Mario Szichman
En 1794, William Godwin, publicó Things
as They Are; or, The Adventures of Caleb Williams, una novela que nunca ha
pasado de moda en el mundo de habla inglesa. (Godwin pasó también a la fama de
manera colateral. Su hija, Mary Wollstonecraft Godwin, luego Mary Shelley,
escribió Frankenstein: or, The Modern
Prometheus (1818).
Godwin consideró Caleb Williams
un complemento a su ensayo An Enquiry
Concerning the Principles of Political Justice, una de las bases del
anarquismo filosófico. La novela generó una formidable reacción, a favor y en
contra, y terminó sepultando en el olvido al ensayo.
Caleb Williams fue
publicada cinco años después de la toma de la Bastilla y del inicio de la
Revolución Francesa. Y es obvio que Godwin simpatizaba con ella, aunque un año
antes de la publicación de su relato, en 1793, se inició el Reino del Terror
que sufrió sus estertores finales una vez la cabeza de Maximiliano Robespierre
fue separada de su cuerpo por Madame Guillotine.
La intención política de Godwin al describir las aventuras de Caleb
Williams era cuestionar el poder del rey George III y de su primer ministro
William Pitt. Una justicia omnímoda, uno de los temas de Caleb Williams, es lo más parecido a la injusticia.
Inclusive la fecha de publicación del texto, el 12 de mayo de 1794, era una
clara denuncia del autoritarismo de la corona británica. Pues ese día, Pitt
suspendió el habeas corpus[i] y ordenó
arrestos en masa de presuntos radicales.
David Punter, en su ensayo The
Literature of Terror, un análisis de la ficción gótica, ubica a Caleb Williams en una trilogía, junto con Melmoth
the Wanderer, de Charles Robert Maturin, y Confessions of a Justified Sinner, de James Hogg.
El crítico literario Walter Allen dijo que la novela de Hogg, un examen del
fanatismo religioso, “es la representación más convincente del poder del mal en
nuestra literatura”. En cuanto a Melmoth,
la trama, al principio sencilla, se complica hasta convertirse en una pesadilla
para el lector. El protagonista es un erudito que vende su alma al demonio a
cambio de obtener 150 años de vida adicional. Melmoth viaja por el mundo en
busca de alguien que lo pueda reemplazar en su odisea, un poco en el estilo de
El judío errante. Pero la narración, aunque espléndida, en ocasiones es confusa.
Cada relato va inserto en otro, y cada protagonista que tropieza con Melmoth,
tiene su propia historia que contar.
William Godwin
En ese sentido, Caleb Williams es
el más moderno relato de los tres, una maravilla de organización. El propio autor explicó la confección de la
novela, diciendo que su intención era crear una aventura ficticia, “que se
distinguiera por un interés muy poderoso”. Para eso, “inventé primero el tercer
volumen de mi relato, luego el segundo, y al final, el primero”. Su proyecto
era crear una novela “de huida y persecución. El fugitivo debía padecer la
perpetua aprensión de ser abrumado por las peores calamidades, y el perseguidor
prevalecer siempre, por su inteligencia y sus recursos”.
En el comienzo, Godwin intentó la tercera persona. “Pero rápidamente quedé
insatisfecho. Luego pasé a la primera persona, y convertí al héroe de mi relato
en su propio historiador”.
Aunque el objetivo de Godwin era denunciar la intolerancia política y el
peso de la autoridad, su modelo, curiosamente, fue el cuento Barba Azul, “ese admirable espécimen de
lo aterrador. Falkland fue mi Barba Azul, encargado de perpetrar crímenes
atroces”. En la imaginación de Godwin, Caleb Williams desempeñaba el papel de
la esposa de Barba Azul, “quien, pese a las advertencias, persistía en sus
intentos por revelar el vedado secreto”.
HERENCIAS
Caleb Williams, un joven inteligente y de escasos ingresos, es contratado
como secretario de un rico hacendado, Ferdinando Falkland. Al principio,
Falkland parece el héroe de la historia. Es un hombre decidido a proteger a su
secretario, y es conocido por su don de gentes, su respeto al semejante, su
caridad, su sentido de la justicia. En la primera parte, Godwin construye la
historia de Falkland, y el lector queda de inmediato prendado de sus atributos.
Hasta que un día, por ciertas discretas averiguaciones, Caleb Williams
descubre que Falkland cometió un asesinato, librándose de un odioso enemigo. Falkland
se entera que Caleb ha descubierto su secreto, y decide convertirlo en su prisionero,
para que nunca lo denuncie. Caleb huye de la mansión de Falkland, y el resto de
la novela se basa en sus peripecias para eludir a un ser omnímodo, que siempre
descubre sus numerosos escondites.
Falkland es un ser sobrenatural, un dios caído. Además de perseguir de
manera interminable a Caleb a través de sus secuaces, también lo protege. Lo
único que exige a cambio es que Caleb prometa no revelar su secreto. Pero ¿quién
es Caleb en realidad? ¿Qué parte de su persecución es real, o simple paranoia?
En muchas ocasiones Caleb interpreta mal las intenciones de su amo y les
otorga un incomprensible matiz malévolo. Eso lo obliga a una eterna fuga,
acompañada de nuevas represalias, y de la ruina de su reputación.
SECUELAS Y
RETORNOS
El descenso del protagonista en el abismo de la persecución, ha generado
innumerables secuelas. (Quizás la última, o seguramente penúltima, es la serie
de televisión y la película El Fugitivo).
Uno de sus derivados es Rogue Male,
de Geoffrey Household. El protagonista, tras intentar el asesinato de un
dictador de Europa central, huye a Londres, y allí es acosado por funcionarios
del régimen. Existe algo uncanny,
siniestro, en esa persecución. Household nunca se preocupó –afortunadamente– de
aclarar cómo agentes de un servicio secreto podían perseguir al frustrado
asesino prácticamente por toda Gran Bretaña, y descubrir su minúsculo
escondite.
(Ver
“Rogue Male”, de Geoffrey Household. El frustrado intento (narrativo) de
asesinar a Hitler http://marioszichman.blogspot.com.es/2016/08/rogue-male-de-geoffrey-household-el.html).
En The Romantic Novel in England,
Robert Kiely dice que en la novela gótica, “Confrontación y ruptura no son
elementales temas de ficción, sino problemas estructurales y
estilísticos”. Y añade: “las novelas
románticas florecen como plantas parásitas en estructuras cuya ruina es la
fuente de su vitalidad”.
Uno de sus vigorosos herederos es William Faulkner. En novelas como El sonido y la furia, y especialmente en
Absalom, Absalom, surgen las bondades
y dificultades del género gótico. Perseguir su trama es como perseguir a un
fugitivo. Hay que hacer múltiples rodeos, tropezar con los infinitos obstáculos
de cruzadas genealogías, para arribar finalmente al descubrimiento del pecado
original.
No hay seres humanos en Absalom,
Absalom, pero abundan los prototipos. Y como brazo ejecutor, surge una
religión implacable que, en sus variantes extremas, lejos de asegurar el
triunfo de los buenos, y la erradicación de los malos, ha decidido que a Dios
le complace jugar a los dados con el universo.
Es innegable que Godwin quiso encarnar en Falkland una justicia
autoritaria, que finge imparcialidad, aunque su balanza está siempre inclinada
a favor de los poderosos. No hay ser humano que cuente con las facultades del
hacendado –sin importar su fortuna– para perseguir un enemigo. Solo puede
hacerlo un estado. Solo podía hacerlo William Pitt con los disidentes. Además,
debe tomarse en cuenta el molde en que fue vaciado Caleb Williams. La novela gótica no podía eludir su configuración
metafísica, y anomalías que lejos de dañarla, le brindaron un prodigioso vigor.
[i] El habeas corpus es una institución jurídica que persigue "evitar
los arrestos y detenciones arbitrarias" asegurando los derechos básicos de
la víctima, algunos de ellos tan elementales como son estar vivo y consciente,
ser escuchado por la justicia y poder saber de qué se le acusa. Para ello
existe la obligación de presentar a todo detenido en un plazo preventivo
determinado ante el juez de instrucción, quien podría ordenar la libertad
inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto.
(Wikipedia). En la Venezuela chavista, esa figura jurídica que protege al ser
humano del abuso de toda autoridad, ha desaparecido.
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