La profesora Libertad León González, de la Universidad de Los Andes, Venezuela, escribió este ensayo sobre mi novela Las dos muertes del general Simón Bolívar. El trabajo forma parten del libro El libro Trilogía de la Patria Boba de Mario Szichman. Una propuesta de novela histórica del Siglo XXI. Trabajos críticos sobre su obra. (2014), que reúne ensayos críticos sobre mis novelas Los papeles de Miranda, Las dos muertes del general Simón Bolívar y Los años de la guerra a muerte. MS
Sólo la muerte se atrevió a ignorar
Que su excelencia era inmortal
Alejandro Próspero Réverend
La novela
histórica de nuestros tiempos, siglos XX y XXI, definitivamente, rompe con el
llamado credo del historicismo según Louis Dimier, en tanto que para la
historia “el hecho permanece entero, intacto...todo su arte se reduce a no
tocar nada en el asunto, a observar lo que Fustel de Coulanges ha denominado
atinadamente 'la castidad de la historia'...” (Benjamin, 1942: 36). Por el
contrario, la nueva novela histórica “tiene – en palabras de María Antonia
Zandanel- como rasgo distintivo la subversión del viejo y exitoso paradigma de
la novela realista”. (2004: 56) o lo que ha sido llamado por Celia Fernández
Prieto "los presupuestos estéticos e ideológicos de la postmodernidad."
(1996: 215). En esta vertiente se coloca la novela de Mario Szichman, Las
dos muertes del general Simón Bolívar (2004). Espectáculo teatral y
narrativo, delirante y paródico, profundo y reflexivo de los hechos históricos
recreados, de la vida humana que trasciende.
BOLÍVAR EN SOLEDAD
Yo estaba solitario
hacia el interior de mi piel
solitario y ausente
hacia el interior de mis ojos
solitario con toda la soledad invicta
solitario con toda la vida congregada.
Joaquin Marta Sosa
La absoluta soledad
invade a Simón Bolívar en sus últimos días. Después de haber trasegado tantas
batallas, merecer títulos de General, Excelencia, Presidente y Emperador, muere
en soledad extrema. Ya la muerte como acto individual es intransferible y como
tal, en su relación específica con la existencia humana, decanta en la novela
de Szichman en sentido filosófico, dos de sus tres acepciones: "...como
fin de un ciclo de vida,...como posibilidad existencial.” (Abbagnano, 1997: 821).
Se inicia la novela con una recreación de los últimos días de El Libertador. Emulando
el encabezado de su testamento, pronuncia la proclama definitiva en la cual
reconoce vivir “en un mundo donde la ley ya no me alcanza” (Szichman, 2004: 18),
llega a padecer el desconcierto de la anarquía desatada en su contra. Le
abandonan las fuerzas, busca otro ámbito, “Marcho hacia el cuerpo de mi madre”
(2004: 19), su primer recinto de vida, el punto de partida de su destino. El
personaje, en consecuencia, se encuentra, recordemos a Jaspers, en una situación
límite, deberá esclarecer su propia existencia en los últimos días que le
quedan entre dudas y tormentos. De allí las denominaciones de los capítulos de
la novela de Szichman: Agonía, Delirio, Pesadilla, Vigilia; estados mentales
del padecimiento del ser humano en los que abandona su conexión con la
realidad, estados de sufrimiento manifiestos entre la realidad y la evasión,
límites de la conciencia entre la salud y la enfermedad, entre la vigilia y el
sueño. De igual forma, en estos episodios narrativos se muestra la condición
insomne de El Libertador. Y en consecuencia, siguiendo a Husserl hará posible
la construcción del mundo histórico desde 'la vida de la conciencia'.
El relato es
conducido por la voz del mismo Bolívar. Estamos en presencia de la novela
histórica como intrahistoria pero también como deconstrucción del pasado,
propuestas de clasificación de la novela histórica del siglo XXI, aplicables a
la lectura interpretativa de la novela de Szichman. En este sentido, el
personaje recrea su mundo interior y refiere en forma reiterada episodios
ilustrativos de su vida[1].
El recorrido lo realiza el personaje protagónico desde la memoria, reflexiona y
recuerda, abatido y acabado por la enfermedad, en los desmanes de la guerra, en
sus contradicciones internas y de sus aliados, en los hechos históricos que lo
glorifican y lo acusan; en definitiva, en el legado que deja. Su soliloquio
expresa y registra lo que siente su maltrecho cuerpo y su conciencia
angustiada; interpreta a quiénes le acompañan en su lecho de muerte; recuerda
episodios completos de esos veinte años de lucha e imagina lo que se dirá de él
después que ya no esté. Desplazamiento temporal desde el presente de la agonía,
al pasado de sus hazañas y al futuro de la posteridad. De tal modo dirá: “mi
rostro es tan impreciso que podría vaciarse en tres moldes diferentes”
(Szichman, 2004: 25). Tres tiempos esenciales en la vida de un ser, ejemplo
excepcional para la humanidad. Tres inflexiones discursivas que lo convierten
en eterna presencia. Juegos temporales en el discurso del personaje que lo
vinculan a la visión de San Agustín: “los tiempos son tres: presente de las
cosas pasadas (la memoria), presente de cosas presentes (visión) y presente de
cosas futuras (expectación)”. (2006: 178). En la novela, Bolívar como personaje
narra desde el presente, como figura inmortal permanece en el presente.
En la noción
de Mímesis II, Paul Ricoeur reflexiona acerca del proceso de elaboración de la
obra literaria, “conducir el antes y el después de un texto, transfigurar el
antes en después por su poder de configuración” (1996: 114). Este proceso de la
escritura en tres tiempos (mímesis I, mímesis II y mímesis III) nos coloca en
el mismo proceso de elaboración tanto de la novela en general como de la novela
histórica en particular, así como de los discursos que en ésta se conciben a
través de los personajes. Caso especial la novela Las dos muertes de Simón
Bolívar. La historia es el primer momento que el autor aborda (mimesis I),
la novela histórica, resultado de la propuesta ficcionalizada de la historia
(mímesis II) y el lector “es el operador por excelencia que asume por su hacer –acción
de leer– la unidad del recorrido de mímesis I a mímesis III” (Ricoeur, 1996:
114). Y en este último eslabón de la creación, la novela histórica nos permite
plantearnos como lectores, la búsqueda de la dialogicidad para una ética de la
memoria histórica. De allí la significación de la posición en tres tiempos del
personaje Bolívar en la novela de Mario Szichman. El recorrido que hemos
realizado desde el personaje que se mira a sí mismo, en tres momentos de su
existencia, nos obliga a realizar esa confrontación del personaje histórico y
el personaje novelado. Establecemos como lectores la re significación del
héroe. Revalorizamos la historia y la recreación ficcionalizada de los hechos.
Es así el idearium
de Bolívar concebido por los historiadores como ejemplo para la humanidad.
En ese sentido, destacamos la opinión de Guillermo Morón:
Una
descripción de su idearium no podría desligarse de tres puntos de apoyo,
la justicia, la libertad y la unidad... esos tres capítulos mayores de su
acción, de su pasión y de su proyección existencial, están vigentes en
Venezuela, en Hispano-América y en toda América Latina. Si están vigentes es
porque aún no se han realizado a lo largo de este tiempo histórico posterior a
Simón Bolívar. (1983:91).
No en vano es
entonces la referencia de Bolívar en la historia y su valoración como fuente de
inspiración en el arte y en otros ámbitos sociales. Vale mencionar las
numerosas significaciones que tiene por ejemplo, en el imaginario del
venezolano, desde héroe magnánimo de la Historia patria hasta símbolo
espiritual de creencias paganas, como motivo de representación en todas las
artes de todos los tiempos, posteriores a su existencia, hasta referencia
ideológica en canciones de ritmos urbanos: “Yo soy real como Bolívar y su
espada/ dándole puñaladas a los hipócritas por su fachada...” (Canserbero:"Tripolar",
ritmo musical hip-hop).
HISTORIA RECREADA
En la novela
de Szichman los desplazamientos también se producen en los escenarios de la
historia que se cuenta haciendo uso de diversos géneros literarios. La historia
se muestra como anecdotario de la vida de Bolívar, narrado en primera persona.
El personaje necesita decir entonces: “...Mi ralo cabello blanco ha vuelto a
ser tan abundante y oscuro que me lo ato a la espalda como si fuera una cola de
caballo, para secundar la trenza blanca de mi mentor, don Francisco de Miranda”
(Szichman, 2004: 25), subraya el sentido modélico de Miranda sobre sus ideales
de emancipación; la historia también se muestra como representación dramática,
dirá el personaje: “Un actor juvenil, que me representa en mis años mozos, con
un rostro tan impreciso que podría vaciarse en tres moldes diferentes, relee el
libreto entre bastidores...” (2004: 23), se reitera la triada temporal marcada
en los rasgos de su rostro y el personaje se desdobla; luego, hace referencia a
episodios históricos: “¿Qué fue lo último que hizo Sucre antes de ser
asesinado? Presidir el congreso que se reunió en Bogotá para asegurar la unidad
de la Gran Colombia” (2004: 69). De la misma forma, se elabora una recreación
ficcional del héroe prominente de América del siglo XIX que en cierto momento
declara: “es deplorable que yo no tenga la glacial calma de Santander para
desenmascarar al traidor. Él daría cada uno de los sospechosos toda la cuerda
necesaria para que se ahorquen y ni por un momento bajaría la guardia. Pero a
mí me mata el afecto, el desdén y la cólera...” (2004: 32). Variación y
versatilidad del punto de vista narrativo de primera persona, que aparenta por
momentos configurarse en texto dramático, en referente histórico, en novela,
propiamente dicha y en algunos momentos, en papel o borrador del texto, dictado
por el mismo personaje, elaborado bajo su lupa, con señalamientos precisos en
torno a la escritura que dictamina, el último poder que aún puede ejercer, el
de su propio discurso. Por eso la novela se percibe como un montaje
teatralizado de la historia ficcional. Dice entonces el personaje: “Nadie
sospecha que detrás de esta penúltima retirada –y es bueno poner con itálica la
palabra penúltima– alienta la necesidad de ser prolijo, única forma de
ganar mi postrera batalla...” (2004: 32). Antes de que se instale en él la
ausencia definitiva dispone de un escenario en el que podrá discernir sobre la
valoración de su vida con respecto a sí mismo y como legado para la humanidad.
Se confrontará la escritura que se ha hecho sobre él y la oralidad que evoca a
la memoria para dialogar con el lector, último testigo de su representación,
público espectador de su soliloquio.
La novela de
Szichman emplaza al lector a indagar y además a constatar que la ficcionalización
en la novela histórica siempre tiene un punto de partida que lo ata a la
excepcionalidad de cada héroe o a determinado momento histórico referido. En Las
dos muertes del general Simón Bolívar, nos obliga a buscar significaciones
en torno a la vida de El Libertador, de sus seguidores y oponentes, como personaje
que merece elogios y reproches entre sus amigos fieles y detractores. Sentirlo
cercano a Dios, pero también cercano a las bajas pasiones que otorgan la ambición
sobre el poder político–militar de la época. Las dos muertes del General
Simón Bolívar no sólo nos invita a indagar los discursos testimoniales de
El Libertador, el discurso histórico, sino todo un legado legendario de
personajes contextualizados en torno a la vida de Bolívar. Cercano a
Heiddegger, en la novela de Szichman, Bolívar comprende y en este sentido,
proyecta múltiples posibilidades de sí mismo.
Los personajes
históricos, protagonistas de la historia patria, colaboradores o no de las
ambiciones personalistas del Libertador, aparecen abriendo y cerrando escenas
como sueños o pesadillas, como recuerdos que se plantan ante el lector cual
representación teatral, muy cercana al absurdo y al espacio onírico. Hombres de
poder y aristócratas de Francia e Inglaterra, reflejo de la importancia de
determinadas voces que trasladan a América las ambiciones sembradas por las dos
grandes revoluciones europeas del siglo XVII.
Por eso,
quizá, percibimos la novela como una expansión de la visión romántica de
Bolívar durante el esplendor de su vida en su imponente poema “Mi delirio sobre
el Chimborazo” (1.822).
Esta forma de
contar desde diferentes planos o formas, de llevar y traer los episodios a
saltos temporales y estilísticos en la novela de Szichman, también nos pone a
reflexionar sobre nuestra historia, la que podemos considerar doblemente
iconográfica porque gira en torno a la figura magnánima de El Libertador,
dejando relegados a una consideración secundaria, en muchos casos
desproporcionada, al momento de reconocer otros protagonistas del hecho
histórico en el proceso de independencia de Venezuela y América Latina. Y en
segunda instancia, iconográfica gracias a la labor de un grupo de historiadores
que en sus discursos solo reconocen la supremacía de la figura de Bolívar.
Es Bolívar el emblema
de nuestra historia patria, así llamada por los guardianes del discurso
político-educativo de nuestro país, desde que la histórica del siglo XIX en
Venezuela refiere las hazañas de Bolívar por lograr el sueño libertario. No en
vano Venezuela es llamada con orgullo “la tierra de Bolívar”. En Las dos
muertes del general Simón Bolívar, el discurso de El Libertador, ante su
indeclinable muerte, soporta sus últimos momentos, sin dejar de ser
inspiración: del escultor Lebranche, quién desea esculpir en yeso su rostro
para la inmortalidad, proyectará otra dimensión más palpable a su partida de
este mundo; ese segundo rostro plasmado también simboliza el presente,
instancia temporal que prevalece en la novela de Szichman. Su amada y sigilosa
Manuela; su médico de cabecera, Alejandro Próspero Réverend; José Palacios, su
criado inquebrantable, Luis Perú de Lacroíx, su amanuense, la prolongación de
su discurso como copista de sus vivencias, de sus luchas. Todos, forman parte
de la maquinaria teatral que es la misma vida, aun cuando no todos estuvieron
acompañándolo en sus últimas horas. Bolívar se representa a sí mismo,
desdoblado como el ser histórico que perece lentamente y que está consciente de
las amenazas, incluso en quiénes le ofrecen compañía incondicional. Su delirio
lo llena de dudas:
Por supuesto
si todos ellos son mi última línea de defensa, son también la primera línea de
ataque del enemigo. Todos ellos, inclusive Manuela y mi criado, son de recelar.
Pero al limitar a cinco los sospechosos, es más fácil vigilarlos, ponerlos a
competir entre sí, hasta obligar al traidor a revelar su secreto. (Szichman,
2004: 32).
También le
preocupa su imagen, vilipendiada por sus enemigos, el legado histórico que ha
de mostrar para la posteridad. Esta representación trágica de sí mismo expresa
las dos muertes de Bolívar en la novela. La muerte como tragedia vivida desde
la enfermedad que acaba con su ciclo vital y la muerte representada para ser
doblemente padecida. Esta concepción de la tragedia que se repite a través del
teatro es explícita en Derridá: “La posibilidad del teatro es el centro
obligado de este pensamiento que reflexiona sobre la tragedia como repetición.
En ninguna parte está la amenaza de la repetición tan bien organizada como en
el teatro”. (Derridá, 1989: 18-19). En consecuencia, la historia se repite como
falsedad. Despierta en el lector lo que Habermas llamó el interés emancipatorio
o libertario como “conocimiento reflexivo en la capacidad de volver sobre
nuestros pensamientos, nuestras motivaciones y sobre nuestras acciones para
revisarlos racionalmente en unión de otros sujetos” (Habermas, citado por
Pérez-Estévez, 2012: 37), precisamente, desde el mismo personaje histórico
hasta el lector. Conformación de una ética de la memoria histórica.
La novela
termina con la derrota del personaje. Cierra su representación con la siguiente
sentencia:
Cae lentamente
el telón, disimulando con su inexorable descenso de guillotina todos los
defectos de esta obra, separando mi cuerpo de los espectadores, devolviéndolos
a la rutina en que pronto seré olvidado. Y yo, yo apenas atino a pensar, ¡Oh, qué
manera tan desprolija de morir! (Szichman, 2004: 267).
Morir inmerso
en la pobreza extrema más que de riquezas de espíritu. No obstante, el
personaje Bolívar de Szichman también se ríe de sí, se desdibuja su solemnidad
en situaciones y expresiones paródicas sobre sí mismo. Queda expresamente
definido en tanto Ser: “El Ser es la forma bajo la cual la diversidad infinita
de las formas y de las fuerzas de vida y de muerte pueden mezclarse y repetirse
en la palabra indefinidamente”. (Derridá, 1980:18). El Ser que fue Bolívar, aún
después de la muerte, queda en sus hechos, en su palabra repetida y
re-significada desde la literatura a través de la novela histórica.
HISTORIA RECUPERADA
"La novela latinoamericana es en lo
general
un documento más exacto que la historia".
Germán Arciniégas
Salvando las
distancias entre la historia y la ficcionalización del hecho histórico,
propiamente dicho, percibimos alrededor de la figura de Bolívar y de todos los
protagonistas de la guerra de independencia en América, referidos en la novela
de Szichman, una propuesta profunda y humana. Veamos por ejemplo, las palabras
que pronuncia el personaje Bolívar al señalar alguna de las dificultades de la
utópica América unida: “¿Qué control puede tenerse de los acontecimientos en
esta geografía? Los sucesos se miden en el tiempo que tarda una herida en
supurar, una gangrena en invadir el cuerpo, la Gran Colombia en reventarse por
las costuras” (Szichman,2004: 39).
Otro ejemplo
fundamental se representa en la historia con la figura de Francisco de Paula
Santander (1792-1840 ). Aliado y hombre de confianza del Libertador en momentos
decisivos como la Batalla de Boyacá (Colombia, 1819), ocupó el cargo de Vicepresidente
de la Gran Colombia (1821-1828) y colaboró de manera expresa con el Libertador.
Sin embargo, las versiones de la historia también lo señalan como traidor al
Libertador.
En la novela
de Szichman se retoma la versión de la traición de Santander. Dice el personaje
Bolívar: “Es el anochecer del 25 de septiembre de 1828 y estoy en el palacio de
gobierno en Bogotá, aguardando el comienzo de la sublevación urdida por el
general Santander para defenestrarme y hundir la Gran Colombia en la discordia
civil”. (Szichman, 2004: 125). Más adelante agrega: “A duras penas logré hacer
fracasar la Convención de Ocaña, un invento de Santander para convertirme en el
ladero de sus ambiciones personales” (2004: 126). Y esta acusación sobre el
colombiano ilustre se repite en ciertas fuentes documentales, como las cartas
de Manuela Sáenz, “Tengo a la mano todas las pistas que me han guiado a serias
conclusiones de la bajeza en que ha incurrido Santander, y los otros, en
prepararle a usted un atentado. Horror de los horrores, usted no me escucha;
piensa que sólo soy mujer...” (2010: 97). La referencia histórica se retoma
para la reflexión en la historia y en la novela histórica.
La presencia
de Manuela Sáenz está dibujada en la novela de Szichman en forma tenue, salvo
las escenas del comienzo como acompañante y centinela de los padecimientos de
su amado moribundo y la célebre escena en que conoce al Libertador, cuando es
recibido en Quito y ella le lanza una corona de laurel. Esta imagen descripta y
narrada por la misma Manuela en su diario ha sido recreada con vehemencia por
los escritores. Caso particular la célebre ópera Bolívar (1943), escrita
por el dramaturgo francés Darius Milhaud (1892-1974), basada en la obra de
teatro Bolívar ((1950) de Jules Supervielle, reestrenada en el año 2011
en Caracas. En esta obra, en cambio,
Manuela emblemática amante incondicional de Bolívar, va acrecentando su
figura hasta alcanzar el rango de coronela. No en vano la propuesta de Manuela
Sáenz en el film venezolano Manuela Sáenz
(2000), dirigido por Diego Rísquez, con guión de Leonardo Padrón, como un
acercamiento al esplendor y la decadencia de una mujer insigne en el amor y la
lucha de sus ideales. En la novela de Szichman, por el contrario, Manuela será
referencia distante en apariciones momentáneas, flashes de la memoria.
Para el
momento de la conmemoración del bicentenario del nacimiento de El Libertador, en
el año 1983, se enarbolan los discursos, y las voces de los grandes
historiadores bolivarianos. Por ejemplo, Manuel Pérez Vila reconoce el carácter
internacional de la Guerra de Independencia, resaltando las Cortes de Cádiz en
las que predominó “el sentimiento metropolitano por encima de los comunes
principios liberales proclamados aquende y allende el atlántico” (Pérez
Vila,1983:30). Luego, valora el decreto de Guerra a muerte en Trujillo (15 de
junio de 1813) porque “tenía como principal objeto la ratificación irrevocable
de la faz internacional de la emancipación por sobre el aspecto de la guerra
civil” (Ibídem), para mostrar, igualmente, que siete años después del decreto “España
reconoce de un modo tácito el carácter internacional de la contienda cuando el
general Morillo firma sendos Tratados de Armisticio y Regularización de la
Guerra con su Excelencia el Señor Presidente de la República de Colombia” (Ibídem).
No podía
faltar para esa celebración el discurso histórico plácido, ecuánime e
influyente del historiador José Luis Salcedo Bastardo quién, sin cortapisas ni
resquemores, al aludir al episodio histórico más relevante del siglo XIX
afirma: “El ideal de la integración latinoamericana es el producto histórico
que más enorgullece a Venezuela” (Salcedo Bastardo, 2004: 52), para continuar
con los vínculos indestructibles que unen a Bolívar y Miranda:
De Miranda
recibió Bolívar la inspiración y la certeza continentalista latinoamericana. El
lúcido precursor acuñó el nombre para América Latina: “Colombia” en homenaje de
justicia al genio cuya audacia desentrañó del desconocimiento a nuestro
hemisferio: Bolívar fue ganado por Miranda para Colombia en Londres, en 1810...
(Salcedo Bastardo, 2004: 53).
Sin ningún
tipo de contradicciones los dos héroes se unen en el mismo sueño. Sólo que se
omiten otras menudencias sobre este legado marcado en Bolívar por Miranda, que
le costó a éste último la disolución de sus ideales, primero y de su vida,
después. El mismo abandono que veinte años más tarde sufrirá Bolívar y que nos
muestra la novela de Szichman desde su estilo elocuente y original.
El encuentro
novelesco de los dos héroes, referido en Las dos muertes del general Simón
Bolívar, emerge del espacio de ultratumba, sugiere humor y nostalgia:
´Entonces
usted es, de ahora en adelante, el marqués de Voliber y Cocorote´. Es la voz de
Miranda que retorna de una muerte que ya lleva catorce años, de un paseo que
emprendimos hace veinte años por las riberas del Támesis, que yo imagino
nevado, y que ocurrió en realidad en pleno verano .(Szichman, 2004: 35) .
Miranda se
opone a Bolívar desde su apariencia física, asoma la confrontación que lo
llevará a deshacerse de su presencia en el escenario de la historia. La
opulencia de su imagen muestra contradicciones a partir de la traición que
propina a Miranda. De alguna manera, lo asoma el propio Bolívar cuando expresa:
“En ese momento de 1810 mi voz es profunda. Años después desaparecido Miranda
como rival, mi voz será tan chillona como la de él”. (Szichman, 2004: 27). En
este sentido, Miranda se constituye en el personaje con quién más dialoga
Bolívar en la novela de Szichman. Esta posibilidad reivindica el diálogo
platónico en tanto que:
A Platón y los
socráticos, el diálogo les permitía mimetizar el particular acceso al
conocimiento, propuesto por Sócrates, con sus rodeos, sus interrupciones y sus
retrocesos, es decir, toda la dinámica de admisión o rechazo del interlocutor. Les
permitía además hacer intervenir una multiplicidad de discursos incompatibles
entre sí..” (Pérez Cortés, 2004:205).
El diálogo,
forma discursiva por excelencia del teatro,
subraya la intención estética de la novela en su doble propuesta
narrativa y representativa. La novela histórica de Szichman alcanza lo que para
Margoth Carrillo constituye “Ese ‘entrecruzamiento dialógico’ del que habla
Bajtin” donde “la novela histórica pueda verse también como un espacio en el
que es posible que ocurra el intercambio, la reflexión o la apertura de los
discursos que en ella se actualizan”. (Carrillo, 2004: 135).
La historia
recreada sirve de estímulo al lector, lo conduce hacia la valoración de sus
antepasados, le sugiere el punto de
partida hacia la comprensión de sí mismo a partir de la historia, a la cual
está atado, como lugar de la memoria al que debe volver para rescatar el
sentido ético de la memoria histórica.
Referencias Bibliohemerográficas:
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Filosofía. Santafé de Bogotá. F.C.E.Aristóteles. 2007. Metafísica.
Madrid: Espasa-Calpe.
Benjamin, Walter. 1942. Sobre el
concepto de historia en: http://es.scribd.com/doc/187458581/Walter-Benjamin-Sobre-El-Concepto-de-Historia
Blanco Fombona, Rufino. 2007. El pensamiento vivo de Simón Bolívar. El
Libertador y su Proclama de Guerra a
Muerte. Caracas: El Centauro.
Carrillo P, Margoth. 2004. “La novela
histórica: las posibilidades de un género”, en Conciencia Activa,
número 6, octubre. Pp.127-158.
Derridá, Jacques. 1980. “El teatro de la
crueldad y la clausura de la representación” Traducción de Patricio Peñalver, En: La escritura y la diferencia. Barcelona:
Anthropos.
Versión digital: http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/artaud_1.htm
Derrida en castellano. 21 de
junio de 2003. (Consultado el 02 de febrero de 2014).
Fernández Prieto, Celia. 1996. “Relaciones
pasado presente en la narrativa histórica contemporánea”. En: José ROMERA
CASTILLO: La novela histórica a finales del siglo
XX. Madrid. Visor.
Heidegger, Martin. 2000. El ser y el
tiempo. México: F.C.E.
Las
más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón (acompañadas de los diarios de Quito y Paita, así como de otros
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perro y la rana.
Liévano Aguirre, Indalecio. 2007.Bolívar.
Caracas: Grijalbo.
Morón Guillermo: “Heredad y herencia de
Bolívar". p.74-91.En: Bolívar. Revista Geomundo (Libro del Bicentenario
del Libertador). 1983. Panamá. América.
Pérez Cortés, Sergio. 2004. Palabras de
filósofos (oralidad, escritura y memoria en la filosofía antigua). Ciudad de México:
Siglo XXI.
Pérez-Estévez, Antonio: “La acción
comunicativa de Habermas como diálogo racional”. En: Revista de Filosofía, N° 70,
2012-1, pp.31-50. Maracaibo. Universidad del Zulia.
Pérez Vila, Manuel. "Las campañas militares de Simón
Bolívar". p. 28-50. En: Bolívar. Revista Geomundo (Libro del
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Raygada Cauvi, Jorge: "Los años
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Ricoeur, Paul. 1996. Tiempo y Narración, Vol. I, México: Siglo XXI.
Rumazo González, Alfonso. 2011. Simón
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"Latinoamérica: razón y meta". p.51-66. En: Bolívar. Revista Geomundo (Libro del Bicentenario del
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San Agustìn. 2006. Confesiones. México: Lectorum.
Szichman, Mario. 2004. Las dos muertes
del general Simón Bolívar. Caracas: El Centauro.
Zandanel, María Antonia. 2004. Los
procesos de ficcionalización del discurso histórico en la leyenda de El Dorado. Mendoza: Universidad
Nacional de Cuyo.
Otras fuentes:
Ópera Bolívar. Caracas, 25 de marzo
de 2012. Teatro Teresa Carreño. Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. Dirigida
por Alfredo Rugeles. Puesta en escena Atahualpa Lichy.
[1]
Don Juan Vicente Bolívar y Ponte, hijo de Petronila es el padre del libertador
Simón Bolívar. Marquéz de San Luis de Cura y Vizconde de Cocorote. Títulos
comprados en España en el año 1728, en el Convento Benedictino de Monserrat en
Madrid por su padre, el esposo de Petronila Ponte, pagando 22.000 (ducados).
Heredera de Cocorote, que dicho en gallego quiere decir: “La cima o la
Cordillera, lo más alto de una sociedad, en poder social y económico”.
(http://www.farandulo.net/ponte-bolivar.pdf).
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