Mario
Szichman
Nunca pensé que entre mis novelas escribiese una sobre el Reino
del Terror, y otra, sobre los ataques a las torres gemelas.
Logré emerger del encasillamiento mental, tras muchos años de
persistir en las andanzas y malandanzas de una familia judía, los Pechof, que
concluyó en La Trilogía del Mar Dulce,
y de aproximadamente una década de indagar en la vida y milagros de los patriotas
que conquistaron la independencia de la Gran Colombia. También esa tarea se
transfiguró en La Trilogía de la Patria
Boba.
Si me preguntan cómo hice para escribirlas, realmente no lo sé.
Demoré muchos años porque carecía de método. A veces recordaba ese personaje de
la Academia de Lagado, que construía viviendas a partir del techo.
Me salvaron, en gran parte, los libros de autoayuda, especialmente
Plot, de Ansen Dibell, y el crítico
ruso Mijail Bajtin.
La imaginación dialógica es una de las ideas más luminosas de
Bajtin. Voy a abstenerme de ir a mi biblioteca y buscar su libro Problems of Dostoevsky´s Poetics porque,
aunque soy un fiel seguidor de los críticos que admiro, la única manera de
averiguar su real influencia es a través de las ideas que disemina.
Me impresiona mucho la técnica narrativa de Dostoievski. Y Bajtin
dice que su impacto está no en los diálogos del escritor, sino en los ecos de
esos diálogos. En Dostoievski, aunque abunda la monomanía, no existe el
monólogo. Sí, es cierto, sus personajes hablan muchas veces solos, pero no hay
una sola frase que empiece y concluya en ellos. Cada sentencia es retomada por
otro interlocutor, reelaborada, y echada nuevamente a rodar.
El conflicto no es sólo entre dos personas que discuten, sino en
el interior de cada frase proferida. Es un altercado constante en que las ideas
son propuestas y cuestionadas. Y todo se confecciona a través de ese diálogo de
perpetua confrontación. Los personajes son vestidos y revestidos de palabras que
los convierten en seres de tres dimensiones. Y eso contribuye a la imaginación
dialógica.
LAS VERDADES DE UNA MALA ESCRITURA
¿Quién tiene el monopolio de la verdad en las novelas de
Dostoievski? Nadie. Simpatizamos con sus héroes, con el Raskolnikof de Crimen y Castigo, con el Príncipe
Mishkin de El idiota. Pero apenas
tomamos un poco de distancia, descubrimos que sus interlocutores, y
especialmente sus villanos, superan a los héroes cuando intentan demostrar cómo
sus deplorables motivos resultan laudables.
Dostoievski nunca nos ofrece una fácil solución. Muchos de sus
estupendos infames tienen mejores excusas que sus héroes para actuar de manera atroz.
Y como la narrativa –o cualquier producción dramática– es
esencialmente un conflicto, cuando más titánica sea la lucha de ideas entre el
protagonista y el antagonista, más agradecido estará el lector, quien deberá
decidir a quién le otorga su voto de confianza.
NO CEDER ESPACIO
Pude disfrutar de los casi alucinantes beneficios de la
imaginación dialógica durante la elaboración del texto de mi novela, Eros y la doncella[i], que transcurre
durante el Reino del Terror. Todavía hoy intento recrear cómo ocurrió. Pero el
núcleo central es éste: no hay héroes en una Revolución. Y si existen, los
matan en la primera jornada. El resto de quienes se encaraman en el poder, son
seres terriblemente mediocres, y muy peligrosos.
Yo tenía un primer draft,
sabía hacia donde deseaba dirigirme, contaba con los personajes principales
(Robespierre, Danton, Marat), conocía el período en que debían transitar esos
personajes, y poseía buenos referentes históricos. Cuarenta años de periodismo
no transcurren en vano. ¿A quién se le ocurre investigar quienes fueron los
primeros guillotinados? En mi pesquisa, descubrí que se trataba de seres
fenecidos de dos tipos: cadáveres de un hospital, y especímenes de tortugas.
Otra pregunta ¿cómo hizo el pintor David para mostrar el rostro
agónico de Marat en su bañera? Bueno, David siempre tenía a mano media docena
de cadáveres que compraba a un proveedor. Los cadáveres eran guardados en tinas
repletas de alcohol o de aguardiente. No duraban más de una semana. Y en el
ínterin, si había que usar alguno, se ablandaban sus miembros sumergiéndolos en
una bañera de agua caliente.
¿Por qué la ejecución de Robespierre fue tan recordada? Porque
Robespierre era un coqueto que empolvaba cotidianamente su peluca con talco. Cuando
guillotinaron a Robespierre, se alzó una nube de talco de su empolvada peluca,
creando una inolvidable sensación entre los habitués a la Plaza de la
Revolución.
UN PROBLEMA: LA HISTORIA
Pero había una dificultad con Eros
y la doncella: estaba colmada de historia. Y allí fue cuando comenzó a
funcionar la imaginación dialógica. En frecuentes diálogos por email, la
profesora Carmen Virginia Carrillo, editora de todas mis novelas, iba leyendo
los capítulos, hacía comentarios. Todo aquello que parecía sacado de un texto
de historia aconsejaba eliminarlo o corregirlo. Créanme, la novela creció.
Es increíble. Cuando un novelista escucha las palabras de su
personaje reiteradas por la voz de un interlocutor, algo hace clic en su cerebro. En ese sentido, creo
que los dramaturgos tienen una enorme ventaja sobre los novelistas. Pues la voz
interior nada tiene que ver con la voz exterior. ¿Acaso no quedamos
sorprendidos cuando oímos nuestra voz reproducida en un grabador?
SENDEROS NO TRANSITADOS
Esa traducción de la novela a un diálogo entre dos participantes transportó
a Eros y la doncella por caminos
inesperados. Hizo surgir, como de la galera de un mago, a una pareja, el
convencionista Louvet, y su esposa Lodoiska. Son, junto con el general
venezolano Francisco de Miranda, el héroe de tres revoluciones, los únicos
personajes entrañables en un friso poblado por malvados.
Sin la imaginación dialógica, librada la novela a mi exclusivo
criterio, al menos esos tres personajes no hubieran existido. Allí también
primó la insistencia de la profesora Carrillo.
Cuando reviso la novela, y la observo intentando olvidar el
período previo a su concepción, sigo considerando esos personajes
imprescindibles. Pues le brindan humanidad a un escenario de gran guignol donde
toda iniquidad hace su nido.
LA NECESIDAD DE DESCENTRAR
En la película El Gatopardo,
Luchino Visconti ordenó poner ropas muy costosas, y de época, en guardarropas
que permanecían cerrados. Burt Lancaster, quien representaba al personaje
principal de la película, le preguntó a Visconti por qué ese gasto que
consideraba inútil, pues el espectador nunca vería esas ropas. Y Visconti le
respondió que, para él, lo único importante era que los personajes del filme
estuvieran enterados de su existencia.
Tal vez –y ojalá– el lector ignore que esa circularidad existe en
mi novela, y solo esté interesado en las peripecias de los personajes. Pero
para el escritor es importante saber que ha podido manejar el trasfondo,
desplazar con seguridad a los seres humanos que habitan su novela.
UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
La adquisición de un nuevo idioma, la tarea de trabajar y volver a
trabajar un texto desde el español y desde el inglés, ha cambiado mi forma de
redactar. Hace 30 años me gustaban las frases largas, con muchas cláusulas
subordinadas, como las elaboradas por Proust y Faulkner.
En mi segunda etapa como escritor –hubo un hiato de 20 años en que
nadie estaba interesado en publicarme– fueron otros los autores que se
convirtieron en mi constante compañía.
Primero y principal, Jim Thompson.
Rezo cotidianamente en el altar de Big Jim. Y luego están Faulkner,
Flannery O´Connor, el Hemingway de sus primeros cuentos, el Truman Capote de Handcarved Coffins, y todo Kurt
Vonnegut.
El grande entre los grandes Leonard Cohen solía decir: I have taken a lot of Prozac, Paxol,
Wellbutri, Reflexol, Ritalin and Focalin... I have also studied deeply the philosophies and the
religions ... But
cheerfulness kept breaking in. Como Cohen, yo también tuve mis altibajos, mis búsquedas, y
desencuentros. Por eso es siempre grato encontrar seres humanos que suavizan la
melancolía, alientan la euforia, contribuyen a que la alegría se siga
desbordando. Y que, además, nos enseñan una nueva manera de escribir.
Creo que en Eros y la
doncella, y gracias a la imaginación dialógica compartida con la profesora
Carillo, pude probar las nuevas herramientas de la composición literaria.
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[i] Editorial Verbum, Madrid, 2013.
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