Mario Szichman
El
autor inglés Anthony Berkeley Cox, escribiendo con uno de sus seudónimos,
Francis Iles, publicó en 1932 una novela policial, Before the Fact, repleta de paradojas. No es un whodunit, Nadie intenta averiguar quién
cometió un crimen. Los lectores pueden descubrir la identidad del villano y sus
motivos, tras leer apenas algunas decenas de páginas.
Colin
Dexter, un buen novelista de mysteries,
y excelente crítico, considera Before the Fact una novela de crimen, pero
no un relato detectivesco. La policía no desempeña rol alguno en la trama.
Before the Fact es la historia de Lina, “una víctima desde su
nacimiento”, y del psicópata que la seduce y la convierte en su esposa. La
novela podría haber llevado un título balzaciano, como Miserias de la vida conyugal. En ese sentido, los lectores hubieran
tenido una mejor percepción de su riqueza de matices. Obviamente, trasciende el
género del mystery por la riqueza
emocional de los personajes, y la manera en que Berkeley cinceló a la pareja
protagónica.
Alfred Hitchcock
Alfred
Hitchcock llevó la novela al cine con el título de Suspicion. Cary Grant y Joan
Fontaine compartieron los roles principales. Y en ese pasaje de las páginas de
un libro a la pantalla grande, el texto resultó uno de los fraudes más
talentosos en la historia del cine.
Es
interesante comparar ambas versiones, pese a las discrepancias entre las tramas,
por la sabia descripción del psicópata Johnnie Aysgart, uno de los mejores
papeles de Cary Grant en su carrera de actor.
En
la novela, resulta claro que Johnny es un ladrón, un estafador, un
falsificador, un adúltero, y un asesino. El drama está anticipado ya desde la
primera frase: “Algunas mujeres engendran asesinos, otras se acuestan con
ellos, y el resto contraen nupcias con ellos. Lina Aysgarth vivió con su esposo
durante casi ocho años, antes de advertir que se había casado con un asesino”.
Y
la frase final cierra la novela con cruel patetismo: A Lina “Le pareció una
pena tener que morir. Le hubiera gustado tanto seguir viviendo”.
En
el filme de Hitchcock, sospechamos de Johnny Aysgart hasta los segundos
finales, cuando se revela que es en realidad un devoto cónyuge, víctima de las
sospechas de su desconfiada esposa.
William
L. De Andrea, en su libro Encyclopedia
Mysteriosa, indica que la drástica alteración de la trama se debió a que el
estudio RKO Radio Pictures rechazó la
idea de que Cary Grant, uno de los más famosos astros de Hollywood, pudiese interpretar
a un psicópata. Esa temible figura ha generado innumerables textos en el campo
de la psiquiatría, a partir del clásico The
Mask of Sanity, de Hervey Cleckley.
Un
psicópata exhibe “encanto superficial”, carece de sinceridad, y es un mentiroso
patológico. Muestra una total falta de emoción, y no siente vergüenza, culpa o
lástima por el prójimo. Cleckley dijo que los psicópatas con los cuales entró
en contacto carecían de sentimientos afectivos. Subsistían en un vacío moral. Cuando
alguien les reprochaba sus destructivas acciones, respondían con indignación.
No podían aceptar responsabilidad alguna. La culpa era del otro.
A
Hitchcock le fascinaba el personaje del psicópata. Lo empleó en numerosas
ocasiones, en Shadows of a Doubt, Strangers on a Train, Dial M for Murder, Vertigo, North by Northwest, Psycho,
y Frenzy. (La lista no es
exhaustiva). En ocasiones, como ocurrió con Joseph Cotten en Shadows of a Doubt, con Robert Walker en
Strangers on a Train, con Ray Milland
en Dial M for Murder o con Barry
Foster en Frenzy, el psicópata se
adueñó del filme. Pero, en todos los casos, se trataba de actores que habían
superado la etapa del galán, y eran aceptados en cualquier rol.
OBSERVANDO
CON LA CÁMARA
Descartada
la posibilidad de convertir a Cary Grant en un asesino, el guión de Suspicion requirió acentuar la paranoia
de Lina Aysgart (Joan Fontaine), convencida de que el propósito final de
Johnnie era asesinarla. Había muchos detalles que confirmaban sus sospechas.
Hitchcock hizo espléndidos trabajos con la cámara, como cuando Johnnie lleva a
Lina un vaso de leche. El escenario está en penumbras, Johnnie asciende una
escalera de caracol, y lo único que se destaca es el vaso de leche que flota
nítido en las sombras. Lina bebe del vaso, convencida que la leche está
envenenada. Suspira aliviada al día siguiente, cuando confirma que se trató de
una más de sus infundadas sospechas.
Aquello
que Hitchcock no pudo trasladar al cine fue la relación conyugal que describió
Berkeley en Before the Fact. Y la
novela, pese a que han pasado más de ocho décadas desde su publicación, sigue
manteniendo su frescura y su actualidad, por la sutileza con que el novelista
trató a sus personajes. Quizás ayudó el formato.
En
una novela convencional, lo que ocurre en el seno de un matrimonio es bastante
aburrido. Solo surgen obras maestras cuando la mujer es infiel, como ocurre en Anna Karenina o en Madame Bovary. El marido infiel pertenece más a la comedia que a la
tragedia. Y la sufrida esposa, nunca ha contado con muchos admiradores.
Berkeley
tuvo un gran acierto al usar el formato de la novela policial, y al crear a
Lina Aysgarth. Antes de enamorarse de Johnnie, Lina estaba condenada a vestir
santos. Ella era la mujer inteligente de la familia, no mostraba gran belleza
–el honor correspondía a su hermana, Joyce—y, como informa el novelista, era
virgen. Además, vivía en una zona rural, donde no abundaban los conquistadores.
De
repente, en esa aridez emocional surge un cad,
un sinvergüenza como Johnnie. Las mujeres lo rodean como si fueran moscardones.
Pero Johnnie, de manera sorprendente, elige a Lina como su acompañante, y muestra
por ella una gran devoción, aunque la rebautiza como monkey face, cara de mono, una muestra de afecto, acompañada de
menosprecio.
En
el curso de la relación, los papeles de la pareja se van alterando. Tras el
casamiento, Lina decide asumir el rol de una madre cariñosa, pero estricta. Es
que Johnnie, además de encantador, es un irresponsable en cuestiones
financieras. Las deudas se acumulan, algunas son saldadas tras vender muebles y
joyas valiosas a espaldas de Lina, y siempre, a último momento, cuando Lina
está a punto de arrojar la toalla, Johnnie se reinventa como galán, y la abruma
con regalos.
Berkeley
manejó los hilos de la trama con diestra sagacidad. Permitió que el lector se
enfureciera con las malas artes de Johnnie, y, al mismo tiempo, ofreció
detalles que permitieron entender la pasión de Lina por su esposo. En realidad,
la pareja no consta de dos adultos amantes, sino de una madre, y de su
entrañable y peligroso hijo. La idea del incesto parece superar al amor. Y eso
hace comprensible lo que ocurrirá luego.
Lina
descubre, con el transcurso del tiempo, algunas indiscreciones de Johnnie. Le
ha sido infiel con varias mujeres, entre ellas sus mejores amigas, y también
con el personal doméstico. También descubre que su esposo ha tenido un hijo con
una de sus mucamas, demostrando que la ausencia de hijos en el matrimonio es
culpa exclusiva de Lina.
Es
el momento en que Lina decide finalmente separarse de Johnnie. Inclusive conoce
a un artista con el que entabla una relación sentimental adulta. Es una
relación condenada al fracaso, justamente porque se establece entre iguales. Y
cuando luego de algunos meses, Johnnie reaparece en la vida de Lina, se
restablece la relación madre/ hijo, aunque es obvio que esa vez, Johnnie irá
directo a la yugular de su amada.
Por
supuesto, nada de eso figura en Suspicion.
Las dudas de Lina son producto exclusivo de su imaginación. Johnnie ha
cometido indiscreciones, pero es un ser generoso, está enamorado de su esposa,
e inclusive sugiere que está dispuesto a suicidarse para pagar por sus errores.
La
gran distancia entre la novela y la película no impide que ambas sean obras
maestras. Pero es difícil que quien leyó la novela, no se haya sentido
decepcionado con el filme.
En
varias ocasiones, Hitchcock dijo que se vio obligado a alterar el final de Suspicion. Él quería que concluyera como
en Before The Fact. El estudio RKO,
cuyo único propósito era conservar la “heroica” imagen de Cary Grant, insistió
en cambiar el ending para mostrar la redención de Johnnie.
No
todos están de acuerdo con esa excusa. Donald Spoto, en su libro The Dark Side of Genius, dijo que en el
cruce de memorándums entre Hitchcock y RKO, el director insistió en que Suspicion debía basarse en las fantasías
de una mujer sobre un marido encantador, irresponsable, pero redimible.
¿Qué
hubiera ocurrido de acatar Hitchcock la trama de la novela? ¿Qué hubiera
ocurrido con la fama de Cary Grant? Para fortuna del director y del famoso
actor, Suspicion tuvo un final feliz.
Es
obvio que Hitchcock necesitaba a Cary Grant por simples razones taquilleras. En
el famoso libro de entrevistas que le hizo Francois Truffaut, el director
francés le planteó ciertas objeciones a la trama de algunas películas, y a la
elección de algunos actores. Hitchcock le respondió algo así como: “Lo único
que me faltaba, hacer filmes para quienes consideran que el cine es un arte”.
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