Mario Szichman
Concluí hace poco
la escritura de una novela, que fue luego revisada y mejorada por la profesora
Carmen Virginia Carrillo, editora de todas mis obras de ficción. Alude a un
capítulo poco conocido de la resistencia judía.
Se ha escrito
bastante sobre esa resistencia que peleó en Polonia y en otras partes de Europa
durante la Segunda Guerra Mundial. El libro Treblinka,
de Jean Francois Steiner, es uno de los mejores en relación al tema.
Sin embargo, poco
se menciona la otra resistencia judía que creó comandos de Nokmim, vengadores, tras cesar el conflicto. Pues esa resistencia
ofrece una versión menos agradable.
Casi un millón de
judíos murieron en los hornos crematorios de Treblinka antes del 2 de agosto de
1943. Ese día, 600 prisioneros, portando revólveres y granadas que habían robado
o comprado de manera clandestina a traficantes de armas, atacaron a los
guardias nazis, quemaron el campo y huyeron a los bosques de Polonia. De esos
luchadores, sobrevivieron apenas cuarenta, tras dejar un testimonio de gran
coraje.
Por cierto, la
tasa de bajas cuenta con escasos precedentes. Esa lucha hasta el último
combatiente se repitió luego en el gueto de Varsovia. La desigual lucha se transmutó
muchas veces en suicidio. Mujeres judías solían arrojarse sobre los soldados
alemanes desde las ventanas de apartamentos tras activar granadas que portaban
en su ropa interior.
Joseph Goebbels,
el ministro de Propaganda de Adolf Hitler, rindió el mejor, involuntario
homenaje a los combatientes, cuando dijo al Führer: “Ahora sabemos de qué son
capaces los judíos cuando consiguen armas”.
En cuanto a la
resistencia judía que continuó tras la derrota alemana, ha sido siempre un tema
incómodo, en ocasiones tabú. Los Nokmim
—vengadores— eran cazadores de nazis. Y sus métodos, raramente convencionales.
Un día, un
enfermero ingresó en un hospital donde un exjerarca nazi se estaba recuperando
de una operación de apendicitis. El paciente tendió el brazo al enfermero para
que le hiciera una transfusión de sangre. Segundos después, sintió un aroma
extraño en la habitación. Entró en convulsiones, y murió. El falso enfermero le
había inyectado cuatrocientos centímetros cúbicos de querosén.
Y después estaban
las muertes misteriosas de exnazis, o los asesinatos que pasaban por percances.
También hubo secuestros. La mayoría de los capturados se resignaba a su suerte.
No cuestionaban a sus captores, o examinaban las acusaciones que les tendían.
Varios nazis que participaron en grupos de exterminio aparecieron muertos en
zanjas al costado de los caminos, atropellados por automóviles que terminaban
con abolladuras y con sangre en el guardabarros delantero. Sus perpetradores
solían abandonar sus vehículos a la buena de Dios.
Hubo decenas de ajusticiados. Había escasas
evidencias de juego sucio, eso hacía dificil unir los puntos, revelar un plan.
¿Por qué los cadáveres de tantos miembros de las SS afloraban en cunetas? Un exmiembro
de la SS que se había encargado de asuntos judíos –deportaciones y asesinatos
de prisioneros— murió incinerado en su automóvil cuando su columna de dirección
quedó atascada, mientras manejaba en una carretera repleta de vehículos. Un
mecánico Nokmim se había encargado de quitarle una pieza a la columna de
dirección.
MICHAEL ELKINS
LA DOBLE VIDA DE
MICHAEL ELKINS
El 12 de marzo de
2001 apareció en muchos periódicos de Estados Unidos y de Gran Bretaña el
obituario de Michael Elkins, quien, para toda una generación de oyentes de la
BBC de Londres, era “la voz de Jerusalén”. Elkins falleció a los 84 años, tras
una vida bastante aventurera. En realidad, tuvo dos vidas. La más sedentaria
fue la de corresponsal de la BBC en Israel. La otra está resumida entre la
portada y la contraportada de su libro Forged
in Fury. Inclusive Elkins se escuda en un seudónimo para narrar sus
actividades como vengador judío. El descubrimiento de ese libro fue esencial
para la confección de mi novela. En realidad, toda la trama se basa en una
página del libro.
En sus tareas
como corresponsal de la BBC, Elkins tuvo algunos scoops, primicias, que lo hicieron famoso.
Durante “La
guerra de los seis días” de junio de 1967 entre Israel y varias naciones
árabes, Elkins trabajaba como stringer
en Jerusalén de la BBC, de la cadena radial CBS y de la revista Newsweek. Un stringer trabaja a medio tiempo, su
sueldo es bajo. De ahí la necesidad de contar con más de un empleo. Además, no es
una figura muy cotizada. Pero Elkins valía sus quilates. Y además, tenía
contactos en las altas esferas del gobierno israelí.
Varios de los
funcionarios habían sido camaradas de la resistencia durante la segunda guerra
mundial. Y uno de ellos le informó de una importante victoria de la fuerza
aérea israelí contra la coalición de Egipto, Siria y Jordania. En escasas
horas, los israelíes habían destruido en tierra la fuerza aérea de las tres
naciones árabes.
La censura
militar israelí leyó el informe de Elkins, y lo engavetó, pues había otros
operativos en marcha que podían ser puestos en peligro si se divulgaba la
noticia. Elkins propuso un acuerdo a los censores. Una vez permitiesen la
circulación de la historia, solicitaba prioridad.
Los censores
aceptaron el compromiso. Elkins pasó la información a la BBC y a CBS. La BBC
transmitió de inmediato la primicia, y cuando pasaron las horas y no había
confirmación alguna del episodio, varios ejecutivos empezaron a sacar resumés de los cajones de su escritorio tratando
de evaluar qué otro medio periodístico los contrataría una vez fuesen despedidos.
En cuanto a la CBS,
más cautelosa, guardó la copia de Elkins mientras revisaba los cables de las
agencias noticiosas. No había información alguna sobre la presunta victoria
israelí. Finalmente, un ejecutivo de la CBS le envió a Elkins este mensaje: “Solo
usted habla de la victoria israelí. Esperemos que tenga razón”, y difundió la
primicia.
Elkins nunca
perdonó la afrenta de CBS. Semanas después, viajó a Nueva York. La plana mayor
de CBS lo recibió en sus oficinas, y lo aplaudió por su scoop. La respuesta de Elkins a los directivos de CBS fue “Váyanse
al demonio. Vine a presentar la renuncia”.
Los ejecutivos de
CBS le ofrecieron toda clase de beneficios para que continuara como
corresponsal. Elkins rechazó la oferta. Cuando uno de sus colegas lo elogió por
su probidad, el corresponsal le dijo: “Debo confesarte que estuve muy tentado
de aceptar la oferta de la CBS. Por suerte ya había obtenido una propuesta
mejor de la revista Newsweek”. Elkins
tenía una gran virtud: no se mentía a sí mismo.
La doble personalidad
de Elkins, como la de Superman y Clark Kent, se revela en el libro Forged in Fury, que publicó en 1971.
Allí menciona una organización de vengadores judíos, integrada por unos 50
miembros, y cuyo acrónimo era DIN, palabra en hebreo que significa “juicio”. El
grupo fue formado en Europa, en 1945. Según el autor, la tarea de DIN era matar
“a los asesinos de judíos”: exnazis, hombres de las SS, personal superior en
los campos de exterminio, así como homicidas que lograron retornar a la vida
civil y nunca recibieron castigo.
Tras la guerra,
funcionarios de Estados Unidos y Gran Bretaña identificaron a más de trece
millones de alemanes que formaban parte del aparato de exterminio del Tercer
Reich. Sin embargo, todo quedó reducido a veinticuatro individuos que fueron
ejecutados tras el juicio de Nuremberg.
La tarea de los
50 vengadores judíos parecía absurda. ¿Cómo imponer la justicia contra esa
gigantesca maquinaria de moler carne que fue el Tercer Reich? Se ejecutaron algunas
venganzas, y sus perpetradores nunca fueron encontrados. En su libro Forged in Fury, Elkins cambió los
nombres, sitios de operaciones y fechas, para proteger a sus compañeros. Pero
uno de los miembros del DIN, Arnie Berg, un norteamericano, se parece demasiado
a Elkins.
El periodista
tuvo una vida muy aventurera, que explica su otra personalidad. A comienzos de
la guerra, trabajó en Europa para la OSS, precursora de la CIA. Se sabe que fue
despachado a varios puntos del continente, a fin de trabajar detrás de las
líneas enemigas. También presenció la liberación del campo de exterminio de
Dachau, por parte de tropas norteamericanas. Tras observar las pilas de
cadáveres y los esqueléticos sobrevivientes, redescubrió sus raíces judías, y
planeó la venganza.
LA PERSISTENCIA
DE LA VENGANZA
En 1947, dos años
después de concluir la guerra, Elkins conoció en Nueva York a Teddy Kollek,
quien luego sería alcalde de Jerusalén. Kollek estaba encargado del envío de
armas a la Haganah, una organización paramilitar judía durante el Mandato
Británico de Palestina (1921—1948). La Haganah se convirtió luego en el núcleo
de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Elkins pasó a ser
uno de los lugartenientes de Kollek. El FBI empezó a seguirle la pista a
Elkins, descubrió sus tareas clandestinas, y el periodista tuvo que huir a
Israel con su esposa Martha, en 1948.
Como señalé
antes, en su libro Forged in Fury,
Elkins cometió un pequeño desliz. Uno de los vengadores que describe, Arnie
Berg, se parece demasiado a él.
Y Arnie Berg es
protagonista de una historia que creció en mi novela hasta convertirse en el
núcleo central.
En su libro,
Elkins brinda un testimonio que causó gran sensación en Canadá, en la década
del setenta. Un ciudadano pidió a las autoridades policiales que investigaran
el alegato del autor.
Hacia el final de
Forged in Fury, se describe un
asesinato cometido por Arnie Berg contra un ciudadano de origen estonio en
Winnipeg.
Esto es lo que
dice el texto: "Arnie Berg viajó de Sudamérica a Canadá y de allí a Winnipeg,
para llegar antes que Alexander Laak pudiese huir, temiendo las represalias por
los cien mil judíos que ordenó asesinar cuando era comandante del campo de
exterminio de Jagala, en Estonia.
“Berg llevó a
Laak a su garaje en su vivienda suburbana, y le informó cómo lo asesinaría. Y
también a su esposa, cuando ésta regresara del cine. Luego de unos quince
minutos de conversación, Laak rogó que le permitiera suicidarse ´de manera
decente´. Entonces Berg le tendió una soga, y lo dejó colgando” de una viga de
su garaje… “Un claro caso de suicidio”.
La investigación
policial sobre “el asesinato” de Alexander Laak fue abandonada tras algún
tiempo. Periodistas y fanáticos de las novelas policiales determinaron que se
trataba de un invento de Elkins. Uno de ellos dijo que era “una fantasía de Nintendo”.
Tal vez Michael Elkins soñaba con transformarse en un autor de novelas
policiales y para eso practicó sus dotes en ese libro de non fiction.
El episodio sobre
el presunto asesinato de Laak despertó mi interés. Y el final de mi novela hice
viajar al protagonista a Winnipeg, para matar a quien fuera “kapo” del campo de
concentración de Jagala. También el personaje se “suicidaba” luego que el
protagonista lo amenazaba con asesinar a su esposa. En realidad, no se trataba
de un suicidio…
En mi novela, la
muerte del verdugo del campo de concentración servía para reunir a dos amantes.
Sin embargo, todo el episodio me sigue causando gran malestar.
… Veinte años
después de que la policía canadiense desestimó las revelaciones de Elkins, vi
esta “Nota del Editor” en un blog; “Alexander
Laak was indeed murdered, according to police and media reports.” Alexander
Laak fue en realidad asesinado, según informes de la policía y de la prensa.
Sigo pensando que
la venganza puede satisfacer a sus perpetradores, pero no es justicia.
Comentarios a algo producido por el proverbial talento de Mario, siempre han de sobrar. Yo resaltaría que por haber sido consignadas estas ilustrativas líneas en medio de las dolorosas circunstancias que atravesamos, es un regalo altamente pedagógico ¿Sería este aspecto una intención subyacente de nuestro agudo amigo?
ResponderEliminarManuel; claro que escribí este artículo pensando en Venezuela, que considero mi patria adoptiva. No creo en la resignación, pero tampoco en las balandronadas, o en las promesas siempre incumplidas. Es necesario explorar nuevos senderos, disminuir los golpes en el pecho, y las fórmulas que se reiteran en el fracaso. Siempre he insistido en que los caminos de la libertad son casi imposibles de transitar, pero resultan infinitamente superiores a los callejones sin salida. Gracias por el mensaje. Y por la amistad.
ResponderEliminar