sábado, 12 de mayo de 2018

Miente, miente, que algo quedará


Mario Szichman




Uno no puede abandonar con facilidad los portales noticiosos. En mi caso, pese a los esfuerzos por sustraerme de las horrendas noticias que llegan diariamente de Venezuela, resulta casi imposible. Pero, poco a poco, intento librarme de ese universo de las noticias que aún no han ocurrido, de los pronósticos que nunca se cumplen, y de esos semi letrados que anuncian toda clase de escenarios para el día que llegue finalmente el Armageddon a esa tierra de gracia que fue en una época Venezuela.
Hace algunos días, uno de esos cronistas profesionales que siempre están pronosticando sucesos que nunca van a ocurrir, señaló que Venezuela, a la que calificó de “acorazado inhundible” (habrá querido decir “insumergible”) tenía varias cargas de explosivos a lo largo de su línea de flotación. Y que, en las próximas horas, el pueblo se enteraría de terribles novedades.
Por supuesto, nada de eso ocurrió, y los venezolanos siguieron hundiéndose de manera cotidiana en la desesperación. También, como era de esperar, el señor del acorazado "inhundible" siguió gozando del respeto de sus lectores.

FAKE NEWS

Es bueno tomar en cuenta la manera en que se ha deteriorado el uso de la verdad en Venezuela. Los periodistas se animan de manera creciente a decir mentiras más grandes, sin que nadie los contradiga. Y su reputación nunca se daña.
Recuerdo que cuando trabajaba en el periódico Últimas Noticias de Caracas, en la década del setenta, su director, Nelson Luis Martínez, un periodista de verdad, me dijo: “Mira Mario, a veces demoramos semanas, meses en aumentar la circulación en cien ejemplares. Pero apenas ofrecemos una noticia falsa, perdemos miles de lectores”.

¡AH, QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!

En la era chavista, la verdad es imposible de encontrar. Y la mentira, imposible de ser desmentida. Y no crean que los chavistas tienen el monopolio de la mentira. Periodistas opositores han anunciado “tubazos” periodísticos, que jamás se concretaron.
Un caso muy famoso, y en el que tuve cierta participación, ocurrió en abril de 2015, cuando colaboraba en el periódico Tal Cual de Caracas.
Según información de prensa, Leamsy Salazar, ex guardaespaldas del fallecido presidente Hugo Chávez y supuesto guardaespaldas de Diosdado Cabello, en esa época presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, había huido a Estados Unidos. A fines de enero de 2015, el diario ABC de Madrid y El Nuevo Herald de Miami, informaron que Salazar había acusado a Diosdado Cabello de ser el líder de El Cartel de los Soles, dedicado al narcotráfico.
La pista de Salazar se perdió. Algunas fuentes periodísticas dijeron que vivía como “testigo protegido” del Departamento de Justicia.
Pero, meses después, en abril de 2015, Jim Luers, un supuesto vocero de la Casa Blanca, emergió de las sombras, y señaló que eran “totalmente falsas” las acusaciones formuladas por el ex guardaespaldas Salazar contra una de las figuras más importantes de la Revolución Bolivariana.  
Por supuesto, la Asamblea Nacional de Venezuela, controlada en esa época por el chavismo, se encargó, a través de sus voceros, de divulgar las declaraciones de Luers. ¿Y de donde provenían esas declaraciones? Nadie lo sabía. Pero si reputados legisladores chavistas formulaban esa afirmación, era necesario creerla.

FANTASÍAS

El supuesto Jim Luers      

Tras leer la información, y por simple rutina, escribí en Google “Jim Luers and White House,” y “Jim Luers and White House´s spokesman.” Pude verificar que no existía Jim Luers alguno trabajando como portavoz de la Casa Blanca.
Hubiese sido también posible llamar a la residencia presidencial. El número es el 202-456-1414. Los telefonistas atienden las llamadas, son muy corteses, y hacen todo lo posible para conectar a las personas.  Era posible preguntar por el señor Jim Luers. Él seguramente despejaría todas las incógnitas. Pero Luers no pudo despejar incógnita alguna, pues no existía.  

El blog Caracas Chronicles sustentaba esta hipótesis: la publicación del libro Bumerán Chávez, del periodista español Emili J. Blasco, corresponsal del diario ABC en Washington, había hecho sonar las campanillas. Según el blog, en el libro Blasco “repite algunas de las denuncias contra Hugo Chávez sobre reuniones secretas con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en las cuales el propio Chávez planificó el canje de drogas por armas con los insurgentes colombianos”.
Además, Blasco incluía “denuncias de manipulación de votos durante la elección de (el presidente) Nicolás Maduro, así como los vínculos entre Maduro y Jezbolá” (el grupo chiíta libanés).
El blog aclaraba que “la credibilidad de Blasco depende de la credibilidad de Leamsy (Salazar) y de otras fuentes”. Eso explicaría por qué un inexistente vocero de la Casa Blanca anunciaba que el ex guardaespaldas de Hugo Chávez y testigo protegido del departamento de Justicia estaba mintiendo a sabiendas. El presunto señor Jim Luers era el encargado de mostrar que todos los argumentos del periodista español se iban por el sumidero.
Inclusive los chavistas clonaron una persona, que se hizo pasar por Jim Luers. Y Diosdado Cabello, el número dos en la jerarquía chavista, demandó al periódico The Wall Street Journal, por agraviarlo con esas acusaciones.

EL FIN DE LA FARSA

El 25 de abril de 2018, la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito de Estados Unidos rechazó la apelación de Cabello por difamación contra The Wall Street Journal.
El diario, citando más de una docena de fuentes anónimas aseguraba que una unidad de élite de la Drug Enforcemente Administration preparaba una acusación contra Cabello y otros funcionarios del régimen venezolano.
Cabello era considerado el objetivo principal en la investigación de la DEA.
La jueza Katherine Forrest, a través de un documento de unas 40 páginas, dijo que Diosdado Cabello y su equipo de abogados fallaron en “alegar adecuadamente falsedad material y malicia real”.

La Corte dijo que, para alegar la falsedad de manera plausible, el demandante debía hacer algo más que afirmar que una declaración es falsa: “Más bien, Cabello debió especificar cómo el testimonio del acusado era falso”, indicó la magistrada.
De todas maneras, en su país, Cabello demostró que las denuncias de The Wall Street Journal eran pura patraña, una maniobra de un periódico del imperio para manchar su buen nombre y honor.
Y eso es lo importante. Existe una verdad solo accesible a los venezolanos, y otra muy diferente que se divulga en la prensa internacional. Cabello se conforma con que su reputación quede salvada a nivel local.
Como decía Mark Twain: “Cuando la mentira ya ha dado la vuelta al mundo, la verdad recién se pone las botas, a fin de empezar a caminar”.

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