Elizabeth Araujo
es una excelente periodista y escritora venezolana, además de una gran amiga.
Durante más de una década hemos colaborado en el periódico Tal Cual de Caracas, que dirige Teodoro Petkoff. Esta entrevista
fue reproducida en fecha reciente en el portal Actualy.es que congrega la diáspora de venezolanos en España,
aunque extiende su amistad, su solidaridad, y su preocupación por sus
compatriotas, a otras partes de Europa y América Latina. El portal congrega
excelentes firmas, y se está haciendo conocer con mucha rapidez. Le pedí a Elizabeth permiso para reproducirla
en mi blog. Le agradezco su autorización
para hacerlo. M.S.
Elizabeth Araujo: ¿Qué encuentra usted
de atractivo de la historia de Venezuela al punto de que le dedica mayor
atención en casi toda su obra literaria?
Mario Szichman: Nací en la Argentina,
un país donde todos los próceres morían de perfil, diciendo frases de una
cursilería que todavía hoy me curva los dedos de los pies. Imagina, Elizabeth,
que un historiador argentino tuvo la petulancia de poner el título de “El santo
de la espada” a un libro sobre San Martín. Nuestros héroes existían de la
cintura para arriba. Y de repente, llego a Venezuela, y descubro próceres cuya
vida erótica era casi tan interesante como sus hazañas militares. ¡Eran seres
de carne y hueso! Hay un solo libro que recomiendo a todos los lectores
deseosos por conocer el carácter del Libertador Simón Bolívar: El diario de Bucaramanga, de Perú de
Lacroix. Allí, Bolívar narra hasta sus visitas a los burdeles de París. Es un
héroe muy novelable. Por cierto, en fecha reciente descubrí que San Martín
había tenido una amante peruana, Rosita Campuzano. Por supuesto, la historia de
la independencia de la Gran Colombia está también plagada de numerosos
episodios de descabellado heroísmo. Antes de entregarse a la oligarquía, José
Antonio Páez protagonizó hazañas que sólo se encuentran en Homero. Nada de eso
encontré en la historia argentina.
E.A.: En su reciente novela Eros y la doncella, usted describe a un
Francisco de Miranda sibarita y algo vividor ¿Será esa la imagen que proyectó
en los venezolanos de su tiempo el Precursor de la Independencia?
M.S. El Precursor era un sibarita y
algo vividor para los españoles, los franceses y tal vez para los británicos de
su tiempo. Las mujeres caían rendidas a sus pies. Era lo que los ingleses
calificarían de “A strapping felow.” Un caballero corpulento y muy buen mozo.
No fue el amante de Catalina de Rusia, pero es evidente que la emperatriz fue
una de las numerosas mujeres que lo protegió. En cambio, los venezolanos de su
tiempo no tenían esa imagen. Lo consideraban una especie de Anticristo. Cuando
Miranda invadió la Vela de Coro, en 1806, los bien pensantes de su época
ofrecieron donativos para quienes lograran su captura. Y tras capitular ante el
comandante español Domingo Monteverde, en julio de 1812, fue entregado a los
españoles por jóvenes patriotas, que lo acusaron de traidor. Entre esos jóvenes
figuraba Simón Bolívar. Se trata del episodio más vergonzoso en la vida del
Libertador. Si los venezolanos quieren reivindicar a Miranda, deberían
trasladar sus restos al Panteón Nacional o al menos depositar allí ese
excepcional archivo histórico que es Colombeia.
Miranda merece ese homenaje, no Hugo Chávez.
Pero déjame agregar algo más. Miranda
no estaba programado para aparecer en Eros
y la doncella. Fue una sugerencia de la profesora Carmen Virginia Carrillo,
quien es además la editora de la novela.
E. A: ¿Cuánta de esta historia es
ficción y cuánto hay de realidad?
M. S: Los principales hechos que narro
en mis novelas históricas se basan en lo que podríamos considerar la realidad.
Aunque no hay libro histórico exento de ficciones, especialmente los que se
producen en América Latina. Pero yo tengo un ardid: busco episodios que ningún
historiador ha podido registrar. Por ejemplo, en Eros y la doncella describo
el evento donde Georges Danton desentierra el cadáver de su esposa, Louise, en
un cementerio de Francia. Danton no estuvo presente en los funerales de su
amada esposa, y necesitaba rendirle un postrero homenaje. No hay registro
histórico de ese episodio. Pero el novelista puede ingresar en espacios vedados
al historiador y reconstruirlos. Por lo tanto, si alguien se quiere conocer la
verdad de lo ocurrido con la exhumación del cadáver de Louise, y las reacciones
de Danton, deberá acudir a un texto de ficción: el mío.
E. A: En muchos de esos relatos, usted
se descubre como el periodista que es. ¿Es una enfermedad contagiosa el
periodismo de la cual resulta difícil curarse?
M. S: Depende del país en que contraes
la enfermedad. Trabajé un tiempo como periodista en la Argentina, entre 1971 y
1975. Eran tiempos muy difíciles. Los periodistas eran amenazados de manera
constante. Varios fueron asesinados. Muchos de los periódicos, que se decían
tribunas de doctrina, censuraban la noticia, o la tergiversaban. Recuerdo que
cada vez que le preguntaban a un amigo donde estaba empleado, respondía
“Trabajo como pianista en un prostíbulo”. Consideraba esa tarea más digna que admitir
su labor en un periódico bonaerense. Pero en Venezuela, era totalmente
distinto. Trabajé en diferentes publicaciones en Caracas, entre 1975 y 1980.
Nadie me corrigió una coma de mis textos. Conocí personajes como Miguel Angel
Capriles, dueño de La Cadena Capriles, que eran “bigger than life.” Podría
hacerse una excelente película sobre ese empresario, basada en sus Memorias de la inconformidad. Algo en el
estilo de Citizen Kane. En ese libro
don Miguel Angel contó sin pelos en la lengua los inescrupulosos métodos que
usó para adquirir su empresa. Cuando le pregunté cómo se había atrevido a
revelar tantos detalles sensacionales, me dijo: “Mira, Mario, mi intención
inicial era escribir el libro, y después suicidarme. Lamentablemente, a último
momento cambié de idea, y ya el libro estaba circulando”. En fin, si me
preguntas qué es para mí el periodismo, te diré que es el mejor de los
afrodisíacos. Afortunadamente, muchas mujeres bonitas comparten ese criterio.
E. A: ¿Se hace buen periodismo en la
actualidad o, debido a Mr. Google y las redes sociales el reportero tiende a
ser más perezoso para investigar in situ
los hechos noticiosos?
M. S: No hay nada que ayude a crear un
buen periodista. Y no hay nada que contribuya a destruirlo. Excepto si le
niegan trabajo. Pero me voy a poner solemne por un solo instante: los buenos
periodistas buscan la verdad. Y ese sigue siendo el más poderoso de los
afrodisíacos. En todas las épocas se hace buen periodismo. Aunque las crisis
contribuyen a mejorarlo. Somos como esos zopilotes que prosperan devorando
carroña.
E. A: ¿Cuál ha sido su experiencia en
EEUU, primero como editor para una agencia noticiosa y ahora como periodista free lance?
M. S: La labor en una agencia noticiosa
es muy aburrida. Trabajé como traductor del inglés al español, primero para The United Press International, y luego
para The Associated Press. Inclusive trabajé trece años en el llamado Graveyard Shift, el turno del
cementerio, de las 11:30 de la noche a las 7:00 de la mañana. Hice cualquier
cosa con tal de reservar algunas horas para mi vida familiar, y para mi
literatura. Prefiero, de todas maneras, el periodismo de calle. Ser reportero
es para mí un absoluto privilegio. La vida es con la gente. Y también la
literatura.
E. A: Desde Latinoamérica hay cierta
percepción de que el periodismo que se practica en EEUU es infalible y de muy
alta calidad. ¿Tiene que ver eso con la formación de la profesión o con el
músculo financiero que sustentan empresas como The New York Times o The
Boston Globe?
M. S: En líneas generales, se hace buen
periodismo en Estados Unidos. Por supuesto, no es infalible. Ni remotamente.
Tal vez falla menos que en otros países porque todavía suele respetarse la
división entre la parte editorial y la parte periodística. Mi periódico
preferido es The Wall Street Journal.
Es el primer periódico financiero con sentido del humor. The New York Times está sobrevalorado. El desempeño que tuvo previo
a la invasión a Irak fue deplorable. Algunos de sus reporteros estrellas
parecían vivir en la isla de la fantasía. Y ayudaron a crear un ambiente
favorable a la invasión. Fue la época en que la línea editorial se impuso a la
investigación periodística.
E. A: ¿Cuáles son, a su juicio, los
patrones que definen el periodismo norteamericano, si se le compara con el de
Latinoamérica?
M. S: Hablando de patrones, los
patrones de los periódicos latinoamericanos tienen mucho más influencia que los
patrones en Estados Unidos. Creo que una diferencia notable es en la estructura
de la noticia. Los artículos de periódicos norteamericanos suelen ser mucho más
cortos que los publicados en periódicos latinoamericanos. La herencia española
nos ha causado mucho daño. Recuerdo que en cierta ocasión leí en el diario El País de Madrid una entrevista al
entonces presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. El
reportaje se llevaba más de una docena de páginas. ¡Y era Rodríguez Zapatero,
no Nelson Mandela! Hay menos solemnidad
en la prensa norteamericana. En cuanto a la prensa latinoamericana, cuando no
es envarada resulta aburrida. ¡Ah, y sus columnistas! En ese sentido, TalCual se salva. Aunque en los últimos
tiempos ha perdido mucho de su desparpajo. Otro factor: en Estados Unidos hay
menos uso del material de agencias. Tú examinas diez periódicos
latinoamericanos de distintos países, y siempre traen las mismas noticias
internacionales. Eso es improbable que ocurra en Estados Unidos.
E. A: ¿Qué locura es esta del espionaje
cibernético que el gobierno ruso está pensando volver a la máquina de escribir?
M. S: Mira, Elizabeth: el hermano mayor
nos vigila desde hace muchos años. Lo que a mí me sorprende es que ahora los
gobiernos se asombren ante el espionaje cibernético. Yo abro cualquier página
en el internet, y de inmediato aparecen las compras que hice por ejemplo en Barnes and Noble, con la recomendación
de que haga otras compras. Y ese espionaje lo están haciendo las propias
empresas que me venden la mercancía. El único consuelo que me queda es pensar
es que si nos espían a todos, ya no pueden espiar a nadie.
E. A: Por cierto, este tema casi tabú
de la verdad viene ahora a derrumbarse con las revelaciones de Snowden de que
Washington pinchaba hasta a media Europa.
M. S: De nuevo, me asombra que alguien
se asombre.
E. A: En muchos de sus artículos, a pesar
de que escribe desde Nueva York, hace alusión a la situación política en
Venezuela. Hay una pasión que parece hasta desmedida. ¿Por qué?
M. S: Venezuela es mi patria adoptiva.
En Venezuela aprendí a escribir. En Venezuela me hice periodista. Mis amigos
venezolanos nunca me abandonaron. Una universidad venezolana, el núcleo Rafael
Rangel, en el estado Trujillo, se ha convertido en una generosa alma mater en que se discuten mis
novelas. Nadie me trata como un musiú. Quiero devolverle a esa Venezuela que
tanto amo algo de lo que me brindó. Y lo hago criticando a este horrendo
gobierno que le ha caído en desgracia. Mi oración cotidiana, aunque no soy
religioso es: “Dios mío, que Venezuela despierte de esta pesadilla”. Ojalá que
el país pueda volver a ser un ejemplo de progreso y de convivencia para el
resto de América Latina. Por ahora, con Nicolás Maduro, sólo está garantizada
la tristeza y la catástrofe. Como me decía un amigo, “¡Qué lindo debe ser vivir
en un país donde los militares defienden las fronteras, no sus embarques de
cocaína!”
Habrá que leer esos cuentos-historia. Anotado en agenda
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