Mario Szichman
Para Alfred
Hitchcok, los actores y actrices eran simplemente cattle, ganado. En el caso de Otto Preminger, el formidable
director de Laura (1944), Fallen Angel (1945), The Man with the Golden Arm, (1955), y Anatomy of a Murder (1959), las mujeres
habían nacido para ser castigadas. Según contó Robert Mitchum, durante la
filmación de Fallen Angel, debía
abofetear a la bella actriz británica Jean Simmons. Mitchum, un galán y un
caballero de la vieja estirpe, constante protector de damas, simuló dar una
bofetada a Simmons. A Preminger no le convenció la escena, y ordenó a Mitchum
que castigara a la actriz con más violencia. Hubo tres o cuatro intentos más,
que no persuadieron al director. Finalmente, Mitchum se aproximó a Preminger,
le dió una formidable trompada que lo noqueó, y le preguntó: “¿Es así, señor
Preminger, como quiere que golpee a Jean?” Preminger pidió al productor que
echara a Mitchum del rodaje, pero éste se negó por cuestiones monetarias.
Si alguien
escribiera una historia de los romances de Hollywood, lograría verificar que
muchos directores se aprovecharon de su potestad para llevarse a la cama a
famosas actrices. Y cuando fracasaron en el intento, también hicieron valer su
influencia para radiarlas de servicio. En 1943, durante la filmación de To Have and to Have Not, Hawks se
enamoró de la joven actriz Betty Joan Perske, más conocida como Lauren Bacall.
Pero en el medio se cruzó otro galán, Humphrey Bogart, quien se alzó con el
trofeo mayor. En venganza, el director hizo varios intentos por disminuir el
rol de la actriz en el film, y expandir el de Dolores Moran, otra integrante
del elenco, que se convirtió en su amante. Finalmente Hawks, que era un
profesional a tiempo completo, debió reconocer que Lauren Bacall se devoraba el
escenario, y con ayuda de los guionistas William Faulkner y Jules Furthman,
forjó diálogos indelebles que la catapultaron al estrellato.
De todas maneras,
entre esos directores de la era dorada de Hollywood es difícil encontrar un
psicópata más grande que el director alemán Fritz Lang, quien tras el ascenso
de Hitler al poder se trasladó a Hollywood.
En su biografía FRITZ LANG. The nature of the beast¸
Patrick McGilligan acusa al director de piromanía, sadismo, hipocresía, e
inclusive asesinato. En realidad, considera a Lang la encarnación del diablo,
pues “mezclaba erotismo, y crímenes violentos, con elementos sobrenaturales”.
McGilligan estima,
además, que Lang no transitaba solitario el sendero del demonio. Ya un
ensayista alemán, Siegfried Kracauer, en su clásico From Caligari to Hitler, dijo que varios directores contribuyeron a
demonizar Alemania con su exaltación de monstruos noctámbulos. Ahí están Robert
Wiene y El gabinete del doctor Caligari,
Friedrich Wilhelm Murnau, y Mefistófeles,
y Lang con El doctor Mabuse, historia de un científico loco convertido en
terrorista.
Pero ni Wiene ni
Murnau tenían una veta sádica como Lang, cuyos métodos recordaban la disciplina
militar. En Metropolis, uno de sus
filmes más famosos, ordenó a centenares de extras desnudarse y afeitarse, y
marchar en un set al aire libre, en
medio de un crudo invierno. Cuando en una de las escenas la ciudad subterránea
se inundaba, y los extras corrían peligro de ahogarse, Lang simplemente se
encogió de hombros y ordenó que continuaran filmando.
Durante la
república de Weimar, en la segunda década del siglo pasado, hubo una brutal
inflación que causó el despido de millones de empleados y obreros. Para el
resto de los seres humanos, era una época temible, devastadora. Para Lang,
representaba una magnífica oportunidad de conseguir mano de obra barata. En
cierta ocasión, reclutó en los bajos fondos de Berlín a numerosos niños que se
morían de hambre, y los intimidó para organizarlos en formaciones decorativas.
El filme más
famoso que dirigió en Alemania fue M, el
vampiro de Dusseldorf. Peter Lorre interpretaba a un pederasta y asesino de
niños. Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, exaltó la película y
especialmente el final en que Lorre es ejecutado tras un juicio llevado a cabo
por un grupo de delincuentes, diciendo: “¡Es fantástico! No hay muestra alguna
de compasión humana”.
Una vez el
nazismo se afirmó en el poder, Lang decidió buscar trabajo en Estados Unidos.
Hay dos versiones sobre su abandono de Alemania, la del director, y la del
biógrafo. Lang aseguró que en 1933 Goebbels le ofreció convertirse en “El
Fuehrer de las películas alemanas”. El director dijo a Goebbels que no merecía
semejante honor, le pidió permiso para irse a su vivienda a fin de analizar la
oferta, llenó una maleta con ropa, y sin siquiera ir al banco para vaciar su
cuenta de ahorros, tomó el tren nocturno a París.
Pero el biógrafo McGilligan
tiene una versión diferente. En primer lugar, Lang se las arregló para
contrabandear la mayor parte de su fortuna a través de la frontera. Y no abandonó
de inmediato el Tercer Reich. Hizo varios viajes entre París y Berlín en los
meses finales de 1933. Es evidente que nadie lo perseguía.
USANDO A SERES HUMANOS COMO MARIONETAS
Durante la
filmación de Metropolis, el director
obligó al actor Gustav Froehlich a golpear una puerta de madera hasta que sus
puños quedaron ensangrentados. La actriz Brigitte Helm fue colgada de una soga y luego
empujada hacia las paredes de un estudio, rebotando con fuerza. La mujer sufrió
numerosas contusiones y magulladuras. Para Lang, era una manera de explicitar
sus padecimientos. En cuanto a Peter
Lorre, protagonista y villan de M, Lang
lo obligó a rodar por una larga escalera una docena de veces.
Posteriormente,
en Hollywood, durante una escena de Hangmen
Also Die, Anna Lee debía atravesar con su mano un tragaluz de vidrio. El
método en Hollywood era substituir el vidrio con gelatina. Lang no aceptó el
procedimiento, y la actriz sufrió en el intento la ruptura de una vena.
Fritz Lang y su mono de madera
Pero el episodio
más siniestro en la vida de Lang fue el posible asesinato de su primera esposa.
Todavía no se ha podido averiguar qué
ocurrió. Según el biógrafo, la mujer sorprendió a Lang haciendo el amor
con Thea von Harbou, quien sería más tarde su segunda esposa. Horas después, la
mujer fue hallada muerta. Una bala del revólver de su marido fue encontrada en
su cuerpo. La policía interrogó a Lang durante varias horas. Pero no encontró
nada inusual ¿ni siquiera que la bala había salido del revólver de Lang? Y
decidió que la mujer se había suicidado.
Cuando finalmente
se mudó a Hollywood, Lang persistió su
rutina con los extras. En su primer filme, Fury,
protagonizado por Spencer Tracy, los extras no podían salir a almorzar. Hasta
que Spencer Tracy lideró una revuelta contra el director para devolver a sus
compañeros el derecho a comer.
Lang nunca
abandonó sus geométricas tendencias fascistas, aunque en ocasiones las usó de
manera memorable. En Nibelungen,
soldados sumergidos hasta el cuello en agua, sostienen escudos sobre sus
cabezas, que el héroe, Kriemhild, usa como si fuera un puente.
McGilligan
sostiene que Lang hubiera querido usar sus actores y actrices como marionetas.
Y por cierto, la relación más tierna que tuvo en su vida fue Peter, un mono de
madera con partes articuladas, que transportó de Alemania a Estados Unidos. En
sus ratos de ocio, Lang ofrecía Martinis a la marioneta, solicitaba sus
consejos en conferencias donde se discutían guiones, y lo acostaba cada noche en una cuna.
Afortunadamente la
amistad inhumana de Fritz Lang y de Peter se prolongó en el más allá. Cuando el
director falleció, en 1976, el mono compartió un sitio en su ataúd.
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