Mario Szichman
Aunque Richard Matheson (1926–2013) tuvo una ilustre carrera como autor de obras
de horror y de ciencia ficción, las dos novelas que inspiraron a una legión de
escritores y cineastas, entre ellos Stephen King, George A. Romero y Steven
Spielberg, son I Am Legend (1954) y
The Shrinking Man (1956), rebautizada The
Incredible Shrinking Man, tras ser llevada al cine. Ambas fueron publicadas
al comienzo de su carrera.
Matheson también escribió guiones durante la época dorada de la televisión
norteamericana para icónicas series como Twilight
Zone o The Alfred Hitchcock Hour. Uno
de ellos, Duel, tras aparecer en la
pantalla chica, fue filmado por Spielberg y se convirtió en un clásico. Es la
historia de un camionero cuyo vehículo comienza a ser perseguido por un
gigantesco furgón que parece carecer de conductor.
Algunos críticos cuestionaron la temática y la de Matheson. Pero
es obvia su capacidad de generar suspenso y de causar terror en sus lectores.
Quizás el crítico que logró desentrañar el secreto de Matheson con más eficacia
fue Dan Schneider. En una crónica publicada en The International Writers Magazine, Schneider dijo que el escritor
actuaba contra la corriente. ¿Es I Am
Legend realmente una novela de vampiros? Sí, tiene vampiros, pero no es el
tema principal. ¿Es de horror, de ciencia ficción? Nuevamente, hay elementos de
ambos géneros, pero no alcanzan a explicar su trascendencia. Eso equivale a
decir que Madame Bovary o Anna Karenina, son novelas cuyo tema
esencial es el adulterio, o que La
condición humana aborda el género de las insurrecciones fracasadas.
Schneider propone otra alternativa: I
Am Legend es “quizás la novela más grande que se ha escrito sobre la
soledad humana. Y supera inclusive el Robinson
Crusoe de Daniel Defoe en ese aspecto. Su percepción de lo que significa
existir como ser humano trasciende el género”.
Richard Matheson
Matheson inicia I Am Legend,
exactamente donde debe comenzar una novela de suspenso: en el medio de la
crisis. Su protagonista, Robert Neville parece ser el único sobreviviente de
una epidemia. Fortificado en su
vivienda, solo puede salir durante las horas diurnas, para abastecerse de comida, de herramientas y
de productos que lo ayuden a defender su bastión.
La novela transcurre entre los años 1976 y 1979. En ese momento era, para
los norteamericanos, un futuro tan impredecible, que podía llegar a ser
devastador. Publicada en 1954, I Am
Legend estaba muy cercana al fin de la segunda guerra mundial (1945) tras
la destrucción con bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, en Japón. Ya la
Unión Soviética contaba con artefactos nucleares, y todavía en 1954, señoreaba
el macartismo, con su cacería de brujas.
Matheson, como buen narrador, desdeñaba dar explicaciones en el inicio.
Prefería que los lectores observaran la catástrofe, antes de desentrañar las
causas.
En su refugio de Los Ángeles, Neville contempla desconcertantes cambios
climáticos. Hay frecuentes tormentas de
polvo y arena. A eso se suma una invasión de mosquitos que se ceban en la
sangre de los escasos sobrevivientes.
Al caer la noche, Neville tranca sus puertas, y espía la llegada de
vampiros humanos. Como el profesor Abraham Van Helsing, el archienemigo del
conde Drácula, su tarea consiste en descubrir un método para acabar con seres
que han trascendido la muerte.
Las investigaciones de Neville consisten, básicamente, en revisitar un
género literario como es el del vampirismo, en tanto las del autor, consisten
en modernizarlo. Hay una persistente ironía en el macabro relato. Un ser humano
que solo puede transitar la tierra durante su corta existencia, se enfrenta a
una raza de muertos en vida. Esos vampiros no toleran el ajo, rehúyen los
espejos y los crucifijos. La forma de asesinarlos es clavarles una estaca en el
pecho. Luego, hay que incinerarlos. Pero no todos logran ser eliminados.
Algunos vuelven. ¿Cómo descubrir la fórmula para impedir su regreso?
El atormentador pasado de Neville retorna en flashbacks. Escenas retrospectivas muestran que la enfermedad cobró
las vidas de su esposa y de su hija. En el caso de su esposa, debió asesinarla
luego que retornó de entre los muertos convertida en vampiro.
Es una pena que no se pueda detallar a cabalidad el estilo de Matheson. Se
trata de una combinación de frases cortas, una prosa frugal, con precisas
descripciones, y un escueto marco de
referencias: su cuasi blindada vivienda, sus incursiones para pertrecharse de
alimentos y objetos destinados a su amparo durante el día, cuando los vampiros
se hallan en estado de muerte latente, el acoso de sus enemigos al llegar la
noche. Pero hay algo más, una poesía encubierta en ese ser implacable que
necesita vivir siempre de día, y tolerar durante la noche los incesantes
reclamos de sus víctimas y potenciales victimarios.
Hay set pieces inolvidables, como
el encuentro de Neville con un perro enfermo, muy desconfiado, al que
finalmente logra convencer para que ingrese a su vivienda. Ese perro es su
Viernes, pero muere a los pocos días.
Tras accesos de enorme melancolía y de alcoholismo, Neville decide
finalmente luchar, y descubrir las irrefutables causas de la pandemia. Las
explicaciones previas sobre el vampirismo no lo convencen, le parecen torpes.
¿De qué manera el ajo, las estacas, los espejos, y los crucifijos pueden frenar
a los vampiros?
Con ayuda de un microscopio, que aprende a usar tras grandes esfuerzos y un
fatigoso consumo de literatura científica –Matheson podía crear suspenso
inclusive explicando los fracasos que padecía un personaje intentando abordar
un desconocido territorio del conocimiento– cree descubrir las raíces del mal.
Se trata de una cepa de bacteria capaz de infectar seres vivos y muertos.
Ignoro si la explicación es muy científica, pero al menos resulta entretenida y
plausible.
En cuanto a las leyendas sobre el ajo, los espejos y las cruces, no es
necesario descartarlas. En ese caso, Neville acude a la psiquiatría moderna. Se
trata de “cegueras histéricas”, causadas por el previo acondicionamiento de
aquellos infectados. La enfermedad lleva a las víctimas a la locura; de allí
sus reacciones.
En el medio de ese vasto horror que es I
Am Legend, surgen ráfagas de humor. ¿Es que el vampirismo ha sido
monopolizado por los cristianos? Un vampiro católico seguramente siente pánico
ante la cruz pero ¿qué ocurre con un vampiro judío o musulmán?
Luego de tres años de soledad, y de infinito terror, Neville encuentra a
una mujer, Ruth, que no parece infectada, pues se desplaza sin problemas en un
día de sol radiante. Surge el romance, aunque Matheson, a diferencia del
protagonista, duda de las credenciales de Ruth. Y con buenos motivos.
Ruth está infectada. Vino a buscar a Neville porque fue responsable de la
muerte de su marido. Le deja una carta explicándole sus motivos, y huye.
Ha surgido una nueva raza de vampiros que han aprendido a luchar contra la
infección. Al principio, lograron estar expuestos al sol durante cortos
períodos. Luego, crearon medicinas que, si bien no pueden inmunizarlos, al
menos permiten superar los síntomas más graves. El próximo paso consiste en
forjar una nueva sociedad.
En un último gesto de amor, o quizás de simpatía, Ruth le recomienda a
Neville huir hacia las montañas, antes que lo persigan y lo maten, por
pertenecer a la casi extinta raza de los seres sanos. Pero Neville no puede abandonar la casa, y
miembros de la nueva sociedad terminan por capturarlo. Es el magnífico momento
en que el drama se convierte en tragedia.
Encerrado en una celda, Neville aguarda su ejecución. Es visitado por Ruth,
una de las líderes de la nueva sociedad, quien le entrega algunas píldoras para
hacer su muerte más piadosa. Neville solo le pide a Ruth que luche para impedir
la creación de una sociedad inhumana.
Cuando Neville asoma su rostro por la ventana de su celda, observa una
multitud que lanza insultos y lo observa con el mismo odio y temor que él
sintió previamente por los vampiros. Allí advierte que se ha convertido en una
reliquia histórica. Un ser que con todos sus defectos, inclusive excesos,
todavía confía en ciertos valores trascendentes.
Frente a él, en sus minutos finales, se alza una nueva raza surgida de un
contagio. La última frase lo condensa todo: “Soy la nueva superstición
ingresando a la inexpugnable fortaleza de la eternidad. Ahora, soy leyenda”.
Dan Schneider, el crítico que analizó con más perspicacia la calidad del
autor, dijo que esa novela fue un corte y su nuevo comienzo. Nada de lo que
había escrito Matheson hasta ese momento, señaló Schneider, “sugiere la suprema
majestad de esa obra maestra existencial que es I Am Legend”.
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