sábado, 14 de abril de 2018

Las tortugas que precedieron a los decapitados: “Eros y la doncella”, y el Reino del Terror


Mario Szichman




Nunca pensé que entre mis novelas escribiese una sobre el Reino del Terror, y otra, sobre los ataques a las torres gemelas.
Logré emerger del encasillamiento mental, tras muchos años de persistir en las andanzas y malandanzas de una familia judía, los Pechof, que concluyó en La Trilogía del Mar Dulce, y de aproximadamente una década de indagar en la vida y milagros de los patriotas que conquistaron la independencia de la Gran Colombia. También esa tarea se transfiguró en La Trilogía de la Patria Boba.
Si me preguntan cómo hice para escribirlas, realmente no lo sé. Demoré muchos años porque carecía de método. A veces recordaba ese personaje de la Academia de Lagado, que construía viviendas a partir del techo.
Me salvaron, en gran parte, los libros de autoayuda, especialmente Plot, de Ansen Dibell, y el crítico ruso Mijail Bajtin.
La imaginación dialógica es una de las ideas más luminosas de Bajtin. Voy a abstenerme de ir a mi biblioteca y buscar su libro Problems of Dostoevsky´s Poetics porque, aunque soy un fiel seguidor de los críticos que admiro, la única manera de averiguar su real influencia es a través de las ideas que disemina.
Me impresiona mucho la técnica narrativa de Dostoievski. Y Bajtin dice que su impacto está no en los diálogos del escritor, sino en los ecos de esos diálogos. En Dostoievski, aunque abunda la monomanía, no existe el monólogo. Sí, es cierto, sus personajes hablan muchas veces solos, pero no hay una sola frase que empiece y concluya en ellos. Cada sentencia es retomada por otro interlocutor, reelaborada, y echada nuevamente a rodar.
El conflicto no es sólo entre dos personas que discuten, sino en el interior de cada frase proferida. Es un altercado constante en que las ideas son propuestas y cuestionadas. Y todo se confecciona a través de ese diálogo de perpetua confrontación. Los personajes son vestidos y revestidos de palabras que los convierten en seres de tres dimensiones. Y eso contribuye a la imaginación dialógica.

LAS VERDADES DE UNA MALA ESCRITURA

¿Quién tiene el monopolio de la verdad en las novelas de Dostoievski? Nadie. Simpatizamos con sus héroes, con el Raskolnikof de Crimen y Castigo, con el Príncipe Mishkin de El idiota. Pero apenas tomamos un poco de distancia, descubrimos que sus interlocutores, y especialmente sus villanos, superan a los héroes cuando intentan demostrar cómo sus deplorables motivos resultan laudables.
Dostoievski nunca nos ofrece una fácil solución. Muchos de sus estupendos infames tienen mejores excusas que sus héroes para actuar de manera atroz.
Y como la narrativa –o cualquier producción dramática– es esencialmente un conflicto, cuando más titánica sea la lucha de ideas entre el protagonista y el antagonista, más agradecido estará el lector, quien deberá decidir a quién le otorga su voto de confianza.

NO CEDER ESPACIO

Pude disfrutar de los casi alucinantes beneficios de la imaginación dialógica durante la elaboración del texto de mi novela, Eros y la doncella[i], que transcurre durante el Reino del Terror. Todavía hoy intento recrear cómo ocurrió. Pero el núcleo central es éste: no hay héroes en una Revolución. Y si existen, los matan en la primera jornada. El resto de quienes se encaraman en el poder, son seres terriblemente mediocres, y muy peligrosos.  
Yo tenía un primer draft, sabía hacia donde deseaba dirigirme, contaba con los personajes principales (Robespierre, Danton, Marat), conocía el período en que debían transitar esos personajes, y poseía buenos referentes históricos. Cuarenta años de periodismo no transcurren en vano. ¿A quién se le ocurre investigar quienes fueron los primeros guillotinados? En mi pesquisa, descubrí que se trataba de seres fenecidos de dos tipos: cadáveres de un hospital, y especímenes de tortugas.


Otra pregunta ¿cómo hizo el pintor David para mostrar el rostro agónico de Marat en su bañera? Bueno, David siempre tenía a mano media docena de cadáveres que compraba a un proveedor. Los cadáveres eran guardados en tinas repletas de alcohol o de aguardiente. No duraban más de una semana. Y en el ínterin, si había que usar alguno, se ablandaban sus miembros sumergiéndolos en una bañera de agua caliente.
¿Por qué la ejecución de Robespierre fue tan recordada? Porque Robespierre era un coqueto que empolvaba cotidianamente su peluca con talco. Cuando guillotinaron a Robespierre, se alzó una nube de talco de su empolvada peluca, creando una inolvidable sensación entre los habitués a la Plaza de la Revolución.

Maximiliano Robespierre        

UN PROBLEMA: LA HISTORIA

Pero había una dificultad con Eros y la doncella: estaba colmada de historia. Y allí fue cuando comenzó a funcionar la imaginación dialógica. En frecuentes diálogos por email, la profesora Carmen Virginia Carrillo, editora de todas mis novelas, iba leyendo los capítulos, hacía comentarios. Todo aquello que parecía sacado de un texto de historia aconsejaba eliminarlo o corregirlo. Créanme, la novela creció.
Es increíble. Cuando un novelista escucha las palabras de su personaje reiteradas por la voz de un interlocutor, algo hace clic en su cerebro. En ese sentido, creo que los dramaturgos tienen una enorme ventaja sobre los novelistas. Pues la voz interior nada tiene que ver con la voz exterior. ¿Acaso no quedamos sorprendidos cuando oímos nuestra voz reproducida en un grabador?

SENDEROS NO TRANSITADOS

Esa traducción de la novela a un diálogo entre dos participantes transportó a Eros y la doncella por caminos inesperados. Hizo surgir, como de la galera de un mago, a una pareja, el convencionista Louvet, y su esposa Lodoiska. Son, junto con el general venezolano Francisco de Miranda, el héroe de tres revoluciones, los únicos personajes entrañables en un friso poblado por malvados.
Sin la imaginación dialógica, librada la novela a mi exclusivo criterio, al menos esos tres personajes no hubieran existido. Allí también primó la insistencia de la profesora Carrillo.
Cuando reviso la novela, y la observo intentando olvidar el período previo a su concepción, sigo considerando esos personajes imprescindibles. Pues le brindan humanidad a un escenario de gran guignol donde toda iniquidad hace su nido.

LA NECESIDAD DE DESCENTRAR

En la película El Gatopardo, Luchino Visconti ordenó poner ropas muy costosas, y de época, en guardarropas que permanecían cerrados. Burt Lancaster, quien representaba al personaje principal de la película, le preguntó a Visconti por qué ese gasto que consideraba inútil, pues el espectador nunca vería esas ropas. Y Visconti le respondió que, para él, lo único importante era que los personajes del filme estuvieran enterados de su existencia.
Tal vez –y ojalá– el lector ignore que esa circularidad existe en mi novela, y solo esté interesado en las peripecias de los personajes. Pero para el escritor es importante saber que ha podido manejar el trasfondo, desplazar con seguridad a los seres humanos que habitan su novela.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD


La adquisición de un nuevo idioma, la tarea de trabajar y volver a trabajar un texto desde el español y desde el inglés, ha cambiado mi forma de redactar. Hace 30 años me gustaban las frases largas, con muchas cláusulas subordinadas, como las elaboradas por Proust y Faulkner.
En mi segunda etapa como escritor –hubo un hiato de 20 años en que nadie estaba interesado en publicarme– fueron otros los autores que se convirtieron en mi constante compañía.  Primero y principal, Jim Thompson.  Rezo cotidianamente en el altar de Big Jim. Y luego están Faulkner, Flannery O´Connor, el Hemingway de sus primeros cuentos, el Truman Capote de Handcarved Coffins, y todo Kurt Vonnegut.
El grande entre los grandes Leonard Cohen solía decir: I have taken a lot of Prozac, Paxol, Wellbutri, Reflexol, Ritalin and Focalin... I have also studied deeply the philosophies and the religions ... But cheerfulness kept breaking in. Como Cohen, yo también tuve mis altibajos, mis búsquedas, y desencuentros. Por eso es siempre grato encontrar seres humanos que suavizan la melancolía, alientan la euforia, contribuyen a que la alegría se siga desbordando. Y que, además, nos enseñan una nueva manera de escribir.
Creo que en Eros y la doncella, y gracias a la imaginación dialógica compartida con la profesora Carillo, pude probar las nuevas herramientas de la composición literaria.
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 [i] Editorial Verbum, Madrid, 2013. 

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