Mario Szichman
¿Por qué el
líder norcoreano Kim Jong-un le da tanta importancia a su peinado? ¿Por qué
reacciona con tanta violencia cuando zahieren su corte de pelo?
En fecha
reciente, funcionarios de la embajada de Corea del Norte en Gran Bretaña
visitaron la peluquería londinense M&M Hair Academy para presentar una protesta.
M&M Hair Academy había decidido
aumentar sus ventas ofreciendo un 15 por ciento de descuentos a clientes descontentos
con su cabellera. Para ello, usó un poster del líder norcoreano exhibiendo su asombrosa
pelambre, acompañado de la leyenda Bad
Hair Day? (¿Mal día para su cabello?) Diplomáticos norcoreanos exigieron a
los dueños de la peluquería divulgar el nombre del responsable de ese agravio
pues deseaban demandarlo. Como las represalias que apadrina el señor Kim contra
sus enemigos suelen ser muy desagradables –arrojó perros feroces a su tío,
disgustado por el hambre de poder de su pariente– los interrogados optaron por
encubrir la identidad del agraviante. Según periódicos británicos, el Foreign
Office inglés recibió luego una carta de protesta enviada por la sede
diplomática norcoreana.
El régimen de
Pyongyang combina la amenaza con el grotesco de una manera difícil de igualar. Por
una parte tiene un arsenal nuclear. Tal vez pequeño, pero temible. Nadie desea
que se registre un Hiroshima en su capital. Por lo tanto, las autoridades
norcoreanas suelen ser tratadas con respeto. Pero ¿no sería más fácil obtenerlo
con otro estilo de peinado? El padre de Kim lucía un bouffant. Daba la impresión que se acicalaba con un rastrillo. El
hijo se afeita los lados de la cabeza y luce en la coronilla el pelo esponjoso,
como algodón de azúcar. Al parecer, es una combinación de la cabellera de su
padre y de su abuelo, Kim Il-sung, el fundador de la dinastía.
Pero no solo el
cabello de los líderes norcoreanos ha causado hilaridad. The New York Times recordó que en 2004, los creadores de la serie South Park parodiaron al padre de Kim
en la película Team America: World
Police. El mandatario aparecía como un títere lamentando su soledad y el desamor
que lo rodeaba. Mientras canturreaba una patética melodía, se lo veía pasar
junto a prisioneros sometidos a torturas.
Para sumar el
insulto a la injuria, ahora viene otra película, The Interview, donde la intención es zaherir nuevamente a Kim
Jong-un. La película es interpretada por James Franco, en el papel de animador
de un programa de televisión, y Seth Rogen como su productor. Ambos viajan a
Pyongyang para realizar una entrevista exclusiva al actual gobernante
norcoreano. La trama del filme es que los protagonistas son reclutados por la
CIA para asesinar a Kim.
Los numerosos
partidarios de Kim cuentan cosas pasmosas de su líder. (Se ignoran las
opiniones de sus adversarios). Por ejemplo, que es capaz de derribar un
satélite espía norteamericano lanzándole una piedra de regular tamaño. Además,
es un ser maravilloso que “ni orina ni defeca”.
Ya las
autoridades de Corea del Norte han denunciado el filme The Intervie como “Un descarado acto de terrorismo y de guerra”. Un vocero acusó directamente al gobierno de
Barack Obama de dar luz verde para que “un cineasta delincuente” mancille al líder
supremo de Corea del Norte y, por ende, a todo el país. También advirtió que adoptaría
“medidas decisivas e implacables”, si el gobierno norteamericano “ratifica
tácitamente o respalda el estreno del filme”.
LANZANDO
BOFETADAS
La industria
cinematográfica de Estados Unidos suele irritar a gobernantes de otras naciones
con gran regularidad. El caso más famoso es El
gran dictador (1940) en que Charles Chaplin hacía el doble papel de barbero
judío y de Adolfo Hitler. Hubo en esa época muchas quejas por el retrato que
Chaplin había diseñado de Hitler. Las protestas no procedieron de Alemania,
sino de la Argentina, cuyos gobernantes siempre han tenido una enorme capacidad
para meterse en lo que no les importa.
Inclusive el
fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, fue caricaturizado en
algunos filmes recientes, aunque la cancillería no ha dicho ni mú. Y en el 2006, el gobierno de
Kazajstán pretendió entablar una demanda a los productores del filme Borat: Cultural Learnings of America for
Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan. La película, bastante mala, por
cierto, no criticaba solo a los gobernantes de Kazajstán sino también a sus
habitantes. Pero, el gobierno de Kazajstán decidió archivar la demanda, porque
el filme logro acrecentar el turismo en el país. La magia de “Borat” era que al
confrontar la película con la realidad, la realidad triunfaba. Había muchas
cosas bellas que percibir en Kazajstán: sus ríos, sus bosques, sus mujeres. La
comida era abundante y bien elaborada, sus atardeceres eran maravillosos, y sus
habitantes muy hospitalarios.
El presidente
argentino Juan Domingo Perón solía decir que se retorna de todas partes, menos
del ridículo. Nadie sabe qué daño real causó Chaplin a la imagen de Hitler. El
actor dijo años después del estreno de El
gran dictador que cuando escribió el guión de la película ignoraba la
existencia de los campos de exterminio nazis. De haberlo sabido, posiblemente
hubiera archivado el proyecto. Pues la burla no puede superar ciertos umbrales.
Pero es evidente que Chaplin hizo al menos un gran favor a quienes padecían
bajo la bota nazi: mostró que el Fuhrer estaba desnudo, y que a pesar de su
endiosamiento era un ser patético.
El gobernante
norcoreano vigente, el tercero en la dinastía Kim, tiene un problema que no sufrieron
sus antecesores en el cargo: es un ser letal con sus enemigos locales, pero
irrelevante a nivel internacional. Su padre y su abuelo no necesitaban formular
amenazas, pues eran capaces de concretarlas. El cineasta británico Paul Fischer, quien escribió un libro sobre Kim
Jong-il, dice que Kim “debe lidiar con la percepción, no con la realidad”. Sus precursores todavía podían argüir “que
Corea del Norte era la más legítima y la más exitosa de las dos Coreas”. En
cambio, el actual líder norcoreano “debe actuar como si su país todavía tuviese
alguna razón para existir”. Por eso, su primera tarea es “mantener la ilusión”.
Y esa necesidad de aparentar es su mayor signo de flaqueza.
A nivel de la
apariencia personal, un buen o mal estilo de peinado carece de importancia.
Pero en materia política, puede ser devastador. No olvidemos que bruscamente,
el mundo se ha convertido en un gigantesco y banal escenario. Es cierto, en
todas las eras la estupidez ha reinado soberana. Si alguien cree que todo
tiempo pasado fue mejor, puede revisar ese fenomenal libro de chismes llamado La vida de los doce Césares, de
Suetonio. La corrupción, el crimen político, el nepotismo, el robo de los
dineros públicos, las orgías en los palacios de los poderosos, son tan antiguos
como la humanidad. Pero hay un nuevo elemento que ha trastornado antiguos
parámetros: la trivialidad acompañada del desprecio por la opinión pública. Quizás Kim es el último gobernante que todavía
se toma en serio. Carece de un elemento que es imprescindible en su tarea: la
desfachatez. Cree en conceptos como el honor. Quiere que lo respeten. Y tal vez
eso representa su camino a la perdición.
Si alguien me
contratara como asesor de algún candidato político, le diría: copie el modelo
vigente en Venezuela. De esa manera podrá eternizarse en el poder. Invente cada
día algo nuevo y absurdo: un magnicidio, o un complot para sabotear la red
eléctrica. Si hay escasez de productos básicos, la culpa es de la oposición o
del imperialismo. Las cárceles han sido diseñadas para alojar exclusivamente a
opositores. Todo expediente que involucre a alguna figura del gobierno hay que
archivarlo por los siglos de los siglos.
Lo importante,
junto con la trivialidad, es no asumir responsabilidad alguna, no dar la cara o
explicaciones, prometer cada día algo nuevo y absurdo o imposible de realizar.
(Y que los gobernados estén al tanto de ese absurdo y de esa imposibilidad).
Hay que empecinarse en la banalidad,
insistir en lo grotesco y lo increíble. El estado mental de los
ciudadanos debe consistir en la perplejidad y en la sinrazón. Lo que vean
delante de sus ojos no existe. Solo deben creer en la propaganda oficial.
¿Cuántas veces las
luces rojas de las redes sociales empiezan a centellear apenas un funcionario venezolano
exhibe sus rarezas o su pujante mal gusto? Pero pronto las alarmas extinguen su
accionar pues esos funcionarios son inmunes a sus propios traspiés. Siempre
triunfan.
¿Imagina el
lector a algún gobernante que salga ileso luego de mencionar la necesidad de
multiplicar los penes y los peces? Pues el presidente de Venezuela Nicolás
Maduro lo ha enunciado con bíblica serenidad, y sigue gobernando como si tal
cosa. Su fórmula es imbatible, como la de quienes lo secundan en su labor. No
es aventurado suponer que mientras el miedo al ridículo podría acabar algún día
con el gobernante de Pyongyang, el desprecio al ridículo haga persistir el
actual modelo político venezolano.
Excelente artículo como siempre Mario. En relación a los líderes que se eternizan por no temer al ridículo, comparto este curioso video: http://www.ted.com/talks/derek_sivers_how_to_start_a_movement?language=es
ResponderEliminarGracias, Gerardo, por tus palabras. Y gracias por enviarme el enlace del video. Es excelente. Trataré de difundirlo. Resume en tres minutos la verdad de muchos tratados sobre populismo. El miedo más grande es siempre el temor de quedarnos solos. Pero solo la lucha contra ese temor puede derrotar a los demagogos.
EliminarChe, Mario, tené cuidado con lo que escribís! A ver si en cualquier momento se te aparecen en la puerta un par de agentes de la Policía Peluqueril o el equivalente norcoreano de la CIA!
ResponderEliminarDaniel, ojalá que algún sociólogo pueda analizar el corte de cabello del líder norcoreano. Cada vez estoy más convencido que los reyes están desnudos.En esa cabellera hay sumergida una verdad muy profunda. Me pregunto qué hará el señor Kim cuando se quede calvo.
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