domingo, 2 de julio de 2017

Los vengadores judíos


Mario Szichman



Concluí hace poco la escritura de una novela, que fue luego revisada y mejorada por la profesora Carmen Virginia Carrillo, editora de todas mis obras de ficción. Alude a un capítulo poco conocido de la resistencia judía.
Se ha escrito bastante sobre esa resistencia que peleó en Polonia y en otras partes de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. El libro Treblinka, de Jean Francois Steiner, es uno de los mejores en relación al tema.
Sin embargo, poco se menciona la otra resistencia judía que creó comandos de Nokmim, vengadores, tras cesar el conflicto. Pues esa resistencia ofrece una versión menos agradable.
Casi un millón de judíos murieron en los hornos crematorios de Treblinka antes del 2 de agosto de 1943. Ese día, 600 prisioneros, portando revólveres y granadas que habían robado o comprado de manera clandestina a traficantes de armas, atacaron a los guardias nazis, quemaron el campo y huyeron a los bosques de Polonia. De esos luchadores, sobrevivieron apenas cuarenta, tras dejar un testimonio de gran coraje.


Por cierto, la tasa de bajas cuenta con escasos precedentes. Esa lucha hasta el último combatiente se repitió luego en el gueto de Varsovia. La desigual lucha se transmutó muchas veces en suicidio. Mujeres judías solían arrojarse sobre los soldados alemanes desde las ventanas de apartamentos tras activar granadas que portaban en su ropa interior.
Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Adolf Hitler, rindió el mejor, involuntario homenaje a los combatientes, cuando dijo al Führer: “Ahora sabemos de qué son capaces los judíos cuando consiguen armas”.
En cuanto a la resistencia judía que continuó tras la derrota alemana, ha sido siempre un tema incómodo, en ocasiones tabú. Los Nokmim —vengadores— eran cazadores de nazis. Y sus métodos, raramente convencionales.
Un día, un enfermero ingresó en un hospital donde un exjerarca nazi se estaba recuperando de una operación de apendicitis. El paciente tendió el brazo al enfermero para que le hiciera una transfusión de sangre. Segundos después, sintió un aroma extraño en la habitación. Entró en convulsiones, y murió. El falso enfermero le había inyectado cuatrocientos centímetros cúbicos de querosén. 
Y después estaban las muertes misteriosas de exnazis, o los asesinatos que pasaban por percances. También hubo secuestros. La mayoría de los capturados se resignaba a su suerte. No cuestionaban a sus captores, o examinaban las acusaciones que les tendían. Varios nazis que participaron en grupos de exterminio aparecieron muertos en zanjas al costado de los caminos, atropellados por automóviles que terminaban con abolladuras y con sangre en el guardabarros delantero. Sus perpetradores solían abandonar sus vehículos a la buena de Dios.
Hubo  decenas de ajusticiados. Había escasas evidencias de juego sucio, eso hacía dificil unir los puntos, revelar un plan. ¿Por qué los cadáveres de tantos miembros de las SS afloraban en cunetas? Un exmiembro de la SS que se había encargado de asuntos judíos –deportaciones y asesinatos de prisioneros— murió incinerado en su automóvil cuando su columna de dirección quedó atascada, mientras manejaba en una carretera repleta de vehículos. Un mecánico Nokmim se había encargado de quitarle una pieza a la columna de dirección.

 MICHAEL ELKINS

LA DOBLE VIDA DE MICHAEL ELKINS

El 12 de marzo de 2001 apareció en muchos periódicos de Estados Unidos y de Gran Bretaña el obituario de Michael Elkins, quien, para toda una generación de oyentes de la BBC de Londres, era “la voz de Jerusalén”. Elkins falleció a los 84 años, tras una vida bastante aventurera. En realidad, tuvo dos vidas. La más sedentaria fue la de corresponsal de la BBC en Israel. La otra está resumida entre la portada y la contraportada de su libro Forged in Fury. Inclusive Elkins se escuda en un seudónimo para narrar sus actividades como vengador judío. El descubrimiento de ese libro fue esencial para la confección de mi novela. En realidad, toda la trama se basa en una página del libro.
En sus tareas como corresponsal de la BBC, Elkins tuvo algunos scoops, primicias, que lo hicieron famoso.
Durante “La guerra de los seis días” de junio de 1967 entre Israel y varias naciones árabes, Elkins trabajaba como stringer en Jerusalén de la BBC, de la cadena radial CBS y de la revista Newsweek. Un stringer trabaja a medio tiempo, su sueldo es bajo. De ahí la necesidad de contar con más de un empleo. Además, no es una figura muy cotizada. Pero Elkins valía sus quilates. Y además, tenía contactos en las altas esferas del gobierno israelí.
Varios de los funcionarios habían sido camaradas de la resistencia durante la segunda guerra mundial. Y uno de ellos le informó de una importante victoria de la fuerza aérea israelí contra la coalición de Egipto, Siria y Jordania. En escasas horas, los israelíes habían destruido en tierra la fuerza aérea de las tres naciones árabes.
La censura militar israelí leyó el informe de Elkins, y lo engavetó, pues había otros operativos en marcha que podían ser puestos en peligro si se divulgaba la noticia. Elkins propuso un acuerdo a los censores. Una vez permitiesen la circulación de la historia, solicitaba prioridad.
Los censores aceptaron el compromiso. Elkins pasó la información a la BBC y a CBS. La BBC transmitió de inmediato la primicia, y cuando pasaron las horas y no había confirmación alguna del episodio, varios ejecutivos empezaron a sacar resumés de los cajones de su escritorio tratando de evaluar qué otro medio periodístico los contrataría una vez fuesen despedidos.
En cuanto a la CBS, más cautelosa, guardó la copia de Elkins mientras revisaba los cables de las agencias noticiosas. No había información alguna sobre la presunta victoria israelí. Finalmente, un ejecutivo de la CBS le envió a Elkins este mensaje: “Solo usted habla de la victoria israelí. Esperemos que tenga razón”, y difundió la primicia.
Elkins nunca perdonó la afrenta de CBS. Semanas después, viajó a Nueva York. La plana mayor de CBS lo recibió en sus oficinas, y lo aplaudió por su scoop. La respuesta de Elkins a los directivos de CBS fue “Váyanse al demonio. Vine a presentar la renuncia”.
Los ejecutivos de CBS le ofrecieron toda clase de beneficios para que continuara como corresponsal. Elkins rechazó la oferta. Cuando uno de sus colegas lo elogió por su probidad, el corresponsal le dijo: “Debo confesarte que estuve muy tentado de aceptar la oferta de la CBS. Por suerte ya había obtenido una propuesta mejor de la revista Newsweek”. Elkins tenía una gran virtud: no se mentía a sí mismo.
La doble personalidad de Elkins, como la de Superman y Clark Kent, se revela en el libro Forged in Fury, que publicó en 1971. Allí menciona una organización de vengadores judíos, integrada por unos 50 miembros, y cuyo acrónimo era DIN, palabra en hebreo que significa “juicio”. El grupo fue formado en Europa, en 1945. Según el autor, la tarea de DIN era matar “a los asesinos de judíos”: exnazis, hombres de las SS, personal superior en los campos de exterminio, así como homicidas que lograron retornar a la vida civil y nunca recibieron castigo.
Tras la guerra, funcionarios de Estados Unidos y Gran Bretaña identificaron a más de trece millones de alemanes que formaban parte del aparato de exterminio del Tercer Reich. Sin embargo, todo quedó reducido a veinticuatro individuos que fueron ejecutados tras el juicio de Nuremberg.
La tarea de los 50 vengadores judíos parecía absurda. ¿Cómo imponer la justicia contra esa gigantesca maquinaria de moler carne que fue el Tercer Reich? Se ejecutaron algunas venganzas, y sus perpetradores nunca fueron encontrados. En su libro Forged in Fury, Elkins cambió los nombres, sitios de operaciones y fechas, para proteger a sus compañeros. Pero uno de los miembros del DIN, Arnie Berg, un norteamericano, se parece demasiado a Elkins.
El periodista tuvo una vida muy aventurera, que explica su otra personalidad. A comienzos de la guerra, trabajó en Europa para la OSS, precursora de la CIA. Se sabe que fue despachado a varios puntos del continente, a fin de trabajar detrás de las líneas enemigas. También presenció la liberación del campo de exterminio de Dachau, por parte de tropas norteamericanas. Tras observar las pilas de cadáveres y los esqueléticos sobrevivientes, redescubrió sus raíces judías, y planeó la venganza.

LA PERSISTENCIA DE LA VENGANZA

En 1947, dos años después de concluir la guerra, Elkins conoció en Nueva York a Teddy Kollek, quien luego sería alcalde de Jerusalén. Kollek estaba encargado del envío de armas a la Haganah, una organización paramilitar judía durante el Mandato Británico de Palestina (1921—1948). La Haganah se convirtió luego en el núcleo de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Elkins pasó a ser uno de los lugartenientes de Kollek. El FBI empezó a seguirle la pista a Elkins, descubrió sus tareas clandestinas, y el periodista tuvo que huir a Israel con su esposa Martha, en 1948.
Como señalé antes, en su libro Forged in Fury, Elkins cometió un pequeño desliz. Uno de los vengadores que describe, Arnie Berg, se parece demasiado a él.
Y Arnie Berg es protagonista de una historia que creció en mi novela hasta convertirse en el núcleo central.
En su libro, Elkins brinda un testimonio que causó gran sensación en Canadá, en la década del setenta. Un ciudadano pidió a las autoridades policiales que investigaran el alegato del autor.
Hacia el final de Forged in Fury, se describe un asesinato cometido por Arnie Berg contra un ciudadano de origen estonio en Winnipeg.
Esto es lo que dice el texto: "Arnie Berg viajó de Sudamérica a Canadá y de allí a Winnipeg, para llegar antes que Alexander Laak pudiese huir, temiendo las represalias por los cien mil judíos que ordenó asesinar cuando era comandante del campo de exterminio de Jagala, en Estonia.
“Berg llevó a Laak a su garaje en su vivienda suburbana, y le informó cómo lo asesinaría. Y también a su esposa, cuando ésta regresara del cine. Luego de unos quince minutos de conversación, Laak rogó que le permitiera suicidarse ´de manera decente´. Entonces Berg le tendió una soga, y lo dejó colgando” de una viga de su garaje… “Un claro caso de suicidio”.
La investigación policial sobre “el asesinato” de Alexander Laak fue abandonada tras algún tiempo. Periodistas y fanáticos de las novelas policiales determinaron que se trataba de un invento de Elkins. Uno de ellos dijo que era “una fantasía de Nintendo”. Tal vez Michael Elkins soñaba con transformarse en un autor de novelas policiales y para eso practicó sus dotes en ese libro de non fiction.  
El episodio sobre el presunto asesinato de Laak despertó mi interés. Y el final de mi novela hice viajar al protagonista a Winnipeg, para matar a quien fuera “kapo” del campo de concentración de Jagala. También el personaje se “suicidaba” luego que el protagonista lo amenazaba con asesinar a su esposa. En realidad, no se trataba de un suicidio…
En mi novela, la muerte del verdugo del campo de concentración servía para reunir a dos amantes. Sin embargo, todo el episodio me sigue causando gran malestar.

… Veinte años después de que la policía canadiense desestimó las revelaciones de Elkins, vi esta “Nota del Editor” en un blog; “Alexander Laak was indeed murdered, according to police and media reports.” Alexander Laak fue en realidad asesinado, según informes de la policía y de la prensa.
Sigo pensando que la venganza puede satisfacer a sus perpetradores, pero no es justicia.


2 comentarios:

  1. Comentarios a algo producido por el proverbial talento de Mario, siempre han de sobrar. Yo resaltaría que por haber sido consignadas estas ilustrativas líneas en medio de las dolorosas circunstancias que atravesamos, es un regalo altamente pedagógico ¿Sería este aspecto una intención subyacente de nuestro agudo amigo?

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  2. Manuel; claro que escribí este artículo pensando en Venezuela, que considero mi patria adoptiva. No creo en la resignación, pero tampoco en las balandronadas, o en las promesas siempre incumplidas. Es necesario explorar nuevos senderos, disminuir los golpes en el pecho, y las fórmulas que se reiteran en el fracaso. Siempre he insistido en que los caminos de la libertad son casi imposibles de transitar, pero resultan infinitamente superiores a los callejones sin salida. Gracias por el mensaje. Y por la amistad.

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