Mario Szichman
Oliver Cromwell
¿Hay algún
hombre fuerte deseoso de mejorar la condición de sus gobernados? Lo dudo. Y no
porque el hombre fuerte tenga una maldad intrínseca. Puede tratarse del ser
humano más bondadoso del mundo, pero el día solo tiene veinticuatro horas.
Quien permanece más tiempo en el poder, más horas debe dedicar a preservar su
cuerpo de las horcas enemigas. La historia de la Revolución Mexicana está
repleta de caudillos que del llano pasaron a la tumba, tras un corto interregno
donde creyeron que eran inmunes a las balas.
Los caudillos
son premeditados filósofos del pesimismo. Están convencidos de la imposibilidad
de mejorar la especie humana en pocos años. Si nuestra especie prospera, es a
lo largo de los siglos, aunque su colapso suele requerir apenas una generación,
como lo verificaron Adolf Hitler, José Stalin y una pléyade de salvadores de la
patria.
Es fastidioso
instalarse en la cima del poder. La soledad está plagada de cortesanos. A los
poderosos les aburren y molestan las críticas. Son niños que exigen constantes caricias en su
cabeza. Y la inevitable alternativa son los lisonjeros, seres bastante
aburridos.
Controlar un
gobierno por encima del tiempo estipulado debe ser una de las tareas más
monótonas y arduas del mundo, pero ayuda bastante si se cuenta con otros
miembros de la familia.
EL LORD
PROTECTOR DE INGLATERRA
Una de las
figuras más famosas de la política inglesa fue Oliver Cromwell (1599–1658).
Después de la decapitación del rey Carlos I, se convirtió en Lord Protector de
Inglaterra, Escocia e Irlanda, aunque a nivel personal, nunca encontró la
protección adecuada. Cromwell vivía aterrado. Cada día lo acosaba la pesadilla
de ser asesinado. Dicen que dormía con dos pistolas bajo su almohada. Solía cambiar de domicilio con gran
frecuencia.
Aunque murió
en su cama, la inmortalidad lo alcanzó. Su hijo, Richard, lo sucedió como Lord
Protector y posiblemente fue involuntario causante de su incómoda eternidad. El
hijo era peor que el padre, y para completar la desdicha, carecía de influencia
en el parlamento y en el ejército. Finalmente, fue destituido en 1659, meses
después del fallecimiento de su progenitor. Y ahí comenzó la segunda vida, la
eterna muerte de Cromwell. Ya hablaremos de ella.
EL OTOÑO DE
LOS PATRIARCAS
Cuando se
habla de la perpetuación del poder, no podemos descuidar América Latina, pues
uno de los ingredientes más interesantes de su política es la conversión de las
repúblicas en dinastías. Los lazos de sangre o conyugales suelen acabar con los
preceptos democráticos.
En Cuba,
Fidel Castro y Raúl Castro se turnaron en el gobierno desde el triunfo de la
Revolución Cubana en 1959. Fidel fue primer ministro de Cuba desde 1959 hasta
1976; ese año pasó de primer ministro a presidente, y en el 2008 fue sustituido
por Raúl.
En total, el
apellido Castro ha gobernado Cuba durante 59 años, sin interrupción alguna. Es
obvio que únicamente esos dos hermanos han sido capaces de gobernar la isla. Hay
pocos ejemplos en la historia de tanta tenacidad para aferrarse al poder. Y
aunque la Reina Victoria estuvo sentada en el trono de Inglaterra durante 64
años, reinaba, pero no gobernaba.
Cada modelo
exitoso genera comparsas. Más de medio siglo en el poder despierta embeleso y
el intento de rivalizar. Uno de los más fascinados con el ejemplo de Cuba fue
el presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, otro líder indiscutible e
irremplazable, quien fue reemplazado en abril de 2013 por Nicolás Maduro, tras
fallecer de cáncer, a los 58 años de edad. Como era inmortal, así lo
proclamaban diariamente sus corifeos de turno, le resultaba imposible concebir
su propia muerte.
El apellido
Chávez ha generado más lumbreras que el apellido Castro. Adán Chávez fue
gobernador de Barinas y Aníbal José Chávez Frías, fue alcalde del Municipio
Alberto Arvelo Torrealba, en Sabaneta, también en el estado Barinas. Asdrúbal
Chávez, primo del extinto presidente, estuvo a cargo del ministerio del Poder
Popular de Petróleo y Minería de Venezuela. En cuanto a María Gabriela
Chávez, hija de Hugo Chávez, detenta pese
a su juventud el cargo de “embajadora alterna” en las Naciones Unidas, aunque
ha asistido apenas tres veces a las sesiones del organismo internacional.
EL CESE DE
LAS IMITACIONES
Si Hugo
Chávez era un devoto admirador de Fidel Castro ¿Por qué no lo imitó también en
la descendencia política? Varios de sus hermanos podrían haber heredado su
legado. Algunos alegan que existían problemas constitucionales. Sin embargo, la
manera displicente con que el chavismo maneja la Constitución y las leyes en
Venezuela desmiente esa hipótesis. Es obvio que, si Chávez hubiera querido
dejar otro Chávez en el Palacio de Miraflores, las normas jurídicas se hubieran
estirado como un chicle para acomodar a otro portador del apellido.
LA
PRESIDENCIA CONYUGAL
En la
Argentina, la perpetuación de las dinastías políticas se ha dado por el lado
conyugal. Juan Perón fracasó en el intento de llevar como compañera de fórmula
para su segundo mandato a su esposa, Eva Duarte de Perón. Los militares se
opusieron y Perón tuvo que incluir como candidato a vicepresidente a Jazmín
Hortensio Quijano, quien falleció poco después. Perón asumió por segunda vez la
presidencia sin la compañía de su compañero de fórmula. El cargo vacante fue
ocupado por el almirante Alberto Tessaire, como resultado de nuevas elecciones,
en abril de 1954.
Cuando Perón
regresó a la Argentina y al poder, en 1973, consiguió imponer como vicepresidenta
a su tercera esposa, María Isabel Martínez. Perón falleció el 1º de julio de
1974 e Isabel Perón lo reemplazó, hasta que en marzo de 1976, una junta militar
la derrocó.
El modelo
impuesto por Perón tuvo una réplica en el matrimonio de Néstor Kirchner y
Cristina Fernández. Kirchner fue sucedido por su cónyuge. La presidenta de
Argentina abandonó el cargo en el 2015, y está asediada por varios procesos
penales, algo común en los países latinoamericanos, donde varios mandatarios
descubren que son ex mandatarios cuando los mandan a la cárcel.
¿PARA QUÉ
SUSTITUTOS?
La costumbre
de los presidentes en ejercicio de reemplazarse a sí mismos en el poder se ha
diseminado en América Latina como el fuego en una pradera. No solo Chávez logró
su reelección, también Evo Morales en Bolivia. José Manuel Santos lo intentó en
Colombia, pero una Corte Constitucional vetó sus anhelos de servir al pueblo.
En Ecuador, Rafael Correa consiguió que un tribunal legalizara la relección
indefinida, aunque no mordió el anzuelo, porque su país quedó endeudado en
medio de una fenomenal corrupción. Ahora Correa vive en una especie de exilio
dorado, y su reemplazante, Lenin Moreno, se la pasa denunciando a su ex colega
por presuntos actos de latrocinio.
Correa, como
otros gobernantes de su calaña, ha demostrado que el poder pertenece a los
elegidos.
VOLVIENDO A
CROMWELL
Sin embargo,
en todos los casos antes reseñados, y eso resulta afortunado, aquello que
protege la vida no es endosado por la muerte. Y el ejemplo de Cromwell es
bienvenido.
El 30 de
enero de 1661, casi tres años después de su muerte, y al cumplirse el duodécimo
aniversario de la ejecución de Carlos I, el cadáver del dictador fue exhumado
de la Abadía de Westminster, y sometido a una ejecución póstuma. El
descompuesto cadáver de Cromwell fue colgado de cadenas en Tyburn, y luego
arrojado a una fosa común. Su cabeza fue emplazada en una pértiga a las puertas
de Westminster Hall, la parte más antigua del Palacio de Westminster. Allí
permaneció hasta 1685.
Durante los
27 años posteriores a su muerte, la cabeza de Cromwell fue exhibida por sus
enemigos como un trofeo. Luego fue cambiando de manos, y, en 1814 vendida a un
tal Josiah Henry Wilkinson, según nos informa Wikipedia. El ánima de Cromwell
debió esperar hasta 1960 para que fuesen congregados parte de sus restos
humanos en un solo lugar, el Sidney Sussex College, en Cambridge.
Quizás uno de
los peores errores de Cromwell fue dejar el poder en manos de su inepto hijo.
Cromwell, un
convencido líder republicano, terminó cediendo a las tentaciones de la sucesión
monárquica y al llamado de la sangre. Es un buen ejemplo de que perpetuarse en
el poder no garantiza la inmortalidad.
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