Mario
Szichman
Para la profesora Carmen Virginia Carrillo.
Sin ella, este blog no existiría.
Tampoco una sola de las novelas
de las cuales me siento tan orgulloso.
Creo que fue en abril de 2013 cuando la
profesora Carmen Virginia me propuso la idea de crear un blog. Respondí como el
Chapulín Colorado, más rápido que inmediatamente. Le dije: “No”. Tenía
excelentes motivos, de los cuales, no recuerdo uno solo. Pero creo que mi
renuencia a crear un blog estaba relacionada con la ostentación. Desde poco
después de nacer, hasta antes de morir, abundamos en disfraces y adulteradas
imágenes. El blog requería llevar foto del autor. Recordé algunas fotos de
intelectuales latinoamericanos. En la mayoría, abundaban los ceños fruncidos,
proliferaban las barbas, las muecas de malhumor, los ojos atormentados, y todo
aquello que sugería una mente más proclive a cultivar las musas, que a buscar el
favor del público, aunque todos ellos, en su alma recóndita, se pondrían de
rodillas para conseguirlo.
Pero además ¿de qué escribir? Si
contaba mis proyectos literarios quedaría en una posición vulnerable. ¿Cuántos
proyectos avanzarían, cuantos serían arrojados al cesto de los desperdicios? ¿Qué
tal si hacía crítica de libros, de películas de obras de teatro? ¿Me animaría a
comentar la actualidad política? Y en ese caso ¿qué tipo de crítica? ¿Contra
quien podría arremeter a nivel político.
Existe algo muy desafortunado en la
profesora Carrillo: tiene respuestas para todo. Es una de las —numerosas—
virtudes que la hacen imbatible. Además, tras sus modales corteses, es muy
empecinada. Ella sabe, con palabras del Libertador, que con modo todo se puede.
Puse una serie de trabas. Una mejor que
la otra. Vengo de la época de la máquina de escribir. Me costó muchísimo
adaptarme a la computadora. Ignoraba cómo se hacía una página Web, o como
colgar una foto. Desconocía la parafernalia que acompañaba a esas páginas. Ese
fue uno de mis irrebatibles argumentos. Con amable certeza, le expliqué a la
profesora Carrillo los escollos. Caso cerrado … La profesora Carrillo destruyó
mis irrebatibles argumentos uno tras otro, en un santiamén. Entre su destrezas
–tarde me enteré—conocía todo lo relacionado con las páginas Web.
Ya no sabía qué inventar. ¿The writer´s block? Pero ese
padecimiento afectaba a eximios autores, como Herman Melville, o a algunos escasamente
eximios, como Ernesto Sábato. Después de todo, mi carrera en las letras empezó
como periodista, no como escritor. (Parafraseando a otro grande entre los
grandes, Anton Chejov, puedo decir que el periodismo es mi esposa legítima, y
la literatura mi amante). Nadie dura diez minutos en una sala de redacción con the writer´s block. Por lo tanto, nunca sufrí
la enfermedad. Y sin embargo, conseguí aferrarme a una buena excusa. Sí, era
cierto, podía escribir. Pero ¿qué temas debería abordar? ¿A qué público
dirigirme? Era algo difícil de imaginar.
Por lo tanto, hice un pacto con la profesora
Carrillo: comenzaría a escribir para el blog, pero con un plazo de prueba. Si
la cosa no funcionaba, digamos a los tres o seis meses, cancelaría el proyecto.
Pero el cuento tuvo un final feliz.
(Adoro los finales felices).
Es una suerte que así como el apetito
viene comiendo, la escritura viene escribiendo. A medida que fui escribiendo
artículos, logré descubrir las ventajas de tener un blog, y también el formato
más accesible.
La escritura tiene su código, sus
reglas. No escribimos del mismo modo un soneto que un verso libre. En su Filosofía de Composición Edgar Allan Poe
tuvo la desfachatez de mostrar la mecánica de escribir poemas. Una de las
razones por las cuales sus aspirantes a colegas lo odiarán hasta la eternidad. Al
parecer, cada obra maestra necesita prestigiarse en base a la presunta
dificultad afrontada por el creador, y Poe hacía creer que escribir versos
inmortales era puro coser y cantar. (T.S.
Elliot escribió una respuesta al ensayo de Poe donde usó vitriolo en lugar de
tinta).
En este momento, tras sintetizar las
ideas que esbozó Poe en su ensayo, debería pasar a otro tema. Y ahora voy a
exhibir una de las ventajas del blog. Si estuviese en una sala de redacción e
insistiese en el argumento, vendría el editor con su lápiz rojo (una figura del
pasado, ya nadie usa lápiz rojo en las redacciones, todo se hace a través de la
computadora) y anularía los párrafos redundantes.
Pero seguiré con Poe, porque éste blog
me pertenece. Por cierto, la Filosofía de
Composición debería convertirse en un texto de lectura obligatoria para los
poetas, pues ahorra muchísimo tiempo de trabajo. Y además, le serrucha el
pedestal a las nulidades engreídas.
Poe quiso destruir la idea de que los
poetas han sido uncidos por la mano del Señor, una idea que divulgó con gran
brío Baudelaire, y que abrió el camino a gran cantidad de escritores malditos,
como el gran Rimbaud. El poeta norteamericano arremetió en su trabajo contra
Coleridge y otros colegas que creían en las musas y en la inspiración divina.
Consideraba esos argumentos simples excusas de intelectuales perezosos. Para
eso mencionó uno de sus poemas más famosos: The
Raven. En primer lugar, el poema
tenía que ser corto, para poder ser leído “en una sola sentada”. (Ya veremos
que ese consejo se transmitió también al cine).
Poe indicó luego que no existía
intuición en el artista, o espontaneidad alguna. La escritura era como
cualquier otro oficio, una tarea metódica, analítica. Y si ningún otro autor
antes que él había admitido su argumento, era porque destruiría la fachada de
ser superior creada por los literatos. Según Poe, los escritores temían que el
público “espiara entre bastidores”, y descubriera “sus cautelosas elecciones y
rechazos”. Tras una serie de
sugerencias, Poe concluía con otro devastador mazazo: un poema, o cualquier
otra obra de ficción, sólo podía ser redactado luego de que el autor decidiera el final, el “efecto”
que deseaba causar en los espectadores. O, lo que es lo mismo, había que
escribir de atrás para adelante. En ese caso ¿dónde quedaba la inspiración? Y una
vez conseguido el efecto, era necesario buscar los seres necesarios para
encarnarlo. En el caso de The Raven,
“la muerte de una bella mujer … es, sin duda alguna, el tópico más poético en
el mundo”. Y el cuervo, un gran símbolo de la muerte.
Aunque Eliot habría asesinado a Poe si
lo hubiera tenido a su alcance, otros creyeron a pie juntillas en los consejos
del poeta. Entre ellos, uno dijo que los consejos habían tenido “la principal
influencia en mi obra”. El caballero se llamaba Maurice Ravel.
FORMATOS
Woody Allen decía que pese a toda clase
de inventos, seguimos siendo aristotélicos. Las obras de teatro deben constar
de tres actos (bueno, William Shakespeare prefería las obras de cinco actos,
pero es un dato sin importancia), las novelas nunca exceder las 250 páginas
–olvídense de La guerra la paz, o de A la búsqueda del tiempo perdido, son simples anomalías—y los
filmes durar exactamente noventa minutos. Fue la única vez que Woody acertó. No
conozco muchos filmes que sigan siendo fascinantes al minuto noventa y uno.
(Jack Warner, uno de los hermanos que creó la productora Warner Brothers, aseguraba contar con un método infalible para
detectar el momento exacto en que debía concluir una película. Era cuando
estaba sentado en la sala de filmación, y sentía que empezaba a picarle el behind. Generalmente, eso ocurría a
partir de los ochenta y cuatro minutos de proyección).
En ese contexto, creo que cada post en un blog debe oscilar entre las
1.500 y las 2.000 palabras como máximo, aunque temo que este post excederá la
cifra, pues, como se sabe, la función de las reglas es ser transgredidas. Más
allá de esa normativa, cuyo único propósito es no aburrir al lector, en el post podemos hablar de todo aquello que
se nos ocurra. Se trata de un diálogo constante. Además, a diferencia de lo que
publicamos en revistas o periódicos, hay muchas respuestas de los lectores.
Con el transcurso del tiempo descubrí
también el mayor imperativo y la mayor ventaja de un blog: el lector debe reconocer una voz personal. Por supuesto, hay
que tener cuidado con la extensión del texto. Y el título también es importante,
pues permite capturar la atención de seres humanos que suelen circular por la
misma longitud de onda.
En el mundo anglosajón los titulares
son un arte en sí mismo. Recuerdo un titular de la agencia United Press
Internacional, donde por cierto trabajé, en Nueva York, y en Washington. Decía:
“Ladrones disfrazados de policías, se enfrentan a policías disfrazados de
ladrones”. Otro titular digno de un Pulitzer fue éste de The New York Post: “Headless
Body in Topless Bar” que apareció en la portada del tabloide el 15 de abril
de 1983. (Para eso tuve que investigar en el internet).
Ocurre que un psicótico había ingresado
a un night club de Queens donde las
mujeres hacían strip-tease, y asesinó al propietario. Al enterarse que una de
las asistentes al local trabajaba en una empresa de pompas fúnebres, el asesino
le ordenó que decapitara a la víctima (Only in New York!). La cabeza fue
encontrada luego por la policía en el vehículo del asesino. Al editor del Post le resultó irresistible esa
combinación de dos less un “Headless
Body”, cuerpo sin cabeza, con “Topless Bar”, establecimiento donde se practica strip-tease. (Ni siquiera en inglés la
palabra topless explica muy bien de
qué se está hablando. Literalmente es: sin la parte de arriba. Pero ¿arriba de
qué? En el strip-tease las mujeres no
se quitan solamente la parte superior del vestuario).
Cuando a Steve Dunleavy, el editor
metropolitano del diario, lo criticaron por el título, respondió: “¿Y qué
deberíamos haber dicho? ´¿Encuentran un cerebelo decapitado en una cantina de
mala reputación?´” Para advertir el impacto del titular, basta confrontarlo con
el publicado por The New York Times:
“Owner of a Bar Shot to Death; Suspect is
Held.” (Matan a balazos al dueño de un bar. Sospechoso bajo custodia). Como
hubiera dicho Borges, el titular resumía una de las formas más famosas del
tedio. En ese sentido, No hay nada como los tabloides de Nueva York para
disparar desde la cadera.
Bueno, pero la mayor ventaja del blog
es un potencial díalogo con los lectores. Al cabo de un tiempo, digamos luego de tres
años de publicar un post dos veces por semana, se empieza a tener una idea
aproximada de las personas con que estamos conversando, así como aquellos temas
que despiertan más interés, y otros que es mejor dejar de lado.
El año próximo cumpliré medio siglo en
el periodismo. Trabajé en periódicos, revistas y agencias noticiosas en
Barranquilla, Caracas, Buenos Aires, Nueva York, Washington, Orlando, la costa
Oeste de Estados Unidos. He colaborado con medios impresos en Ciudad de México,
Roma, Medellín y Montevideo. Y no tengo la menor idea de la reacción que han
tenido mis trabajos en esos medios impresos.
En cambio en el blog puedo enterarme de
las visitas que ha tenido cada uno de mis artículos en sitios tan inesperados
como Hong Kong, Kiev, Moscú, Belfast, o Tokio. En ocasiones, también me
escriben lectores. Generalmente, sus comentarios son generosos, aunque también
hay críticas. El blog no es algo impersonal. El lector nunca puede olvidar que
hay una persona concreta trabajando el texto.
Hay otros beneficios. Dentro de los
límites, se pueden trabajar temas factibles de ser luego desarrollados in extenso. Nuestro cajón de sastre es
limitado. Los escritores, los cineastas, los dramaturgos, reaparecen. De
repente, un libro nos fascina, y pensamos que podríamos usarlo para algún
capítulo de novela. En otras circunstancias, comentamos un libro. Luego
descubrimos que tal vez no se acomode a la novela. Pero sí a un libro de
ensayos.
La producción crece de manera
incesante. Pero sin abrumarnos. Si alguien nos dice que debemos escribir cinco
páginas de una novela por día, nos parece un esfuerzo abrumador. Pero el blog
nos obliga a una producción similar, y nos parece un juego de niños. Además,
estamos obligados a cumplir con la cuota. Y ver con rapidez los resultados. Instant gratification.
Entre el 2013 y finales del 2016,
publiqué 376 textos. A un bajo promedio de cinco páginas por texto, son 1.880
páginas. Pude hablar de algunos de mis escritores favoritos, y eso me llevó a
releer a varios de ellos. Descubrí, tal como han descubierto otros lectores,
que tres lecturas de Crimen y Castigo
son tres experiencias diferentes, en ocasiones antagónicas. Terminé lecturas
que había dejado previamente inconclusas, y también descubrí recientes
creadores que darán mucho que hablar en el futuro.
Pude explayarme a mis anchas hablando
de filmes que adoro –dudo que alguno de ellos sea en tecnicolor— y compararlos
con los textos de origen. Descubrí gemas escasamente recordadas, y recuperé
entusiasmos. También pude publicar algunos de mis cuentos, o anticipar, en
algunos de mis ensayos, temas que pienso desarrollar en futuras novelas o
ensayos. Pues el blog es también un excelente sounding board.
Sí, el apetito viene comiendo, la
escritura viene escribiendo, y el placer de la lectura leyendo. Es un win-win situation. Tal vez no todo lo
publicado es de calidad, quizas algunos de los temas a pocas personas
interesan. Pero el trabajo se ha ido concretando, existen testimonios. Sin la
amable, persistente sugerencia de la profesora Carrillo, no existirían estos
376 textos, ni estas 1.880 páginas. Por lo tanto, mi consejo final: nunca,
nunca, rehúyan un desafío. (En el caso de la profesora Carrillo, créanme, es
imposible hacerlo. Fiel discípula del Libertador, cree que con modo todo se
puede).
Paso por este blog como quien viaja a una playa, o entra a una biblioteca sin objetivo cierto que no sea leer y buscar entre libros. Felicitaciones Mario por el logro de las primeras cien mil visitas, y gracias por compartir tus aficiones y obsesiones literarias y vivenciales. ¿Acaso pueden ser distintas? Afectuoso abrazo de lector y amigo.
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