Mario Szichman
"Debemos permitir al jurado
analizar el veredicto”, dijo el Rey.
… “¡No, no! Dijo la Reina,
primero viene la sentencia, solo después
viene el veredicto”.
Lewis Carroll
Alicia a través del espejo
Hace catorce años que escribo para el periódico Tal Cual de Caracas, Venezuela. El país se halla muy presente en mi
vida, y también en mis pesadillas. Estoy
en contacto diario con periodistas, y con muchos amigos, tratando de entender
su devenir. Cuando empecé a colaborar con el periódico, a comienzos del 2001,
–una de las primeras notas fue un reportaje sobre el ataque a las torres
gemelas del World Trade Center– el
presidente Hugo Chávez Frías acababa de iniciar su mandato, se vivía en una
Venezuela en transición, entre la Cuarta y la Quinta República. Era un país
conflictivo, es cierto, pero, al mismo tiempo, una de las democracias más
sólidas de América Latina, con una clara división de poderes. Exiliados de
todas las dictaduras militares del subcontinente encontraron refugio en
Venezuela.
Adecos (socialdemócratas) y copeyanos (socialcristianos) se turnaban en el
poder, es cierto, pero había amplio espacio para la disidencia. La corrupción
era grande en la Venezuela Saudita que forjaron Carlos Andrés Pérez, en menor
medida Rafael Caldera, y también el copeyano Luis Herrera Campins, y el adeco
Jaime Lusinchi. Pero funcionarios corruptos eran destituidos e iban a parar a
la cárcel. Un jefe de policía ordenó asesinar a un abogado que ponía en peligro
su carrera, y tanto el poderoso funcionario, como varios de sus subordinados
terminaron presos.
Recuerdo un chiste que me contaba mi padre, y que circulaba en la Unión
Soviética de José Stalin. Cuando le preguntaban a un muyik, un campesino ruso, qué régimen prefería, el hombre expresaba
sus simpatías por el derrocado zar pues, según explicaba: “Aunque el zar
también nos caía a palos, al menos nos dejaba llorar”.
En la Venezuela Saudita o de la Cuarta República, permitían a la gente
llorar, y también patalear. Siempre pensé que el momento más glorioso de
Estados Unidos fue cuando obligaron a Richard Nixon a renunciar, tras el
escándalo de Watergate. Una democracia sólida es capaz de resistir cualquier
temporal, inclusive la destitución de su magistrado supremo por mala conducta
en el ejercicio de sus funciones. Y los venezolanos se dieron el lujo de hacer
lo mismo con Carlos Andrés Pérez. En mayo de 1993 Pérez se convirtió en el
primer presidente de Venezuela en ser destituido del cargo por la Corte
Suprema, tras ser acusado de haber cometido malversación de fondos por unos 250
millones de bolívares. Por cierto, en esa época, 250 millones de bolívares eran
una gran cantidad de dinero. En la actualidad, serían unos 3.900 dólares, o
quizás menos, pues durante el chavismo el Bolívar fuerte ha perdido gran parte
de su valor. Un amigo me decía que si una persona era detenida en Venezuela por
enriquecimiento ilícito, al cabo de uno o dos años de cárcel los magistrados se
verían obligados a cambiarle la figura jurídica por la de empobrecimiento
ilícito.
Y ahora, en un rápido zoom, marchemos al presente.
En la tarde del 19 de febrero de 2015 un grupo numeroso de hombres armados,
algunos con sus rostros cubiertos, ingresaron en las oficinas de Antonio
Ledezma, el alcalde metropolitano de Caracas. Algunos portaban rifles de
asalto; otros, pistolas, y al menos uno cargaba con un escudo protector, de
esos empleados por la policía para enfrentar disturbios.
Los hombres armados, que no se identificaron, rompieron con una mandarria
la puerta de vidrio de la oficina de Ledezma. Cuando el alcalde exigió que le
mostraran la orden, sus atacantes respondieron con insultos.
Según el diario TalCual, Ledezma
exigió a sus captores mostrar la orden de arresto. Y la respuesta “de un
supuesto comisario del Sebin, que dirigió el ataque”, fue “¡Qué bolas tienes
tú!”, para luego “entre empujones y golpes, llevarse al alcalde detenido”.
De acuerdo a la revista británica The
Economist, “El abogado del alcalde dijo que alrededor de 80 hombres
participaron en el operativo”. El semanario añadió: “Barack Obama envió menos
soldados para matar a Osama bin Laden”.
CRUZANDO EL
RUBICÓN
No voy a dar muchos detalles sobre la situación actual en Venezuela. Creo
que al menos de soslayo, muchos lectores están al tanto de lo que ocurre. El
país, una de las economías más prósperas de América Latina, está en la lona. A
comienzos de este siglo, el presidente Hugo Chávez Frías podía disponer de
arcas repletas de dólares, y trató de ayudar a todo el mundo. Así surgió PetroCaribe, que abastece con crudo
barato a varias naciones del Mar de la Felicidad. También se diseñaron otros
programas que subsidiaron combustible para calefacción en comunidades pobres de
Estados Unidos, y mantuvieron bajo el precio de la gasolina en los autobuses
londinenses. Venezuela ayudó con préstamos a países como Nicaragua y Bolivia, y
auxilió en parte la campaña electoral de Cristina Kirchner en la Argentina.
El “escándalo de la valija”, “escándalo del maletín”, “maletinazo”,
“maletagate” o “valijagate”, comenzó cuando Guido Antonini Wilson, un
empresario venezolano-estadounidense, llegó a la Argentina el 4 de agosto de
2007, con una maleta donde había 790.550 dólares que no había declarado a su
llegada y que fueron decomisados. El caso tuvo una amplia repercusión porque se
registró durante la campaña presidencial de Cristina Kirchner. Una de las
hipótesis era que el dinero estaba destinado a las arcas kirchneristas. Los implicados
declararon su total inocencia.
EL DERRUMBE
Como dicen en España, “Quita y no pon, se acaba el montón”. En un momento
determinado, posiblemente en las postrimerías del gobierno de Chávez, el
despilfarro, y la corrupción, pusieron fin a la prosperidad. Y cuando hablo de
corrupción no uso fuentes opositoras al gobierno sino al ex ministro de
Finanzas y Planificación Jorge Giordani, a quien Maduro envió a otras
trincheras de lucha luego de que éste
denunció el robo de más de 20.000 millones de dólares por los llamados “empresarios
de maletín”, que obtenían dólares a precios preferenciales, y luego conseguían
pantagruélicas ganancias en el mercado negro.
Giordani es ahora considerado un traidor por algunos sectores del
oficialismo por decir que el fracaso económico del chavismo había convertido a
Venezuela en “casi el hazmerreír de América Latina” y que el gobierno caraqueño
tenía “El toque de Midas, pero al revés”.
Pero la realidad de Venezuela se asemeja más a la explicada por Giordani
que a la urdida por el gobierno. Largas colas a la puerta de los supermercados
son la señal más visible de la escasez de productos esenciales. La inflación,
de más del 60 por ciento anual, podría llegar a la hiperinflación (tres dígitos
o más) en los próximos meses. El sistema de salud pública ha colapsado. The Wall Street Journal indicó en un
reportaje reciente que enfermos terminales son devueltos a sus hogares porque
en los hospitales faltan insumos esenciales. En un hospital infantil fueron
ubicados bebés en escritorios de oficina, porque no había suficientes cunas. El
jefe de unidad de cirugía cardiovascular en un importante centro de salud dijo:
“Pacientes que van al hospital para encontrar la vida encuentran en cambio la
muerte”. (Comenté el reportaje en un artículo de Tal Cual http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=114206).
Dos o tres días después de la divulgación del artículo de The Wall Street Journal, el presidente
Nicolás Maduro destituyó a la ministra del Poder Popular para la Salud, Nancy
Pérez Sierra, sin dar explicación alguna. Se limitó a decir que la ex funcionaria
“Va a nuevas trincheras de lucha, con toda su fuerza de chavista íntegra y
auténtica”. Es curioso que Maduro haya comparado el sistema de salud pública
con una trinchera de lucha, un sitio donde generalmente las alternativas son
matar o morir, no curar a un enfermo.
Aunque el panorama que reseñamos muestra los resultados de una forma de
poder político, no exhibe su mecanismo. Y en ese sentido la literatura ofrece
datos que el periodismo muy difícilmente pueda brindar.
Ya el escritor Augusto Roa Bastos había aludido al extraño mundo en que
navegan los gobiernos latinoamericanos cuando dijo que de haber nacido Kafka en
el Paraguay, hubiera sido un costumbrista. Creo, sin embargo, que para examinar
la Venezuela actual hay otro escritor que puede explicar mejor el modus operandi del sistema político:
Lewis Carroll, y sus novelas Alicia en el
país de las maravillas, y Alicia en
el país del espejo.
En ambos libros Lewis Carroll mostró que en regímenes autoritarios todo lo
que necesita ser rígido, de repente se transforma en maleable. En un sistema
tradicional, la ley debe ser imparcial, y aplicarse a todos por igual, en lugar
de convertirse en un objeto elástico que autoriza la arbitrariedad. Por
ejemplo, otorgando impunidad a los partidarios del gobierno, y castigando de
manera exclusiva a sus enemigos.
El escritor usa a las figuras del Rey y la Reina –no olvidemos que Gran
Bretaña es una monarquía– para mostrar cómo un poder omnímodo puede trastornar
la vida de los ciudadanos. El primer ejemplo es el juego. El segundo es la
justicia.
En Alicia en el país de las
maravillas se disputa un juego de croquet acatando unas reglas muy
extrañas. “Alicia nunca había visto en su vida semejante terreno para jugar al
croquet”, dice el autor. En vez de ser un terreno liso, estaba repleto de
crestas y surcos. Pero además, las pelotas eran erizos, los flamencos solían
ser utilizados como baquetas y un grupo de soldados debía contorsionarse para
formar los arcos. Los participantes jugaban todos al mismo tiempo, en vez de
aguardar sus respectivos turnos, y cuando a la Reina le disgustaba algún
jugador, ordenaba que le cortaran la cabeza.
“No creo que sea un juego limpio”, dijo Alicia al gato de
Cheshire. “Todos se pelean de manera desagradable” y “no existe regla alguna.
Además, todo resulta muy confuso” pues los implementos del juego “están vivos”.
Nadie supone que la Venezuela que anocheció con el arresto de Ledezma es la
misma del día anterior. En un artículo en The
New York Times con el título “Arresto de alcalde acusado de sedición
profundiza la sensación de crisis en Venezuela”, el corresponsal Girish Gupta
dijo que según “sugieren muchos críticos del gobierno”, la detención de Ledezma
“es una manera de silenciar a la oposición, antes de las elecciones
legislativas” de diciembre.
¿Cuáles son las pruebas contra Ledezma? Nadie lo sabe. De nuevo Lewis
Carroll nos brinda una clave para entender lo que está acaeciendo en Venezuela.
A la flexibilidad de un juego de croquet en el que nadie gana, se suma en Alicia a través del espejo una singular
noción de la justicia. La Reina narra el drama del mensajero del Rey. “Él se
halla ahora en prisión, y lo están castigando. El proceso no comenzará hasta el
próximo miércoles, y por supuesto, la perpetración del crimen vendrá recién al
final”.
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