Mario
Szichman
Alexander Litvinenko, exfuncionario del servicio de seguridad de Rusia, asesinado en Londres.
Escribir es siempre una buena excusa para asesorarse con bibliografía que de otra manera dejaríamos de lado. Por eso me agrada escribir novelas históricas y brindar coherencia a un mundo que suele carecer de toda lógica.
Quizás el botín bibliográfico con más gemas fue el que obtuve
mientras proyectaba la novela Los papeles
de Miranda. El Precursor Francisco de Miranda fue un hombre universal.
Peleó en tres revoluciones: la de Estados Unidos, la de Francia, y la de las
colonias españolas. Conocía varios idiomas, y visitó la mayor parte de Europa
en sus años mozos. Su curiosidad era tan insaciable como su pasión amorosa.
La leyenda decía que cuando llegó a Rusia, enamoró a la emperatriz
Catalina. En ese caso, la leyenda no se corresponde con la realidad. Catalina y
Miranda no fueron amantes. Pero la emperatriz fue una buena amiga, le presentó
a personajes importantes, y le permitió, en parte, conocer los pasadizos del
poder. En cierto momento, Miranda perdió
el favor de la corte, quizás por sus comentarios, tal vez por su inquisitiva
mirada, o porque alguno de los numerosos favoritos de Catalina empezó a sentir
celos de ese apuesto sudamericano.
Pero en su visita a Rusia, Miranda aprendió bastante, entre otras
cosas, a temer el omnímodo poder de sus gobernantes. Todo, en definitiva,
dependía de la buena o mala voluntad de un zar, o de una zarina.
Rusia, como Turquía, sigue siendo en Europa, uno de los enclaves
del despotismo oriental. La democracia nunca ha conseguido suelo propicio para
florecer. Cuando Miranda visitó Rusia,
faltaba casi un siglo para la liberación de los siervos de la gleba. Los nobles
rusos solían comprar tierras, junto con los campesinos que las habitaban. Era
un régimen de esclavitud total. Y una de las obras maestras de Nikolai Gogol, Almas muertas, es la épica novela de un
pícaro, Chichikov, quien hace su fortuna comprando títulos de posesión de siervos
(almas) que han fallecido.
El esquema de Chichikov es el siguiente: el gobierno ruso cobraba
impuestos a los propietarios de tierras en base a los siervos que poseía, de
acuerdo al censo. En esa época, los censos eran infrecuentes. Los propietarios
de tierras terminaban pagando impuestos por siervos que habían perecido. Esas
almas muertas, que solo existían en el papel, servían para que Chichikov las
usara como garantía de un enorme préstamo. Su intención era apropiarse del
préstamo, y huir con el dinero.
Las estafas que cometen los individuos en cada país son como el
retrato en negativo de una administración gubernamental. La novela de Gogol fue
devastadora. Mostró las triquiñuelas que podían urdirse en un estado
absolutista donde la ley se obedecía, pero no se acataba.
Miranda no tuvo ocasión de comprobar los méritos del gobierno de
Catalina, pero sí verificar su crueldad.
En la novela señalaba que la emperatriz presentó al Precursor en cierta
ocasión “a un hombre bajito, calvo, una especie de simpático bufón”. Ese
simpático bufón era Scherbatovsky, el jefe de la Tercera Administración, la
policía secreta de Catalina. Miranda dice en la novela: “He oído bastante de
Scherbatovsky. Sus interrogatorios los inicia habitualmente propinando un
formidable golpe en la mandíbula del sospechoso. Cuentan que la silla donde se
sientan los interrogados está ubicada sobre una puerta trampa. Si a Scherbatovsky
no le gustan las respuestas, aprieta un dispositivo y la silla cae a un foso
lleno de ratas”.
CÓMO PROPICIAR UNA GUERRA
The Times
Literary Supplement publicó en fecha reciente un análisis de dos libros sobre la
Rusia posterior a la caída de la Unión Soviética. Uno de
ellos es de David Satter: The Less You
Know, The Better You Sleep, Russia’s road to terrorism and dictatorship under
Yeltsin and Putin. Cuando menos sepa, mejor podrá dormir, el camino de Rusia hacia el
terrorismo y la dictadura, bajo Yeltsin y Putin; y otro de Luke Harding: A Very Expensive Poison, The definitive
story of the murder of Litvinenko and Russia’s war with the West: Un veneno
muy costoso, la historia definitiva sobre el asesinato de Litvinenko y la
guerra de Rusia con Occidente. Ambos trabajos ofrecen buenas explicaciones
sobre esa tenebrosa personalidad que es el habitante del Kremlin, quien se ha
venido alternando como presidente y primer ministro de Rusia desde 1999. Putin
fue primer ministro entre 1999 y el 2000, presidente desde el 2000 al 2008, y
nuevamente primer ministro entre el 2008 y el 2012. En la actualidad, se
desempeña como presidente de la Federación Rusa. Como se verá, es un hombre
indispensable que se mantendrá en el trono hasta que intervenga la biología.
Ya mencioné en un post anterior la manera en que se administra la
justicia en la Rusia moderna. (Ver mi post: En Rusia todavía juzgan a los
muertos del 20 de abril de 2016.
En esa oportunidad escribí sobre el caso de Sergei L. Magnitsky, un contador que había formulado
varias denuncias contra las autoridades acusándolas de fraude. En enero de
2013, la justicia rusa ordenó procesar a Magnitsky, quien ya estaba muerto.
Según dijo The Financial
Times, el caso Magnitsky “es egregio, bien documentado, y encapsula el lado
oscuro del putinismo”. Funcionarios del sistema de Rentas Internas de Rusia
aprovecharon la estructura del fondo de inversiones Hermitage Capital, para robar 230 millones de dólares del Estado.
Cuando Magnitsky, el contador de Hermitage
Capital, descubrió el fraude y presentó evidencias, revelando los nombres
de varios funcionarios que habían participado en la estafa, el gobierno de
Moscú actuó como lo hacen los gobiernos de nuestras repúblicas bananeras: mandó
a la cárcel al encargado de formular la denuncia tras acusarlo de orquestar el
dolo. Una vez en la cárcel, las autoridades rusas, dijo The Financial Times, negaron al preso “tratamiento para un grave
problema estomacal y eventualmente lo golpearon hasta matarlo”.
Según la reseña de los libros de David Satter y Luke Harding
publicada en el TLS, ambos autores son “periodistas intransigentes, quienes
trabajaron en Rusia y fueron expulsados del país por sus escritos. Y no es
difícil entender por qué. Satter y Harding escriben acerca del lado más oscuro
de la política rusa, en particular corrupción y asesinato en los niveles más
altos del Kremlin”.
Satter examina los “horrendos atentados contra edificios de
apartamentos en septiembre de 1999, que muchos han atribuido de manera directa
a Vladimir Putin, quien había sido designado primer ministro en fecha
reciente”-
Satter se hallaba en Rusia en la época de las cuatro explosiones
separadas, que causaron la muerte a cerca de unas 300 personas en tres
ciudades. Posteriormente, el periodista obtuvo información de "disaffected members”, individuos descontentos, de los servicios
rusos de seguridad. Mientras el gobierno de Moscú aseguraba que los atentados
habían sido cometidos por chechenios en represalia por los ataques rusos contra
ellos en Daguestán, tras la invasión de Rusia en agosto de 1999, los
descontentos miembros de los servicios de seguridad le dijeron a Satter que
esas aseveraciones eran falsas. La planificación de esos atentados hubiera
requerido entre cuatro y cuatro meses y medio para organizarlos. Por lo tanto,
esa planificación debía haber comenzado antes de la invasión rusa a
Daguestán.
De acuerdo a Satter, existían evidencias de que los organizadores
de los ataques habían actuado por encargo de la FSB de Rusia, la agencia que
reemplazó a la KGB. La prueba era que el hexógeno utilizado en los explosivos
solo era producido en una sola fábrica de Rusia, en la región de Perm. La
fábrica era custodiada por la FSB.
El periodista señaló que los atentados en tres ciudades rusas
tenían como propósito justificar una nueva invasión a Chechenia.
INVESTIGACIÓN DE UN CIUDADANO
POR ENCIMA DE TODA SOSPECHA
En cuanto al libro de Luke Harding, lidia con el asesinato de
Alexander Litvinenko, un ex funcionario del FSB, quien buscó refugio en Gran
Bretaña. Litvinenko fue envenenado en Londres, en el 2006, con polonium-210, un
letal agente radioactivo.
El caso fue investigado por las autoridades judiciales británicas,
y la conclusión del alto magistrado sir Robert Owen, fue que existían
abrumadoras evidencias de la complicidad del Kremlin en el homicidio. Por
supuesto, el gobierno de Putin ha desechado el veredicto de Owen, e insiste que
nada tuvo que ver en el caso.
Lo más interesante en el homicidio de Litvinenko, según la reseña
del TLS, es descubrir el motivo. Aunque los dos acusados del asesinato del
desertor, Andrei Lugovoi y Dmitry Kovtun, fueron procesados, las razones resultan
incomprensibles.
La versión corriente es que Litvinenko fue envenenado tras
denunciar en noviembre de 1998, en una conferencia de prensa televisada, la
práctica de asesinatos del FSB, y su corrupción. Litvinenko fue expulsado de la
agencia, y encarcelado. En el 2000, logró huir a Gran Bretaña.
La investigación que se hizo tras su muerte demostró que Kovtun y
Lugovoi, un ex funcionario de la KGB que trabajaba con Litvinenko en labores de
consultoría, llevaron el polonium-210 cuando viajaron a Londres desde Rusia en
octubre de 2006.
Los dos hombres lograron administrar el veneno a Litvinenko el
primero de noviembre de ese año, en el bar Pine del hotel Milenio, donde el desertor se reunió con ellos y bebió
té.
El veneno provenía de las instalaciones de Avangard, en la ciudad
rusa de Sarov. “Los dos hombres no
habrían podido obtener el polonio sin la complicidad del FSB”, dijo la reseña
en TLS. El FSB se encarga de proteger las instalaciones nucleares rusas. “El
FSB nunca se habría embarcado en ese audaz asesinato repleto de enredos
políticos para las relaciones de Rusia con Occidente, sin el consentimiento de
Putin”, añadió el artículo.
Resulta obvio que Litvinenko era un cordero para el sacrificio por
sus denuncias sobre los vínculos entre el Kremlin y el crimen organizado,
señaló Harding. Sin embargo, eso no cuenta toda la historia. Otros traidores al
FSB no corrieron la misma suerte que Litvinenko. Allí están los casos de Oleg
Kalugin y Yury Shvets, altos funcionarios de la KGB que huyeron a Estados
Unidos y divulgaron mayores confidencias que Litvinenko. O de Oleg Gordievsky,
quien escapó a Gran Bretaña en 1985 y cooperó con el MI6 durante años.
Harding sugiere otra razón intensamente personal. Durante la investigación
presidida por el juez británico Owen, se determinó que Litvinenko había estado
desde hacía mucho marcado por el Kremlin. En un video de adiestramiento militar
de 2002, fuerzas especiales practicaban
tiro al blanco usando como objetivo una fotografía del desertor.
Según declaró Marina Litvinenko al autor del libro, “con Putin,
todo es personal”. El error que habría cometido el desertor fue acusar a Putin
de mantener relaciones sexuales con menores.
El 5 de julio de 2006, Litvinenko publicó un artículo en Chechen Press, titulado “el pedófilo del
Kremlin”. En el artículo se describía un reciente incidente en que el líder
ruso salió del Kremlin y saludó a un grupo de turistas. Putin se aproximó a un
niño, se arrodilló, alzó su camiseta, y lo besó en el estómago. “El mundo quedó
shockeado”, dijo Litvinenko en su crónica. “Nadie podía entender por qué el
presidente ruso había hecho una cosa tan extraña”. Posteriormente, Litvinenko aseguró, aunque solo basándose en
rumores, que Putin era conocido en la KGB como un pedófilo, y que una vez se
convirtió en jefe del FSB, ordenó destruir grabaciones de video donde lo
mostraban manteniendo relaciones sexuales con menores.
Pocos días después de la publicación del artículo de Litvinenko,
la Duma rusa aprobó una enmienda a una ley antiterrorista sancionada meses
antes, que autorizaba al FSB a perseguir en el exterior presuntos terroristas
rusos y extremistas. En la enmienda se ampliaba la definición de quienes podían
ser eliminados por los servicios de seguridad. Eso incluía personas que
difamaban “a aquellos que ocupaban un cargo gubernamental”.
Según la persona que hizo la reseña de los libros en el TLS, “la
ley, de manera clara, fue diseñada teniendo en cuenta a Litvinenko”.
Aunque se trata de conjeturas imposibles de corroborar, Putin ya
ha expresado su filosofía política de manera muy clara. En el 2000, dijo en una
entrevista: “Si alguien se muestra nervioso, el enemigo pensará que es más
fuerte que él … Por eso hay que golpear primero, y golpear con tanta fuerza,
que el enemigo no pueda ponerse de pie”.
Hace tres lustros que Putin es el amo y señor de Rusia, un país
que nunca se ha librado de gobernantes omnímodos. Tal vez el asesinato de
Litvinenko no es una razón de estado, sino una cuestión intensamente personal.
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