El 21 de
marzo de 1978, Ángel Rama escribió en su diario: “Desde que publico un artículo
cada domingo, en El Universal (de
Caracas), hay silencio en torno mío. Para el medio intelectual es el
leprosario, del cual se tiene noticia, pero no se habla. Comprendo el frenesí
de Szichman que lo lleva al ataque: en él siente que existe”. Y luego, Rama
despotricaba sobre la vida intelectual venezolana. O su casi total ausencia.
Todo se reducía a “Chismografía, pequeños intereses, exhibicionismos
pueblerinos. Pero nada de auténtica pasión por la tarea intelectual, ni diálogo
sobre sus proposiciones... Están comidos por la vida trivial y la pueblerina
imitación de lo que creen las maneras de los escritores. Repiten gestos a falta
de poder asumir los significados intelectuales que rigen esos gestos”. (Ángel
Rama: Diario 1974--1983. Prólogo,
edición y notas de Rosario Peyrou. Ediciones Trilce, 2001. Montevideo,
Uruguay).
La mención
de Rama al frenesí de mis ataques contra las nulidades engreídas de Venezuela
fue un generoso homenaje de ese valioso intelectual uruguayo. Rama careció, en
la Caracas de su exilio, del respaldo de otros profesionales de la escritura. Fue
un trabajador a tiempo completo en la Biblioteca Ayacucho, un monumento
cultural muy difícil de igualar en el resto del continente.
Afortunadamente,
nunca tuve que lidiar con la burocracia cultural venezolana, o con sus monigotes.
Siempre me gané la vida en el periodismo, donde era más difícil serrucharle el
piso a los rivales. Las amenazas de perder el empleo si lidiaba con vacas
sagradas como Arturo Uslar Pietri o Miguel Otero Silva, uno de los propietarios
del periódico El Nacional de Caracas,
resultaban inexistentes. Hubiera sido diferente en un empleo público.
Por lo
tanto, como decía Rama, me dediqué al frenesí de atacar la prosa, o la poesía,
de muchos intelectuales. Escribí Miguel
Otero Silva: mitología de una generación frustrada, y perdí toda
posibilidad de publicar en el periódico El
Nacional. Ese mismo año, publiqué Uslar:
cultura y dependencia. Ninguno de esos ensayos es recordable, o perdurable,
pero al menos, sentí que existía, vivía, en mis cuestionamientos.
Rama tuvo
la generosidad de comentar en 1978, en el periódico El Universal, dos de mis novelas. No tenía necesidad alguna. Por el
contrario, corría riesgos del establishment
caraqueño. Sin embargo lo hizo. Y además, con rigor y equilibrio. Siempre le
estuve infinitamente agradecido.
M.Szichman
---------------------------------------------------------------0---------------------------------------------------------------
Texto de Rama:
Se llama Mario Szichman, nació en Buenos Aires
en una familia de inmigrantes judíos y desde hace tiempo vive en Venezuela.
Tiene 32 años y fuera de un don de libelista dentro del magisterio de
Paul—Louis Courier, es autor de tres novelas –escritas en Caracas—que son una y
la misma novela obsesiva.
Su escritura ardiente y descuidada, la
composición compleja y jadeante de sus relatos, el vigoroso acento existencial,
su visión desenmascaradora de los personajes, sus planteos dramáticos que
aborda de manera sarcástica desmesurando el grotesco, han hecho de él una de
las figuras que importan en esa narrativa en marcha de América Latina que
procura sustituir la estética de los autores del boom narrativo. Los tres libros son Crónica falsa (1969) que obtuvo una primera mención en el Concurso
Casa de las Américas, Los judíos del Mar Dulce (1971) y La verdadera crónica falsa (1972), que
es una nueva versión de su primera novela.
Todas cuentan un mismo asunto y manejan los
mismos personajes, desde una perspectiva francamente autobiográfica. Es un problema que concierne visceralmente al
narrador y a la vez, a su liberación. Una y otra vez vuelve sobre un círculo de
criaturas familiares y las “revive”. Eso implica contarlas y contarse en un
trance de notorio trasfondo psicoanalítico, pues esos son los fantasmas que
deben ser corporizados mediante el discurso literario.
El narrador se asume al asumirlos e ingresa a
un combate, por momentos doloroso, por el otro sarcástico hasta la irrisión. De
esa manera postula el tránsito simultáneo por tres ámbitos que se entremezclan:
es la existencia de miembros de una familia cuyo significado último no se
alcanza dentro de una opacidad generalizada, aunque es de una vitalidad
directamente carnal; es la vida de un narrador como una sombra de ese mismo
círculo mágico, colocada en circunstancias concretas que reiteran el absurdo y
la opacidad; es finalmente ese tejido de mediaciones y recursos que objetivan a
los seres humanos permitiendo reconstruirlos sobre otros campos: fotos,
películas, reportajes periodísticos, investigaciones, palabras, la propia
escritura y la composición literaria.
La atención extremada para los dos ámbitos
primeros, exacerba aquí la conciencia de ese tercero, que es el de la
literatura como sucedáneo del discurso psicoanalítico. En él es posible
retrotraer el tiempo, dar un cierto cuerpo nuevo al fantasma, manejar objetos
culturales (palabras, imágenes) que como los sueños transportan cargas
profundas. Y sobre todo, componer un orden aparentemente desordenado, que
traduce con paralela intensidad, tanto el universo que se investiga como la
forma en que esa investigación es realizada y quien la lleva a cabo. De ahí que
sus novelas sean reconstrucciones en que el método y el sistema aplicado
resulten tan explícitos y necesarios como el material que se recupera de un
pasado abolido.
EMPLAZANDO A LOS PECHOF
Todo tiene que ver con los Pechof, una familia
de judíos polacos que emigra a la Argentina, iniciando allí el proceso de
adaptación que, si por una parte los incorpora progresivamente a las costumbres
y asuntos de la vida argentina, por el otro los va despojando despaciosamente
de esa tan cerrada red de tradiciones y modos de conducta que viene desde el
lejano gueto, con su lengua idisch, su religión, su conciencia racial, su
concepción cerrada de la familia. Se trata de una red en la que siguen moviéndose,
tratando de prolongarla, como si en ella les fuera la vida, o al menos su
significado.
Se trata de judíos pobres, instalados en los
barrios suburbanos, aplicándose a insignificantes oficios, prendidos a la vida
con vigor, entrelazados al margen de la sociedad, y al mismo tiempo conviviendo
con la más extravagante serie de personajes y situaciones de la vida humilde
porteña.
La figura de Natalio, el padre, que rige a la Crónica Falsa, destaca el proceso de
integración a través de su participación en el socialismo argentino. En cambio,
la visión más amplia del conjunto familiar, que se ofrece en Los judíos del Mar Dulce, subraya el
proceso de segregación, alternando con un “idische jazene”, un casamiento judío
–uno de los episodios grotescos que hubiera codiciado Discépolo–, con la
simultánea agonía de Eva Perón.
David Viñas ha subrayado, a propósito de la
narrativa de Mario Szichman, su conexión con Gerchunoff o Rozenmacher, que en
distintas épocas trabajaron el tema judío, distinguiéndolo de ellos por el
manejo de la insolencia. Eso lo distancia de toda la impostación costumbrista
en la descendencia del clásico Sholem Aleijem.
Pero en la literatura no es el tema, aún
tratándose de uno tan intenso como el de la tradicional y rica familia judía,
el encargado de estipular los linajes. Es la narrativa del propio David Viñas
que puede aproximarse la de Mario Szichman debido a ese tono existencial
desbordado que consigue un efecto de realidad bruta imposible de hallar en
otros escritores. Y es que ambos son descendientes de un escritor que es padre
de una importante y opositora falange literaria: Roberto Arlt.
Por momentos, Szichman copia el uso de los
personajes secundarios de Arlt (su rufián jubilado), y siempre se mueve dentro
de su peculiar concepción que podría sintetizarse de esta manera: predominio
del personaje sobre cualquier otro elemento del discurso literario, distorsión
e intensidad de esos personajes haciéndolos traspasar los lindes de un realismo
exasperado e incorporándolos a una dimensión no solo fantasmagórica sino
fantástica. A eso se suma una recuperación sin tabúes de la vida humilde,
grosera, concreta, corporal, y simultáneamente insólita. De esa manera
construye una sucesión siempre sorprendente de situaciones enriqueciendo la
escritura con un régimen de comparaciones y de “particulares” cuya vivacidad es
equivalente a su originalidad. Hay una oscuridad y violencia de las pasiones
que se encauzan por laberintos irracionales con una fuerza ingobernable.
CAMBIO DE GUARDIA
Szichman alterna esta visión de los personajes
y de las situaciones al encuadrarlos en una esfera social que la vida
intelectual argentina debe tanto a Sartre como a Gramsci. Sus novelas manejan
un marco social presente, encargados de rodear una peripecia personal.
En La
verdadera crónica falsa, se trata de una investigación sobre los peronistas
fusilados en el basurero de José León Suárez, en la provincia de Buenos Aires,
por parte de soldados de la Revolución Libertadora. El episodio atrajo a
Rodolfo Walsh, y dio origen a su excelente serie de reportajes llevados al
libro con el título de Operación Masacre.
En Los judíos del Mar Dulce es la
operática agonía de Eva Perón y de sus infinitos funerales, que también
concitaron la atención de otro narrador del movimiento, Jorge Onetti, en su
novela Contramutis.
Esta alternancia, que ha llegado a
constituirse en una solución mecanizada y que no falta prácticamente en ninguna
de las novelas italianas modernas, como herencia de preceptos literarios del
siglo diecinueve, se resuelve de un modo simple mediante dos series de
capítulos que permiten la progresión cronológica simultánea de los sucesos, los
cuales se responden y oponen de manera armónica. Pero alcanzan una instancia
superior, cuando se complican por la descripción del sistema narrativo que se
aplica. Especialmente en Los judíos del
Mar Dulce, donde se agrega una tercera serie, desfasada de manera
cronológica sobre las dos alternas. Allí se narra la filmación de una película
que describe el traslado de los Pechof desde Polonia y su asentamiento en la
Argentina. De esa manera, se repite el ciclo histórico de la nacionalidad, con
aceleración cinematográfica.
Pero más que en los modos de composición, el don
que conforma la originalidad de estas novelas radica en la presencia de
detalles significativos, y en el manejo de particulares.
Impostados sobre una coordenada realista,
acumulan detalles extraños. Hay bruscas iluminaciones, gestos o conductas
imprevisibles, datos frecuentemente vulgares y coprológicos, reviviendo esa
capacidad de animación que en su momento y coordenadas, develó la sorpresa de
la narrativa de Dostoievski, y que en época moderna trazó el universo de
Celine.
Se trata de la irrupción de un estrato oculto
que reconstruye “la triste vida corporal” de que hablaba el poeta. Sirve
también para conceder un aire realista a historias y personajes que han sido
redimensionados sobre un escenario chirriante, grandilocuente, desesperado.
Szichman se desborda por la vía realista hacia
un universo alucinante, que parece el único capaz de traducir la vivencia
exaltada y dolorosa de esa realidad. Es una suerte de grotesco irredimible, una
frenética farsa, un sarcástico aquelarre, reviviendo la frase desolada de
Macbeth que hizo suya Faulkner: es el estrépito y la furia de la percepción del
absurdo.
----------------0----------------------
Este ensayo fue publicado originalmente en el “Suplemento
Cultural” del periódico El Universal de
Caracas, el 5 de marzo de 1978.
N.B.
En
la vida prefiero el orden cronológico, aunque es un pecado mortal en la
narrativa. Gracias a mi querida y talentosa amiga uruguaya Alicia Migdal, he
recibido un video, grabado en 1983, donde entrevisté a un ser humano de enorme
calidez, modestia y fragilidad, llamado Ángel Rama. Pueden ver el video de la
entrevista en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=XmDCiJVEtcE
No hay comentarios:
Publicar un comentario