre la base de ese
espléndido fracaso que hemos padecido para alcanzar lo imposible”.
Don
Quijote está plagado
de malos cuentos que el caballero andante encuentra en los recovecos de distintos
armarios. Esos relatos pueden eludirse sin que sufra la narración. Y La Guerra y la Paz fue muy celebrada por
Gustavo Flaubert y al mismo tiempo criticada de manera cruel por el autor de Madame Bovary. Y con razón, porque en
los capítulos finales Tolstoi abandonó la objetividad del novelista para
exaltar la gloria de la madre patria como si hubiera sido un chauvinista más.
Tampoco hay que olvidar el carácter de
Natasha, que de mujer liberada y con amante, pasa a ser una madre sólo
preocupada por la salud de sus hijos, y se convierte velozmente en una matrona.
Eso no sería cuestionable en sí, suele ocurrir en la vida. Lo reprensible es
que Tolstoi elogie ese cambio de actitud en Natasha, señalando que es así como
deben actuar las mujeres en la sociedad.
LA CRÍTICA DESECHADA
Dos excelentes novelistas, Evelyn
Waugh (el autor de The Loved Ones,
una sátira sobre el funcionamiento de una empresa de pompas fúnebres en
California) y Norman Mailer (Los desnudos
y los muertos, El sueño americano),
criticaron la desordenada estructura de Catch–22.
Nina Bourne
Nina Bourne había pedido a Waugh una
cita para utilizar en la contratapa de la novela. El escritor le respondió en
una carta: “Usted se equivoca al calificarla de novela. Es una colección de bocetos,
en ocasiones repetitivos, totalmente carentes de estructura”.
Por otra parte, Waugh reconoció la
extraordinaria calidad de los diálogos. Inclusive le propuso a Bourne la
siguiente frase para incluir en la contraportada:
“Esta exposición de corrupción,
cobardía y falta de civismo por parte de funcionarios estadounidenses
enfurecerá a todos los amigos de vuestro país (yo entre ellos), y dará gran
confort a nuestros enemigos”.
Mailer también atacó la imperfecta
estructura de Catch–22 señalando que
“Uno puede cortar cien páginas de la novela, y nadie advertirá que fueron
eliminadas, ni siquiera el autor”.
Bourne no incluyó esas críticas en la
contraportada del libro. Sólo las que abundaban en (bien merecidos) elogios.
Especialmente de críticos británicos. Pues algunos snobs norteamericanos se derriten cuando el elogio proviene de sus
ex colonizadores.
Por cierto, en uno de los avisos de la
novela, tras mencionar las extasiadas críticas de comentaristas ingleses, fue
insertada esta frase: Come on! Don’t let
the English beat us! (¡Vamos, no dejen que los ingleses nos derroten!)
El secreto de Bourne, dijo William
Grimes en el obituario que escribió para The
New York Times, fue tratar la novela de Heller “como un fenómeno”, mucho
antes de que lo fuera.
Las críticas iniciales en Estados
Unidos no habían sido muy favorables. Las ventas de tapa dura llegaron a 35.000
ejemplares, algo bueno, pero nada espectacular.
La campaña de Bourne consistió en ir
alimentando el fenómeno a través de una intensa campaña de publicidad donde se
señalaban los progresos paulatinos en las ventas.
Y luego, cuando Catch–22 mostró señales de despegue en Gran Bretaña, se encargó de
mencionar los nombres de eminentes escritores ingleses deslumbrados por la
novela.
LA IRONÍA DEL CORREDOR DE FONDO
Con la excepción de El tambor de hojalata, de Günther Grass,
y de El buen soldado Schweik, de
Jaroslav Hasek, la novela de Heller cuenta con escasos paralelos. Logra
desmontar las falsedades del establishment
militar a través de la ironía.
Sin embargo, un ascenso más lento en
la fama de esa genial novela hubiera permitido a los críticos mayor latitud
para analizarla, desmenuzarla, celebrarla o denigrarla.
Es seguro que en la discusión posterior
se hubieran abierto nuevos caminos permitiendo a otros novelistas absorber su
innegable influencia sin repetir sus errores.
Como señalaba el ensayista ruso
Bielinsky hace más de un siglo y medio: “Nada que aparezca y tenga éxito
inmediato y sea recibido con elogio incondicional puede ser importante o grande.
Importante y grande es solo aquello que divide las opiniones, que madura y
crece a través de la lucha genuina y se impone contra la resistencia viva”.
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