miércoles, 6 de junio de 2018

El barón Nordenflycht y la insidiosa burocracia española.



Mario Szichman

Para el excelente periodista,
escritor y amigo Néstor Ikeda



       Aunque pasó a la historia de la minería peruana como el barón von Nordenflycht, se llamaba en realidad Fuerchtegott (`Temor a Dios´, o Timoteo) Leberecht (Vive de manera correcta) von Nordenflycht. Nacido en Mitau (la actual Jelgava), capital de Curlandia, en 1752, von Nordenflycht estudió en la Escuela de Minería de Freiberg, se graduó como ingeniero de minas, y luego se convirtió en gerente de una mina en Silesia.
   La reputación del barón von Nordenflycht era tan formidable, que emisarios del rey Carlos III lo contrataron como asesor de la corona española para reorganizar las minas del Alto Perú (lo que es hoy Perú y Bolivia). Fue un momento clave para España y para sus colonias. Durante cerca de tres siglos, la América Española había estado off-limits para los extranjeros. La Inquisición no veía con buenos ojos a ciudadanos de países europeos que cuestionaban la práctica de quemar en la hoguera a los herejes. Además, había fundadas sospechas de que los ingleses y los franceses alentaban propósitos non sanctos sobre las colonias, los primeros a través de sus corsarios y contratistas de empréstitos, los segundos, mediante la distribución de libros que ponían en peligro el trono y el altar.

            POLÍTICA E IMPERIO



            El barón de Nordenflycht había sido designado, en 1786, supervisor de las minas de Miedzianagora, cerca de Cracovia, donde aplicó un nuevo método de aleación de la plata implementado por el vienés Ignaz von Born[1]. Ese proceso de amalgama era bastante antiguo. Fue aplicado por primera vez en las minas de plata de México en 1557 (Biographical dictionary of the history of technology, por Lance Day y Ian McNeil). Pero, como suele ocurrir con la mayoría de los inventos industriales, nada es nuevo, salvo lo olvidado, y Born logró redescubrir el método y hacerlo menos costoso.
       Alrededor de la octava década del siglo dieciocho, Born experimentó con la amalgama de plata combinando en barriles el mineral calcinado y sometido a un tratamiento de cloro con agua, e ingredientes de hierro y mercurio. El proceso siguiente consistía en refinar el mercurio usado en la amalgama.
         El método de los barriles tuvo gran éxito en las agotadas minas europeas, y llegó a oídos de la corte de Madrid. El químico español Fausto D’Elhuyar, un hombre de confianza del monarca Carlos III, se encargó de concertar un convenio con una comisión de científicos para aplicar el método de los barriles en las célebres minas de plata de Potosí (el yacimiento más rico del mundo, en la actual Bolivia), y de Cerro de Pasco y Huancavelica, en Perú. El jefe de la misión, barón de Nordenflycht, fue el encargado de firmar el contrato.
       A cambio de la permanencia de 10 años en América del Sur, en cuyo transcurso deberían fomentar la productividad de las minas de plata, los integrantes de la misión recibieron una serie de promesas que se convirtieron luego en papel mojado. Eso incluía seguridad para sus personas, bienes y familias, libertad en el ejercicio de su religión, y pago puntual de sus sueldos.

            SIN DIOS, NI PATRIA, NI HOGAR

   Tras abandonar su formidable nombre de Fuerchtegott y suavizarlo con el de Timoteo, el barón de Nordenflycht partió en 1788 de La Coruña junto con 13 expertos en minas, todos ellos de origen alemán, y arribó a Buenos Aires en 1788.
      Rumbo a Lima, la expedición del barón von Nordenflycht experimentó una odisea que sólo repetirían después los ejércitos libertadores, y las tropas del rey de España. Los viajeros tuvieron que recorrer a caballo un itinerario de 4.000 kilómetros de extensión, que incluyó las pampas argentinas, y las montañas de Bolivia y de Perú.
   Una vez en Lima, según señala Helmut Waszkis en Mining in the Americas, todo anduvo de mal en peor. Además de tropezar con dificultades en el procesamiento de minerales, los viajeros debieron lidiar con autoridades intolerantes y enfrentar denuncias de familiares de la inquisición.

            PASANDO LAS DE CAÍN


           
       En 1806, Anthony Zachariah Helms, un metalúrgico alemán, publicó en Londres su libro Travels from Buenos Ayres, by Potosi, to Lima. Helms, al igual que el barón Von Nordenflycht, había sido contratado por la corona española para incentivar la producción de las minas en América del sur. Encargado de aquilatar minas en Cracovia, Helms fue nombrado director de las casas de fundición de metales en el Perú, y cruzó pasos con el barón Von Nordenflycht, quien había sido designado director general de las minas en Perú.
          El libro de Helms puede servir de reflejo de las tribulaciones que sufrió el barón Von Nordenflycht en sus intentos por modernizar la minería en Bolivia y en Perú. En las imputaciones de Helms, en la suerte corrida por Nordenflycht, se anticipan dos siglos de discrepancias entre aquellos que preconizan una política nacionalista en la explotación minera, y aquellos que prefieren the foreign aid, la ayuda extranjera, según dice Waszkis en su libro.
         En tanto Helms acusó a las autoridades españolas de derroche en sus procedimientos y de explotar a sus operarios, las autoridades españolas devolvieron el cargo indicando que la técnica de amalgama de plata en los barriles era muy costosa, pues utilizaba demasiado mercurio, y que la explotación de las minas era poco viable, pues se utilizaba una enorme cantidad de madera, que era muy escasa --y todavía lo es-- en las montañas de Bolivia y de Perú.
        Un laboratorio y Colegio de Metalurgia, que Nordenflycht intentó establecer, devoraron el doble del presupuesto asignado. El laboratorio fue un fracaso completo. El segundo, nunca abrió sus puertas.
            Helms, a diferencia de Nordenflycht, se hartó rápido de las autoridades españolas. Tras señalar que la ignorancia de sus supervisores sólo era excedida por su deshonestidad, renunció al cargo, y en 1793 tomó un barco en El Callao rumbo a España, y exigió el pago de una pensión, por todos sus –vanos– esfuerzos[2].
            Nordenflycht permaneció en América hasta diciembre de 1811, cuando su misión cesó por una orden real, en medio de una doble anarquía: la de España, y la de Sudamérica. España estaba ocupada por las tropas de Napoleón Bonaparte, y sus monarcas gozaban de una dorada prisión en castillos de Francia. Y la guerra por la independencia ya había encendido sus fuegos en el Río de la Plata, en el Alto Perú, en Quito y en la capitanía general de Venezuela.
            Al igual que Helms, Nordenflycht criticó las trabas e inconvenientes que encontró en sus intentos por mejorar la producción minera en el Alto Perú, y denunció que en Potosí el bajo rendimiento de los yacimientos se debía a los métodos anticuados de explotación y a la corrupción y negligencia de la burocracia local.

            UN LIBREPENSADOR

            En su excelente libro Los de Nordenflycht, Manuel Torres Marín habla de dos instancias en que el barón tuvo dificultades con la Inquisición. La primera, posiblemente en las postrimerías del siglo XVIII, cuando la Inquisición "le saqueó sus libros en la casa que dejó cerrada en Huancavelica". Marín cita un memorial de Deustua Pimentel según el cual, el barón había dejado en su residencia "libros escritos en idiomas extranjeros" que sólo tenían relación "con las ciencias que profesa", y por lo tanto, "a nadie podían servir ni dañar". En 1803, Nordenflych volvió a ser acusado de prestar libros prohibidos, que le fueron confiscados por el Santo Oficio. Nordenflycht se defendió en un escrito, diciendo que se trataba de libros relacionados con la minería.
     Pero al parecer, Nordenflycht no estaba diciendo toda la verdad. Allen Kent dice que existen constancias de que Nordenflycht había prestado a otras personas en el Perú La Enriada de Voltaire, El espíritu de las leyes de Montesquieu, y otras obras. (Encyclopedia of library and information science, volumen 38).
            Tras concluir sus tareas en Perú, el barón de Nordenflycht viajó a Madrid donde falleció en 1815.
            Y aunque los métodos de explotación del mineral de plata no parecieron cuajar en el virreinato del Perú, las ideas librepensadoras de Nordenflycht, sus préstamos de libros prohibidos, lograron cierta repercusión. Tuvo contacto con el sabio alemán Alexander von Humboldt, abogado de la causa independentista, y con el insigne peruano Hipólito Unánue, quien defendió la causa libertadora cuando la mayoría de los integrantes del primer gobierno patrio se refugiaron en los castillos del Callao, con el marqués de Torre Tagle a la cabeza.
     Colocado en la encrucijada entre dos mundos en lucha a muerte, Nordenflycht emerge como una de las figuras más interesantes de la minería peruana.





[1] La invención (en realidad reinvención) del método de los barriles para amalgamar la plata dio perdurable fama a Ignaz von Born. El emperador de Austria lo premió por sus esfuerzos con honores y recompensas monetarias. La Logia Masónica a la que pertenecía Born le ofreció un fastuoso banquete el 24 de abril de 1785 donde Mozart estrenó una cantata que había compuesto especialmente para la ocasión.
[2] Hay un interesante capítulo del libro de Helms donde indica cómo las herramientas del minero indio estaban mal fabricadas y eran difíciles de manejar. "El martillo", decía Helms, "una pieza de plomo cuadrada, de 20 libras de peso (unos nueve kilos), agota el vigor. Las palancas de hierro, de un pie y medio de largo (45 centímetros), son muy incómodas y en algunos sitios angostos resulta imposible usarlas. Y las gruesas velas de sebo están amarradas con lana y vician el aire".

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