N.B.
Admiro los ensayos críticos del profesor Luis Javier Hernández. Su libro sobre Las lanzas coloradas de Arturo Uslar
Pietri es un trabajo seminal acerca de una de las grandes novelas venezolanas. En
cuanto a su novela Inquilino de la
intemperie, es uno de los mejores aportes a la gran narrativa venezolana
que he leído en los últimos 30 años. Tiene, como decía Luis Haars aludiendo a El coronel no tiene quien le escriba:
“Un aura de cosas no dichas, de medias luces, silencios elocuentes y milagros
secretos, en que se define siempre lo que se omite y resalta lo que quiere
pasar inadvertido. Un soplo de misterio atraviesa el libro... envuelto en
sombras luminosas”. Imposible decirlo mejor.
Le
robo esas palabras a Haars y se las aplico al texto de Luis Javier Hernández,
rodeado de un aura de cosas no dichas. El buen narrador es siempre amanuense
del personaje, y las novelas que perduran se escriben de adentro para afuera:
desde el protagonista, nunca desde el escritor.
Rómulo
Rivalta, el narrador de Inquilino de la
intemperie, es un gran personaje. Está escrito desde sus desalentados años,
desde ese disfraz –el uniforme militar– que lo condiciona, lo mantiene
prisionero, le dicta una visión del mundo. Rivalta es hablado por su uniforme.
Despojado de sus vestiduras guerreras, hasta se siente incapaz de amar. “…En la
desnudez de los cuerpos Rómulo Rivalta se sentía otro ser profundamente
vulnerable”.
Uno
de los grandes aciertos de esta novela de Luis Javier Hernández es la manera en
que las metáforas guerreras van trazando la ordalía de este personaje, su
ascenso en la esfera militar y diplomática, y su paulatina caída hasta
convertirse en visitante habitual de un burdel, donde los años comienzan a
pesar, y su exilio finalmente se corrobora. Pues ¿qué hace toda su vida sino
estar exiliado de su familia, de sus amigos, de su esposa?
En mi
blog hablé de manera más extensa sobre la novela:
http://marioszichman.blogspot.com/2016/02/cuando-el-disfraz-encarna-al-hombre-una.html
Y
divulgué sus logros en toda ocasión posible. Si alguien quiere entender la
Venezuela actual, un buen sitio para comenzar es en el territorio de la
narrativa. Inquilino de la intemperie
descolla porque detrás de ese guerrero hay muchas incógnitas por resolver, en
un país que ya parece imposible de descifrar. El profesor Luis Javier Hernández
no tiene respuestas, pero sí preguntas, muchas preguntas, que escasos seres se
han formulado, y es necesario revelar.
Su
ensayo Transgredir para historiar,
fue para mí una enorme, grata sorpresa de un intelectual a tiempo completo que
trabaja el ensayo con el mismo fervor que la narrativa. Y también me enseñó
mucho. Pues la crítica, cuando es realmente crítica, no solamente ayuda al
lector, sino al escritor. Muchas veces trabajamos a ciegas, hasta que un ser
creador, que es algo más que un crítico, nos revela aquello que solo intuíamos.
Le
cedo la palabra al profesor Jesús Correa Páez, de la Universidad del Atlántico. Colombia. Crítico, pero también creador.
Él traza un sendero literario con sabiduría y elocuencia. Y también, con mucha
generosidad.
Mario Szichman
-----o-----
Luis
Javier Hernández Carmona, Profesor Titular e investigador de la Universidad de
Los Andes de Venezuela, es autor de más de una veintena de libros sobre
semiótica, literatura regional, venezolana y latinoamericana, es además prolijo
autor de textos literarios. Su producción abarca artículos publicados en reconocidas revistas
nacionales e internacionales. Si tenemos en cuenta que sus publicaciones no se
limitan a la presentación de ensayos aislados, sino que conforman un sostenido
y agudo trabajo integrado sobre la pretensión de construir la arquitectura
sensible del Ser y del sujeto estético en la literatura aplicando una
perspectiva semiótico-hermenéutica, que ha denominado semiótica de la
subjetividad-afectividad u ontosemiótica[1]. Así que con el título Transgredir para historiar: la prospectiva
narrativa de Mario Szchiman, consolida esta línea de trabajo investigativo.
En
esta obra, configurada exquisitamente como un fractal finamente trabajado,
Hernández Carmona se da a la tarea de indagar por la construcción de las
semiosis que atraviesan la importante producción histórico-literaria de
Szichman, patentizada en siete de sus novelas: La región vacía, Los años de la guerra a muerte, Las dos muertes del
General Simón Bolívar, Los papeles de Miranda, Los judíos del Mar Dulce, a las
2:25 la Señora pasó a la eternidad y Eros y la doncella. Su propósito es,
como él mismo lo indica, “analizarlas desde la transgresión del referente
histórico a la certeza literaria. Donde transgredir es otra forma de leer el
mundo a través de la historia que cobra nuevo sentido a partir del sujeto como
acontecimiento”[2].
Este
acucioso ejercicio de lectura y análisis desemboca en un riguroso ejercicio de
develar los espacios de la enunciación, las circunstancialidades enunciativas
que involucran lo íntimo, lo privado y lo público, desde donde se fraguan los
discursos presentes en la narrativa de Szichman, en la que “el sujeto invade el
discurso narrativo para escribir la historia desde la perspectiva profundamente
patémica que subvierte la instancias conmemorativas y cronológicas que
indudablemente privilegian los discursos históricos desde las esferas del poder
y el estatismo”[3]; y
he aquí que emerge el foco que el investigador-creador privilegia, el sujeto
enunciante y sus desdoblamientos a razón del ego, hic et nunc, que caracteriza al proceso de enunciación .
Este
es un texto que está edificado minuciosamente sin comprometerse directamente
con teorías de autores por lo que no realiza citas textuales de ellos, sino que
argumenta desde una posicionalidad enunciativa desde donde Hernández Carmona ha
macerado a lo largo del tiempo el análisis literario y que ha madurado en torno
a la configuración de su semiótica de la subjetividad-afectividad como
perspectiva metodológica, por ello se percibe las leves sombras de Ricoeur y de
Husserl que acompañan el discurrir analítico de Hernández Carmona y que
fortalecen sus intuiciones. Las unidades como el tiempo patentizado en lo
histórico y lo cotidiano que determinan lo témporo-espacial y la multiplicidad
yoica o desdoblamientos del yo; lo primero evidenciado en el propio título en
las lexías “historiar” y “prospectiva” que amalgamadas en la intención
analítica de Hernández Carmona estarían implicadas en la modelización de la
unidad de análisis tal y como lo manifiesta, “De hecho, la categoría de
análisis la he basado en la prospectiva
narrativa en clara alusión a la visión de futuro negado que está contenida
en la narrativa de Szichman. Prospectiva narrativa que deviene en los deslindes
entre realidad y ficción como formas de interrogar el presente y la
construcción del futuro”[4]; que además se va a
constituir en la valiosa herramienta con que, según el lector-investigador, la
narrativa de Szichman propicia la complicidad entre autor y personaje “para que el lector se involucre en esas intricadas
historias cotidianas para que los roles se entremezclen como cuando el
personaje se convierte en lector de su propia vida (…)”[5], es decir la mímesis y el
desdoblamiento en la literariedad del autor.
Es,
pues, maestría del investigador construir un texto que impele a la lectura de
la producción de Szichman, pues bajo el influjo de su accionar narrativo el
investigador analítico devela la fundamentación de lo simbólico en la narrativa
de este autor, es decir el mundo primordial que está comprometido y que
fundamenta su ejercicio mimético. Hernández
Carmona asimismo da cuenta del proceso de metaforización recurrente en Szichman
quien a través de la corporeización de los referentes construye un mundo
simbólico en constante refiguración dentro de su “grafismo testimonial”[6] que se constituye en mundo
primordial de la narrativa literaria de Szichman, que se mueve entre lo
histórico y lo cotidiano como eje de referencialidades.
Así
que se siente una obra con gran peso analítico con fundamento universalista,
aunque apunta sólo a la producción de un autor específico, Mario Szichman. Es
la primera impresión que surge desde el inicio al acercarse al primer capítulo,
Crónica histórica. Esta percepción es motivada, obviamente, por la certeza que
produce el manejo por parte del investigador de la unidad de análisis y las
categorías socio-antropológicas que evidencian la acuciosidad, la entrega y el
conocimiento desplegado en torno, no sólo de la unidad de análisis, sino del
manejo elocuente de la hermenéutica, del simbolismo, de la fenomenología y de
la Historia, lo cual da cuenta de la gran capacidad intelectual y sensible
que distingue al investigador-creador, y que, aún a riesgo de ser
redundante, trueca en una enorme y poderosa herramienta
semiótica-hermenéutica que cataliza el análisis.
La
narrativa de Szichman está preñada de formas simbólicas que son desmenuzadas y
presentadas con maestría por el ojo avizor y la pluma certera del
investigador-creador. La creación literaria portentosa del autor, atravesada
por la imaginación creadora del Otro -el lector investigador-, es lograda por
la relación empática que permite desdoblar el sí mismo y el otro, lo ídem y lo ipse, instaurándose y consolidándose en el sentir intersubjetivo;
evidenciado en el desdoblamiento del sujeto sincrético, producido por la empatía
entre el autor-creador y el analista-lector-creador, que permite la inferencia
de los sentidos simbólicos que pasan de lo mítico a lo cotidiano, engastados en
imaginarios latinoamericanos y arquetipos humanos.
De
otra parte, resulta por demás elocuente el recurso narrativo de acudir al
Teatro –por parte del autor que se estudia mediado por su obra narrativa y por
parte del investigador que en abierta intención de imbricarse con el autor[7], presenta su trabajo
investigativo aludiendo a la forma teatral-, acontecimiento dialógico para
producir la institucionalización del proceso de desdoblamiento del sujeto en
narrador, personaje-narrador y personaje-lector que, a juicio del investigador
develan las semiosis concatenantes que se producen incansable e invariablemente
en el conjunto de obras que constituyen la unidad de análisis; este recurso –el
de referenciar al teatro- así lo justifica Hernández Carmona: “para Mario
Szchiman narrar es representar teatralmente los acontecimientos por lo que el
teatro o la teatralización son formas desde donde se otorga sentido a lo
sucedido, dando la oportunidad de preparar autores y escenarios”[8]. Y es que Szichman en su
narrativa hace constantes alusiones a escenificaciones, personajes, escenarios,
hecho éste que se patentiza en las citas textuales de que se vale Hernández
Carmona.
El
texto de Hernández Carmona no sólo convoca a ser leído y degustado, sino que
incita al acercamiento a la lectura de la obra de Szichman, pues ésta es
mostrada en su propia esencia histórica y literaria como una narrativa
desmitificadora, que se vale de recursos estilísticos constructores de imágenes
establecidas como un logos teatral
erigido como objeto dinámico de la semiosis que produce. Otro acierto resulta
en que la obra en comento está trabajada milimétricamente de tal suerte que las
citas textuales que invoca, se asemejan a una suerte de jirones, partes de un
todo, que guardan una asombrosa simetría lo que produce la sensación de estar
leyendo directamente la obra del autor, alimentada por el análisis que
devela, pues las citas textuales que
emplea para sustentar sus argumentaciones, producen una línea narrativa similar
a la que aquél trabaja, como un juego de espejos que multiplican la imagen,
atravesando la epidermis y la dermis en busca del hueso explicatorio de lo
simbólico en la narrativa de Szichman.
[1]Conforme lo ha teorizado Hernández
Carmona, Luis (2010) Hermenéutica y
semiosis en la red intersubjetiva de la nostalgia (Tesis doctoral).
Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, esta perspectiva metodológica debe
entenderse como marco que hace énfasis
en el análisis literario que atiende al cuadrante semiótico
autor-texto-contexto-lector, es decir, “semiótica de la
afectividad-subjetividad (…) [como] la semiótica intermedia entre la que
podríamos considerar críptica y la semiótica crítica de la cultura. La primera
es aquella que se radicaliza en el texto, (…). La segunda es la que hace
énfasis entre el texto y el contexto, la gran lectura de los textos dentro del
conglomerado social a partir de las tensiones y distensiones que producen las
referencialidades culturales. En todo caso, refiero a la semiótica que
privilegia al enunciante manifestado a través de la cadencia del texto, y al
texto a manera de acto volitivo del enunciante, mediante el encuentro entre el
acto consciente e inconsciente del productor del discurso, desde donde es
posible tratar de abordar las diferentes coordenadas del sentido”.
[2] Hernández Carmona, Luis. (2016: 7)
Transgredir para historiar: la prospectiva narrativa de Mario Szichman.
Venezuela: CDCHTA-ULA
[3] Op. cit. pág. 7
[4] Op. cit. pág. 9
[5] Op. cit. Pág. 9
[6] Esta categoría es propuesta por
Hernández Carmona “para referir toda aquella red simbólica que ha entretejido
el hombre para comunicarse, y en ese empeño, dejar constancia ancestral de su
paso por la historia”.
[7] Así lo expresa Hernández Carmona:
“Inicio este ejercicio interpretativo bajo una premisa que llamaré teatralización narrativa, puesto que
toda esa obra es un escenario donde se transponen roles e intercambian máscaras
y disfraces frente a los ojos y letras de quienes ‘montan´ la escena (…)” op.
cit pág. 10
[8] Op. cit pág. 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario