Mario Szichman
Uno no puede abandonar
con facilidad los portales noticiosos. En mi caso, pese a los esfuerzos por
sustraerme de las horrendas noticias que llegan diariamente de Venezuela,
resulta casi imposible. Pero, poco a poco, intento librarme de ese universo de
las noticias que aún no han ocurrido, de los pronósticos que nunca se cumplen,
y de esos semi letrados que anuncian toda clase de escenarios para el día que
llegue finalmente el Armageddon a esa tierra de gracia que fue en una época
Venezuela.
Hace algunos días, uno de
esos cronistas profesionales que siempre están pronosticando sucesos que nunca
van a ocurrir, señaló que Venezuela, a la que calificó de “acorazado inhundible” (habrá querido decir
“insumergible”) tenía varias cargas de explosivos a lo largo de su línea de
flotación. Y que, en las próximas horas, el pueblo se enteraría de terribles
novedades.
Por supuesto, nada de eso
ocurrió, y los venezolanos siguieron hundiéndose de manera cotidiana en la
desesperación. También, como era de esperar, el señor del acorazado "inhundible" siguió gozando del respeto de sus lectores.
FAKE NEWS
Es bueno tomar en cuenta
la manera en que se ha deteriorado el uso de la verdad en Venezuela. Los
periodistas se animan de manera creciente a decir mentiras más grandes, sin que
nadie los contradiga. Y su reputación nunca se daña.
Recuerdo que cuando
trabajaba en el periódico Últimas
Noticias de Caracas, en la década del setenta, su director, Nelson Luis
Martínez, un periodista de verdad, me dijo: “Mira Mario, a veces demoramos
semanas, meses en aumentar la circulación en cien ejemplares. Pero apenas
ofrecemos una noticia falsa, perdemos miles de lectores”.
¡AH, QUÉ TIEMPOS
AQUELLOS!
En la era chavista, la
verdad es imposible de encontrar. Y la mentira, imposible de ser desmentida. Y
no crean que los chavistas tienen el monopolio de la mentira. Periodistas
opositores han anunciado “tubazos” periodísticos, que jamás se concretaron.
Un caso muy famoso, y en
el que tuve cierta participación, ocurrió en abril de 2015, cuando colaboraba
en el periódico Tal Cual de Caracas.
Según información de
prensa, Leamsy Salazar, ex guardaespaldas del fallecido presidente Hugo Chávez
y supuesto guardaespaldas de Diosdado Cabello, en esa época presidente de la
Asamblea Nacional de Venezuela, había huido a Estados Unidos. A fines de enero
de 2015, el diario ABC de Madrid y El Nuevo Herald de Miami, informaron que
Salazar había acusado a Diosdado Cabello de ser el líder de El Cartel de los
Soles, dedicado al narcotráfico.
La pista de Salazar se
perdió. Algunas fuentes periodísticas dijeron que vivía como “testigo
protegido” del Departamento de Justicia.
Pero, meses después, en
abril de 2015, Jim Luers, un supuesto vocero
de la Casa Blanca, emergió de las sombras, y señaló
que eran “totalmente falsas” las acusaciones formuladas por el ex guardaespaldas
Salazar contra una de las figuras más importantes de la Revolución Bolivariana.
Por supuesto, la Asamblea Nacional de Venezuela,
controlada en esa época por el chavismo, se encargó, a través de sus voceros,
de divulgar las declaraciones de Luers. ¿Y de donde provenían esas
declaraciones? Nadie lo sabía. Pero si reputados legisladores chavistas
formulaban esa afirmación, era necesario creerla.
FANTASÍAS
Tras leer la información, y por simple rutina, escribí en
Google “Jim Luers and White House,” y
“Jim Luers and White House´s spokesman.” Pude verificar que no existía Jim
Luers alguno trabajando como portavoz de la Casa Blanca.
Hubiese sido también posible llamar a la residencia
presidencial. El número es el 202-456-1414. Los telefonistas atienden las llamadas, son muy
corteses, y hacen todo lo posible para conectar a las personas. Era
posible preguntar por el señor Jim Luers. Él seguramente despejaría todas las
incógnitas. Pero Luers no pudo despejar incógnita alguna, pues no existía.
El blog Caracas Chronicles sustentaba esta hipótesis: la
publicación del libro Bumerán Chávez, del periodista español Emili
J. Blasco, corresponsal del diario ABC en Washington, había
hecho sonar las campanillas. Según el blog, en el libro Blasco “repite algunas
de las denuncias contra Hugo Chávez sobre reuniones secretas con las FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en las cuales el propio Chávez
planificó el canje de drogas por armas con los insurgentes colombianos”.
Además, Blasco incluía “denuncias de manipulación de
votos durante la elección de (el presidente) Nicolás Maduro, así como los
vínculos entre Maduro y Jezbolá” (el grupo chiíta libanés).
El blog aclaraba que “la credibilidad de Blasco depende
de la credibilidad de Leamsy (Salazar) y de otras fuentes”. Eso explicaría por
qué un inexistente vocero de la Casa Blanca anunciaba que el ex guardaespaldas
de Hugo Chávez y testigo protegido del departamento de Justicia estaba
mintiendo a sabiendas. El presunto señor Jim Luers era el encargado de mostrar
que todos los argumentos del periodista español se iban por el sumidero.
Inclusive los chavistas clonaron una persona, que se hizo
pasar por Jim Luers. Y Diosdado Cabello, el número dos en la jerarquía
chavista, demandó al periódico The Wall
Street Journal, por agraviarlo con esas acusaciones.
EL FIN DE LA FARSA
El 25 de abril de 2018, la Corte de Apelaciones del
Segundo Circuito de Estados Unidos rechazó la apelación de Cabello por difamación
contra The Wall Street Journal.
El diario, citando más de una docena de fuentes anónimas aseguraba
que una unidad de élite de la Drug
Enforcemente Administration preparaba una acusación contra Cabello y otros
funcionarios del régimen venezolano.
Cabello era considerado el objetivo principal en la
investigación de la DEA.
La jueza Katherine Forrest, a través de un documento de
unas 40 páginas, dijo que Diosdado Cabello y su equipo de abogados fallaron en
“alegar adecuadamente falsedad material y malicia real”.
La Corte dijo que, para alegar la falsedad de manera
plausible, el demandante debía hacer algo más que afirmar que una declaración
es falsa: “Más bien, Cabello debió especificar cómo el testimonio del acusado
era falso”, indicó la magistrada.
De todas maneras, en su país, Cabello demostró que las
denuncias de The Wall Street Journal eran
pura patraña, una maniobra de un periódico del imperio para manchar su buen
nombre y honor.
Y eso es lo importante. Existe una verdad solo accesible
a los venezolanos, y otra muy diferente que se divulga en la prensa
internacional. Cabello se conforma con que su reputación quede salvada a nivel
local.
Como decía Mark Twain: “Cuando la
mentira ya ha dado la vuelta al mundo, la verdad recién se pone las botas, a
fin de empezar a caminar”.
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