La doctora Alexis del C. Rojas Paredes*, profesora de la Universidad
Nacional Experimental “Simón
Rodríguez” Núcleo Valera, publicó en Cifra Nueva Revista de Cultura, nº 35, enero-junio 2017, el artículo "La región vacía, discurso estético de un hecho trascendente", en el que reflexiona en torno a mi última novela. Compartimos con ustedes, desde este espacio, el texto de la doctra Rojas.
La
vida brota y transcurre atravesada por dos
fuerzas
contradictorias: la de la preservación,
y
la del abismo de la muerte.
Víctor
Bravo
En su
deslumbrante uso del lenguaje como enlace subjetivo de la narración, en esa
interconexión entre lenguaje y mundo, llamados los juegos del lenguaje
para Wittgenstein (1968, p.60), donde “Sólo es posible imaginar
combinaciones no existentes de elementos existentes”, Mario Szichman nos
recrea, en esta ocasión, con la novela La Región Vacía (2014), obra que tiene como referente existencial
la tragedia que sacudió nefastamente a Nueva York y al mundo el 11 de
septiembre de 2001. Hecho trascendente de carácter
dramático, que el escritor, con excelente madurez narrative, transfigura en un
hecho discursivo sugestivo, fundado en la confluencia de historias, las cuales,
desde la intimidad de los personajes, revelan experiencias vividas y relaciones
de significación. Entreteje diversas individualidades que despuntan la
intersubjetividad del discurso estético, connotando entre sus posibilidades
interpretativas sentidos que se mueven entre las conmoción y la contemplación,
erigidos desde la sensibilidad artística del escritor y que reproduce
espléndidamente en sus personajes.
Bajo esta
mirada, Szchiman reconstruye y resignifica la historia discursiva, en la cual
el curso de los acontecimientos y el entrecruzamiento de variados sucesos y
escenarios estructuran una isotopía narrativa, simbolizada, sin duda, en los collages
de Marcia. Las realidades cotidianas de los protagonistas: Marcia y Jeremiah, a
quienes distancia pero a su vez acerca; la postura y propósitos de los líderes
adversarios: Osama bin Laden y George Bush; los alertas de seguridad de un ex
funcionario del FBI; cinceladas desde el encubrimiento, la incertidumbre y lo
impredecible en tres marcas temporales, distingue en el autor la representación
de niveles perceptivos e imaginativos que deslumbran a partir del tono del
lenguaje, el matiz reflexivo y la experiencia placentera.
Entre esta
confluencia de historias narrativas que arman el collage de la obra, el autor
reconstruye de forma intercalada y con minuciosa descripción, el encubrimiento
del plan terrorista de Osama bin Laden al este de Afganistán, las estadías,
intercambio de información y desplazamiento de los miembros de Al Qaida, -“Viajaban
en sus cuerpos, pero ya estaban escindidos de ellos. No tenían pensamientos
trascendentes. La idea de inmolación había cedido paso a las tareas
burocráticas que debían cumplir…”- (Szichman, p.54); fines que logran
superando misteriosamente todos los controles de seguridad en los aeropuertos. Dice
el autor:
La furia de todos ellos, una furia incubada en siglos de
frustración, apaciguada en cinco rezos diarios, propulsada por la injusticia,
atenuada por escasos momentos de ternura y espoleada por la aflicción, por la
eterna aflicción, movería edificios enormes, disiparía hasta sus cimientos. Sus
vidas se disolverían en un instante, sin dolor, como si nunca hubieran existido
(p.62).
Todo ello en
medio de la normal cotidianeidad de la existencia neoyorquina, de la impensable
destrucción del World Trade Center, y en un día de trabajo educativo del
Presidente George Bush.
No obstante,
es significativo destacar cómo el narrador, a través del personaje Patrick
Cassidy, exfuncionario del FBI y luego Jefe de seguridad de buena parte de las
torres gemelas, instaura referencias que enmarcan la catástrofe como los
“vaticinios” fundados por el personaje sobre los planes de Al-Qaida, los cuales
eran desestimadas por los jefes; así como la “legendaria vulnerabilidad” y
“fallas estructurales” de construcción reiteradamente divulgadas “Una
arquitecta había dicho en el New York Times que podían convertirse en las
lápidas más gigantescas del mundo” (p.130); actos evasivos que llevan al
lamentable infortunio.
Este hecho,
de indudable conmoción, dado a los estados de afectación individual y colectivo
visto desde el mismo instante de la tragedia y los momentos sucesivos del
impacto del primer avión de American Airlines y luego el segundo, provoca la
perplejidad e incertidumbre tanto para las personas que están dentro de las
torres gemelas como en familiares y colectividad en general, llegando a
representar momentos de vértigo signado en primer lugar, por la progresión de
marcas temporales definitorias –víspera, el amanecer del 11 de septiembre de
2001 a las 4:00am; traslado hacia el aeropuerto, 8:00am; el primer ataque, 8:46
am; el segundo a las 9:03- y en segundo lugar, por cada evento impredecible y
las consecuencias de los instantes posteriores; atravesados en un discurso
narrativo cargado de mucha expectación, sin llegar a imprimir el sello
dramático que la crueldad de los acontecimientos o victimización del hecho
histórico social como tal.
En este orden
interpretativo, podemos apreciar el comportamiento y estados emotivos de
Marcia, madre de dos ejecutivos que mueren dentro de la Torre Norte, personaje
protagónico, quien a través de la comunicación telefónica con sus hijos a la
par de las imágenes televisivas de CNN, revela sobre la marcha de la tragedia
el curso de los acontecimientos, las sensaciones vividas de angustia y
confusión “funcionaba como en sus collages. No había continuidad. Trataba de
ir reajustándose a la novedad.” (p.147).
Todo se torna
en incertidumbre y finalmente en desolación. Marcia:
Tras la muerte de sus hijo afrontó el duelo…Se sentía incómoda en
ese mundo de deudos y de víctimas donde nadie decía la verdad. (…) buscaba
algún tipo de racionalidad. Odiaba las palabras imprecisas, los golpes en el
pecho, la idea de que un cataclismo se había abatido sobre Nueva York,… La
aterraba pensar que mataban simplemente por el placer de matar (…) Marcia
decidió finalmente abandonar la congoja colectiva. Al menos en su soledad
estaba ausente la mentira. (p.p.68-69)
El personaje
enfrenta su aflicción y vacío terrenal/ espiritual en la búsqueda constante de
un aliento de vida que le permita recobrar la contradictoria preservación de
sus hijos.
En el
transcurrir de este paralelismo muerte, vacío y aflicción, la trama narrativa
entrecruza los personajes protagónicos de Marcia y de Jeremiah, periodista
responsable de reportar las infaustas consecuencias del atentado de las torres
gemelas, en escenas progresivas de encuentros y desencuentros que nos muestran
diversas singularidades de vida, de relaciones de significación, sobre
experiencias, conceptos, que evidencian diferencias pero también despiertan
deseos e intenciones “Venga vamos a protegernos –le dijo Jeremiah (…) He
decidido que a partir de este momento, mi tarea es protegerla, hacerla feliz y
llevarla a la cama” (p.p.80-81). Por lo que en medio de episodios de
aflicción se introduce una serie de elementos isotópicos que perfilan un estado
de contemplación en los protagonistas, tanto de las condiciones físicas como de
los objetos de realización profesional y de los diálogos intersubjetivos.
Es importante
referir, aquí, que la noción de contemplación, más allá de su concepción como
conocimiento y unión con Dios recogido por los postulados místicos, se percibe
en un sentido amplio como una mirada que emana placer, como la aproximación que
se genera entre el sujeto-sujeto, sujeto-objeto, producto de la observación
atenta, valorativa y reflexiva del encuentro o de la realidad observada; es
decir una contemplación por el otro y lo otro.
Entre las
diversas definiciones de la contemplación, cabe mencionar la de Manuel Belda, Profesor de la Pontificia Universidad de la
Santa Cruz (Roma), quien señala que:
el significado original del término “contemplar”
encierra un triple contenido: a) se trata de mirar, pero de un mirar
con atención, con interés, que involucra la dimensión afectiva de la persona;
b) dicho interés procede del valor o calidad que
posee la realidad contemplada; c) este mirar
comporta una presencia o inmediatez de dicha realidad (cfr. Belda, s/f
).
En este
sentido, se puede decir que la capacidad de contemplar demanda estimación de
algo que va más allá de lo observado, lo que hay al otro lado del límite.
A
la luz de esta noción de contemplación, se desnuda la intimidad de la vida
afectiva y condición humana de los protagonistas, en un acercamiento de
aparente contradicciones que a lo largo de sus andanzas se reconvierten:
Ahora
no tiene la mirada de un pescado–dijo Marcia observando a Jeremiah.
-Le queda muy
bien el cabello mojado. Debe ser muy bella al salir de la ducha (…)
–No usted no
es un pescado. Usted es un extraterrestre. ¿Por qué me mira así? (p.p.80-81).
De igual
modo, la atención e interés hacia los objetos como el deslumbrante bolígrafo de
Jeremiah, por ejemplo, la observación analítica e indecible sobre los collages
de Marcia, los diálogos enjuiciadores sobre sus experiencias de vida: agonía y
muerte de la esposa de Jeremiah, los amantes de Marcia y la vida de sus hijos;
constituyen actos de sensibilidad humana, con mirada valorativa y reflexiva,
visto inclusive en un comportamiento de fines contradictorio de Osama bin
Laden:
Cuando regresó del baño, observó a Amal al-Sada, su esposa más
joven. Estaba amamantando a su hijo…Él se sentía en sus brazos como si fuera un
niño, la amaba con ternura. (…) Sabía que nunca podía volver a vivir como un
ser humano normal…Estaba destinado a morir en la Región Vacía.
(p.p.86-87)
Estas escenas,
que marcan sentidos de contemplación, entre otras, se dimensionan al final de
la novela, cuando los protagonistas parecen entender los conflictos de sus
vidas, al reconocerse uno en el otro, al apostar a una nueva forma vida signada
por el misticismo, la compasión y la esperanza; representada en un primera
instancia por el deseo inalcanzable de Marcia de volver a ver a sus hijo por
última vez, y en la búsqueda afanosa de Jeremiah por satisfacerla. Para ello,
ambos intentan su fin, Marcia en la elaboración del collage con las fotografías
de la infancia de sus hijos y Jeremiah en una búsqueda milagrosa para responder
a lo prometido. Cito en extenso:
Observó el collage. Lo más difícil para Marcia había sido
conseguir las fotos donde sus hijos se sonreían mutuamente mientras saltaban
del muelle en Lake George (…) Estaban elegantes, como si antes de saltar se
hubieran mirado al espejo y dado un toque a las corbatas…Como trasfondo no
estaba la torre desde la cual habían saltado, sino las montañas Adirondacks.
Era una de las transgresiones que Marcia había cometido en el collage. Tuvo que
pintar gama verde en las orillas del lago para ocultar la nieve. Otra
transgresión. Luego pegó el collage con la figura de sus hijos. Era una visión
extraña. La pintura verde había encubierto la nieve, pero la nieve había hecho
brillar el lago con una luz que no pertenecía al verano. Volvió a observar el
collage. Nunca había visto a sus hijos tan felices. Hacía mucho tiempo que no
se sentía tan desdichada. (p.p.211-212)
Marcia volvió a contemplar la fotografía…allí estaban sus hijos.
Al menos la foto los había preservado intactos. (…) Ningún rostro era
reconocible, pero Marcia observó las figuras, y descubrió a sus hijos por sus
posturas… Sus hijos parecían desconcertados, afectados por la incertidumbre
(p.214)
Vemos en estos extractos cómo la noción de contemplación revela la
realidad observada en una aproximación del sujeto-objeto que trasgrede el
límite de lo observado para generar “una forma posible de mirar las cosas”, la
ocultación y desocultación de la preservación ante la negación de la muerte de
sus hijos. De igual modo, tenemos en una segunda instancia, la historia final
de los protagonistas, quienes de manera reflexiva llegan a conocerse y
reconocerse desde las diferencias y la identificación, en las que cada uno ve
en el otro la posibilidad de establecer una relación distinta a las
experiencias amatorias anteriores; pues marcados por sus perturbaciones, ahora
apuestan al milagro y la esperanza como fuente de vida:
Jeremiah pensó que la vida junto a Marcia era un milagro.
“Pero Jeremiah no piensa en todas esas cosas tristes”, reflexionó
Marcia. “El cree en los milagros”. (…)
Marcia rezó a la esperanza. (…) Jeremiah era el comienzo de algo
sin un final previsible. Aterrador pero magnífico.
Jeremiah recordó que la esperanza es eterna e inevitable.
Marcia caviló en un concepto que nunca había relacionado con los
hombres en su vida: la devoción…
Jeremiah asumió que su misión cotidiana era conquistar a Marcia,
aplacar sus miedos, hacerla avanzar en todo aquello que amaba. (p.215)
De manera que
el hecho trascendente de La Región Vacía, más allá de un referente existencial,
constituye desde una connotación semiótica un discurso estético
revelador de subjetividades que se entrecruzan de manera significativa, que
desde el acercamiento interpretativo mostrado, se mueven entre las denominadas
nociones de conmoción y contemplación, que dibujan parafraseando a Bravo las
“fuerzas contradictorias de la vida”, referidas en el epígrafe.
Szichman, con
un dominio de estructuras narrativas hace de la trama todo un juego discursivo,
haciendo confluir entre las escenas de conmoción y contemplación la presencia
de personajes artísticos –elemento recurrente en las obras del escritor,
particularmente en Eros y la Doncella- con
expresiones que le otorgan una alta dosis de recreación e imaginación al texto.
Los collages de Marcia, quien “no despegaba de amateurs”, unidad
estructurante de la novela; los bocadillos para cine de Jeremiah; las
fotografías de Ralph, en “su eterno proyecto” y la dramaturgia del Tío Augustus,
“siempre era su misma obra”; representan los matices y entreactos que irrumpen
la tragedia, desde la controversia y posturas críticas- reflexivas ante el
oficio.
Sin duda, La
Región Vacía constituye un
discurso estético magistralmente enunciado en
sus formas expresivas desde un manejo impecable del lenguaje; esto es, al decir
de Wittgenstein (1953) “un todo formado por el lenguaje y las acciones con
las que está entretejido”, signada en el recorrido narrativo por las dos
condiciones contradictorias de la existencia humana: vida-muerte. Creación
literaria que por la manera en que el escritor se apropia de los
acontecimientos y sus personajes, hace posible revelarnos una historia que
funda al decir de Ricoeur (1995, p.104), “el genuino poder referencial del
texto”.
Referencias Bibliográficas:
Belda, M. (s/f). ¿Qué es la contemplación? [en línea]. Disponible
en http://www.mercaba.org/Enciclopedia/Q/que_es_la_contemplacion.htm
[Consulta 20/12/2015].
Ricoeur, P. (1995). Teoría de la Interpretación. Discurso y
excedente de sentido. México. Siglo Veintiuno.
Szichman, M. (2014). La Región Vacía. Madrid. Verbum
Wittgenstein, L. (1968). Los cuadernos azul y marrón. (Traducción
de la edición inglesa: Francisco García Guillén). Madrid. Taurus. 1993
Wittgenstein, L. (1953). Investigaciones filosóficas. (Edición
bilingüe. Trad. García Juárez y Moulines). México. Instituto de Investigaciones
Filosóficas. 19
*Alexis del C. Rojas Paredes, Doctora en Ciencias de la Educación,
MSc. Literatura Latinoamericana. Profesora de la Universidad Nacional
Experimental “Simón Rodríguez” Núcleo Valera. Miembro Activo de la Línea de
Investigación “Lengua, Literatura y Arte (ILLA).
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